El
camino y la vereda
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, noviembre - Apuntó José Martí que en política,
lo real no se ve. Por mi parte, agregaría que además de no verse,
puede ocurrir que los medios de prensa no lo publiquen. No por gusto afirman los
degenerados humoristas del país: "Si Napoleón hubiera contado
con el diario Granma, nadie se habría enterado de su derrota el Waterloo".
Por estos días parece la más importante noticia cubana la
participación de Fidel Castro en la Décima Cumbre Iberoamericana,
permeada de anécdotas como la captura en Panamá del prófugo
Luis Posada Carriles o los debates habidos entre los mandatarios salvadoreño
y cubano, cual servicio para la tanda televisiva de un domingo habanero.
Entretanto, la verdadera diplomacia de Castro abandona el camino y toma la
vereda, totalmente desguarnecida a causa de tanto aparato de seguridad apostado
a al altura del Canal de Panamá. Ricardo Alarcón, supraministro de
relaciones exteriores cubano, repasa el diccionario ruso-castellano, pañuelo
a la mano para evitar el estornudo del desempolve. Putin en La Habana, se
anuncia para diciembre, y las cadenas de televisión preguntan a Fidel
Castro para cuándo rayos va a convocar a elecciones libres. ¡Ay,
Cuba, tus hijos lloran!
Un año atrás tuve la excepcional oportunidad de dialogar con
el Gobernador del Estado de Illinois, George Ryan. No creo que se moleste si
narro aquella conversación, signada por una pregunta de intención
más realista que la hojarasca cubana de la Cumbre de Panamá.
- ¿Qué pasa si castro cae mañana? -interrogó Ryan.
- Depende de ustedes (los norteamericanos). Todos los futuros escenarios
post-Castro dependen de la tensión social existente en Cuba para ese
momento. Un levantamiento del embargo llevará a esos niveles de tensión
al mínimo y hará posible materializar las variantes optimistas.
Guste a quien guste, pese a quien pese, hoy Estados Unidos liderea las políticas
exteriores basadas sobre derechos humanos. Asistimos al resurgimiento de los
bloques de la Guerra Fría; Cuba participa muy activamente, junto a Rusia
y China, en el resurgimiento de esos bloques. Depende de Estados Unidos atraer a
Cuba hacia las políticas exteriores basadas sobre derechos humanos.
Un año después de semejante conversación los hechos están
a la vista, más allá de que el gobierno de Fidel Castro haya
apostado al perdedor Milosevic. Ricardo Alarcón en Moscú, y Putin
en La Habana para diciembre. Por ahora, según la prensa isleña, se
habla mucho de comercio y de alcanzar un nivel de comprensión muy alto en
los planos político y diplomático, lo cual puede significar gran
entendimiento en asuntos militares, no se olvide, Rusia y Cuba tienen pendientes
diálogos claves sobre la Central Electronuclear de Juraguá y una
posible reanudación de la vieja colaboración castrense. Putin
quiere lo que llama la "grandeza de Rusia", hoy tambaleante tras la
tragedia del Kursk, y buena carta sería el rescate de la alianza con
Cuba. A Fidel Castro se le considera uno de los diez grandes enemigos de la
libertad de expresión, y Putin nada amigo parece de la prensa libre, a
juzgar por las noticias y el olor a chekista. Son datos, datos entre el rumor de
la hojarasca.
Por otro lado, los últimos episodios de las relaciones de facto entre
Cuba y Estados Unidos no parecen favorables a una voluntad política de
distensión, aunque la distensión en sí misma avance con
estoicismo de zapador. Por ello, vale preguntarse cómo Estados Unidos va
a impedir que las sombras de la Guerra Fría hagan de las suyas por el Mar
Caribe, no precisamente a bordo de un barquito de papel. ¿Hasta cuándo
el Potomac va a priorizar a Fidel Castro sobre interés de seguridad
nacional como el de minimizar la presencia militar rusa en el área?
Ojo alerta: la vereda de las relaciones entre Cuba y Rusia puede conducir no
a la venta de alimentos y medicinas, sino al regalo de cazabombarderos de nueva
generación.
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