Donde la vida siempre es igual
Tania Díaz Castro
LA HABANA, noviembre - Todos hemos seguido con mucho interés la
contienda electoral que se libra en Estados Unidos por estos días, una
competencia verdaderamente reñida donde se quiere elegir al mejor, lo que
aquí, en mi cálido país, jamás ha ocurrido en 41 años
que tiene de edad el gobierno de Fidel Castro, el mismo que escogimos levantando
los dedos de las manos hace muchísimo tiempo.
Vienen a mi mente, por ejemplo, aquellas viejas elecciones cubanas antes de
1959. Durante mi infancia y adolescencia conocí a tres gobernantes:
Batista Grau y Prío. Cada uno con los mismos propósitos: dejar una
buena impresión de sus mandatos, agarrar lo que pudieran para la vejez,
pero, eso sí, ninguno con la intención de perpetuarse en el poder.
Sólo tenían cuatro años para demostrar su eficacia en
gobernar el país. Ni un día más, ni un día menos.
Aquellas emociones de las campañas electorales que yo veía
reflejarse en los rostros de mi familia, eran verdaderas emociones, muy
parecidas al sorteo de la Lotería nacional, con los gritos de alegría
de mi abuela cuando obtenía un Terminal.
Más tarde desaparecieron todas las emociones para dar paso a una
abulia colectiva que hace de nuestras elecciones, donde se escoge al delegado
del barrio, un acto silencioso, monótono, aburrido y hasta solemne. Con
cierto aire funeral, los niños, rígidos y serios con sus uniformes
escolares, son utilizados para custodiar las maltrechas urnas y los más
vinculados a la élite gobernante son los encargados de tocar a las
puertas de los vecinos para que "por favor, voten temprano para terminar
cuanto antes".
Como conozco bien a quienes viven en mi cuadra, sé que unos acuden a
votar porque continúan comprometidos con el régimen, algo así
como un matrimonio que se mantiene por conveniencias y costumbre, pero ya no por
amor. Otros porque no les queda más remedio e incluso son quienes anulan
las boletas o escriben groserías en éstas. El resto, se queda en
casa, observándolo todo, a pesar de que vivimos en un país donde
no está permitido el abstencionismo, como sí ocurre en las
naciones libres.
Entre los que no votan están los activistas de los Derechos Humanos,
que ya son cientos de miles, los opositores y los periodistas independientes.
También los disidentes silenciosos (una gran parte de la población,
que practica ese viejo adagio de esperar).
Por eso digo que me gustaría presenciar unos comicios emocionantes y
bien reñidos. Hasta me resultan interesantes y fuera de lo común
esos personajillos de la prensa miamense, como por ejemplo Luis Ortega, de quien
recuerdo su sonrisa sarcástica justo en los momentos que escapó
ante el primer tufo de comunismo, o Francisco Aruca, andando por La Habana lupa
en mano en busca de desuniones opositoras y luego corriendo a disfrutar de la "American
way of live", la misma que ambos critican en el papel.
Hasta me gustaría vivir unos días sin presidente, por aquello
de "el Estado es un mal necesario" y poder descongestionar los
pulmones de un humo demasiado viejo.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|