Por Jesús Hernández Cuellar.
CONTACTO Magazine. Noviembre 18,
2000
Por lo general, cuando se pretende atacar al marxismo, se dice que los
comunistas pudieron tergiversarlo todo menos la aritmética, que es una
ciencia exacta.
Se explica que hubo y hay una estética marxista, una interpretación
marxista de la historia, una economía marxista, un periodismo de
orientación marxista-leninista, y una formación política
marxista-leninista en las fuerzas armadas de cada una de las naciones que
vivieron bajo una sociedad comunista.
Por supuesto, hubo también una pedagogía marxista, una
sociología marxista, y ni qué decir de la brillante psiquiatría
practicada con criterios marxistas en el mundo comunista.
Pero las matemáticas, especialmente la aritmética, según
los conocedores, no fueron influenciadas por esa ideología, porque dos y
dos son cuatro, y el 10% de 100 es 10, en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, el socialismo marxista-leninista cubano hizo sus propios
aportes a las ideas de Marx, Engels y Lenin, y sin duda alguna sus más
extraordinarias contribuciones se han dado en el mundo de las ciencias exactas.
El viernes 17 de noviembre, de sólo llegar a Panamá para
participar en la X Cumbre Iberoamericana, Fidel Castro convocó a una
conferencia de prensa para explicar que había un complot para asesinarlo,
y que los exiliados de Miami habían trasladado armas y explosivos hacia
el itsmo con ese propósito.
Hasta el momento, las autoridades panameñas no han podido comprobar
las acusaciones de Castro, pero eso es secundario. Lo importante es el nuevo
aporte de Castro a las ciencias exactas.
Según el dictador cubano, que cumplirá 42 años en el
poder el próximo 2 de enero, durante toda su vida de gobernante le han
hecho alrededor de 600 atentados.
Tomando el 2 de enero próximo como si ya hubiese llegado, con lo cual
se redondea el número de años de Castro en el poder, 600 atentados
entre 42 años, arroja una cifra igual a 14.3 atentados por año.
Interesante resultado.
Las contribuciones de Castro a las matemáticas no son nuevas, desde
el mismísimo enero de 1959, cuando llegó a La Habana procedente de
la Sierra Maestra, respaldó la idea de que el dictador Fulgencio Batista
había masacrado a 20 mil cubanos. No hay duda de que Batista fue un
dictador repudiable y de que sus hombres sí asesinaron a muchos cubanos.
Ahora bien, volviendo al tema de las matemáticas, se debe tomar en cuenta
este nuevo aporte: Batista estuvo en el poder entre el 10 de marzo de 1952 y el
31 de diciembre de 1958, seis años, nueve meses y 21 días.
Al dividir los 20 mil muertos por 6.9, el resultado es 2.898 muertos por año.
Ningún cubano recuerda esa cantidad de muertos por año, durante la
corta dictadura de Batista. Pero ahí está el aporte a las matemáticas.
Para presentar sus resultados en materia de educación y salud pública,
que es ya una especie de "comercial" de televisión del régimen
cubano, Castro explica que la Cuba del pasado era un horroroso prostíbulo,
lleno de gangsters y casinos.
Pero las estadísticas de la Organización de Naciones Unidas señalan
que antes de Castro, Cuba era el país de América Latina con el
mayor presupuesto para la educación, con el 23% del total.
En el punto de la salud pública, los datos de la Organización
Mundial de la Salud son reveladores. En 1958, Cuba tenía una población
de 6, 630.921 habitantes. En esa época, había en la isla 35 mil
camas de hospitales, un promedio de una cama por cada 190 habitantes, cifra que
excedía la meta de los países desarrollados de esa época de
200 personas por cama de hospital. En 1960, Estados Unidos tenía una cama
de hospital por cada 109 habitantes.
También ese año, la nación tenía un promedio de
un médico por cada 980 habitantes, superada en América Latina sólo
por Argentina con uno por cada 760 y Uruguay con uno por cada 860. Hay que
ponerle seso a la fórmula que Castro usa para hacer sus contribuciones a
las ciencias exactas.
Los cubanos de a pie se las han arreglado muy bien para interpretar los métodos
de Castro para lograr esa fórmula. Según un chiste que circula
desde hace años por las calles de La Habana, Napoleón y el
gobernante cubano se encontraron en el infierno. Ambos comenzaron a elogiarse el
uno al otro, hasta que Napeleón le dijo a Castro: "comandante, si yo
hubiera tenido un periódico Granma como el suyo, nadie se habría
enterado de que a mí me derrotaron en Waterloo".
La revolución ha sido bondadosa, y a cada visitante que llega a Cuba,
Castro se lo explica con detalles. "Aquí no se tortura a ningún
prisionero, aquí no hay presos políticos". Pero los informes
de Amnistía Internacional presentan un panorama diferente, y
recientemente esa organización inició una campaña
internacional por la libertad de los prisioneros de conciencia, entre ellos el
joven médico cubano Oscar E. Biscet, quien, asegura A.I., ha sido
torturado de diferentes maneras, inclusive con quemaduras de cigarrillos.
Luego entonces, ¿por qué dudar de que hay un complot para
asesinar a Castro, de que sus enemigos han intentado desaparecerlo en 600
ocasiones, de que Cuba era un horror antes de su llegada, y de que es el paladín
de los pobres?
Pero sobre todo, ¿por qué cometer la injusticia de negarle al
hombre fuerte de Cuba su contribución marxista a las ciencias exactas?
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