El artista presenta su nuevo disco en Zaragoza, Barcelona y Madrid
Carlos Galilea, Madrid. El
País, jueves 16 noviembre 2000 - Nº 1658
Está considerado el mejor tresero de Cuba e hizo sonar durante cuatro
años esa guitarra de tres cuerdas dobles, típica de la mayor de
las Antillas, en la banda de Juan Perro. Pancho Amat, que se dio a conocer con
Manguaré y llegó a tocar con Víctor Jara, presenta acompañado
por El Cabildo del Son su disco De San Antonio a Maisí, en el que han
participado Santiago Auserón y Silvio Rodríguez, hoy en Zaragoza
(Strictly Mundial), mañana en Barcelona (Sala La Paloma) y el día
18 en Madrid (La Riviera).
"Todos los juguetes que me regalaba mi madre eran musicales porque
estaba en contra de las pistolas", recuerda sonriendo. "Así que
me familiaricé pronto con esos tamborcitos y flauticas que les compran a
los niños. Mi padre vendía carbón por la calle y un día,
tenía yo siete años, un cliente que no podía pagarle un
saco de carbón le propuso a cambio un tres que tenía colgado de la
pared. Mi padre vio la posibilidad de regalarme un instrumento de verdad y se me
apareció con aquello en la casa. No sabía bien lo que me estaba
poniendo en las manos".
Pancho Amat (Güira de Melena, 1950) admite que se trata de "un
instrumento modesto". "Las cuerdas están tan tensas y separadas
que no se hace dócil para las escalas; a la hora de sugerir armonías
te puede hacer tríadas nada más y tiene un ámbito melódico
reducido. Así que hay que echarle imaginación para poder
proponerse cosas de más vuelo". Eso consiguieron Isaac Oviedo,
Arsenio Rodríguez o El Niño Rivera: "Hay que remitirse
obligatoriamente a ellos. Lo mismo que un pianista que quiera tocar Debussy
tiene que saber tocar primero Bach y haber pasado por Mozart, Rachmaninov y
Chopin. Hay que ver qué hicieron los maestros y luego aportar lo tuyo".
El título del disco, De San Antonio a Maisí, se debe a que "quedan
representados en el repertorio casi todos los géneros en los que está
presente el tres. Desde el cabo de San Antonio, que es el extremo más
occidental de la isla, hasta Maisí, el más oriental". Silvio
Rodríguez rescata un número de 1932 de Miguel Matamoros, casi
desconocido y de plena vigencia, La cocainómana ("No quiero coca que
me sofoco. A mí la coca, mamá, me pone loco"). Y Santiago
Auserón canta el popular Al vaivén de mi carreta: "Lo más
importante del trabajo con él es que me hizo mirar la música
cubana con otra óptica". "Mucha música que nació
en Cuba ya es patrimonio de la humanidad", afirma.
Aunque a veces se tiene la impresión de estar oyendo una y otra vez
las mismas viejas canciones. "La música cubana tiene sus clásicos
y en una fiesta no faltan Yolanda, Guantanamera, Lágrimas negras... Está
muy bien esa complicidad, pero no tenemos por qué cantar siempre lo mismo".
Pancho Amat lleva gente joven en su Cabildo del Son: "Quiero mostrar que la
música cubana tiene una continuidad. Donde no hay viejos no hay historia
ni sabiduría ni experiencia. Pero donde no hay juventud no hay
desarrollo, no hay futuro, no hay esperanza. No se puede uno detener en una
generación porque los elementos que le dieron talla a la música
cubana, cuando no había escuelas, están vivos. La gente los lleva
dentro".
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