Si
no es democracia, ¿qué será?
Tania Díaz Castro
LA HABANA, noviembre - Desde hace algún tiempo pienso seriamente en
todo lo que ocurre en la cuadra donde vivo, compuesta de unos cien metros de
canteros sin atender, con diez edificios, cinco de cada lado y todos sin recibir
mantenimiento desde hace más de 41 años.
Sin embargo, las personas que viven en mi cuadra, tal vez sin proponérselo,
practican la democracia, o lo que es mejor, el liberalismo, en su conciencia
social. Cada cual vive su vida sin inmiscuirse en la ajena. Todos compran a
quienes producen lo que el Estado es incapaz de producir por moneda nacional:
tamales con chicharrones, frituras de pescado, croquetas de carne, cajitas de
arroz congrí con boniatos fritos y un buen bistec de cerdo empanizado.
Todo de primera calidad recién elaborado. También refrescos, vino
casero y hasta líneas de ron de exportación. La venta se hace a
escondidas y yo me pregunto por qué, si nadie en particular se opone a
ello. Hasta la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución
saluda a todos por igual con tremenda sonrisa, no quiero decir de cómplice.
En mi cuadra viven, aunque pocos, ciertos personajes que entran y salen con
tanta premura que parece como si el mismo diablo los persiguiera. Son policías
vestidos de civil. Pero son, válgame Dios, amigos de todos y compran,
aunque con cierta timidez, una fritura, un pan con mayonesa o una caja de
cigarros al vecino que vive en la otra puerta.
Por supuesto que no todos en mi cuadra comen parejo. Hay quienes van
diariamente a las tiendas dolarizadas porque alquilan su apartamento o el auto
en horas nocturnas, cuando los inspectores duermen. Luego usted los ve
bostezando mientras bajan las escaleras. Pero nadie critica a nadie. El lema es
"escapar", sobrevivir y todo lo que ocurre es lo más natural
del mundo, no lo más natural del socialismo. ¡Qué amplitud de
miras!
También no lo más natural del socialismo es que hasta en la
azotea del edificio número 72, de diez pisos, se haya montado un taller
privado para reparar cualquier cosa: desde una plancha eléctrica, un
salidero, hasta una prótesis dental. La otra noche por poco arde Troya y
se necesitaron tres camiones de bomberos para apagar el incendio del taller. Al
otro día, su dueño, con el rostro compungido, no sabía qué
decir.
Por eso digo que en mi cuadra existe algo muy parecido a una democracia,
porque todos ejercen su propia soberanía. Si alguien lo duda, que analice
su propia cuadra. Es como si Cuba estuviera siendo cambiada, como si la
democracia estuviera ahí, ante nuestras propias narices, y sin darnos
cuenta. ¿O será que no nos conocemos el lado flaco, que pese a la
retahíla de leyes absurdas y prohibiciones la gente hace lo que le viene
en ganas?
Hasta me atrevería a asegurar que con todos los medios represivos
conque cuenta el Estado, no podría utilizar ni uno solo de mis vecinos
para un mitin de repudio contra mí, como opositora que soy. Ninguno sería
capaz de ofenderme o pegarme con un zapato como me ocurrió una vez en la
puerta de la prisión Combinado del Este, cuando cuarenta personas me
atacaron por orden del gobierno. En mi cuadra ahora la cosa sería muy
distinta, porque no veo fácil que alguien se atreva a tirar la primera
piedra. Los opositores, periodistas independientes o simples activistas por los
derechos humanos, son vigilados y controlados, pero a través de la
Empresa Telefónica ETECSA, mitad propiedad extranjera, o desde el mismísimo
despacho del jefe de Estado.
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