Politica exterior: La Habana designó a un nuevo embajador en
Buenos Aires
Siete meses después de retirar a su representante en la
Argentina, el gobierno de Fidel recompone con la Alianza
Por Ana Gerschenson. De la redacción de
Clarín digital.
Argentina. Sábado 11 de noviembre de 2000.
Se les pasó el enojo. El gobierno cubano designó a Alejandro
González como nuevo embajador de La Habana en Buenos Aires.
La llegada del diplomático, este fin de semana, marca el inicio de un
reacercamiento del gobierno de Fidel Castro con Fernando de la Rúa, seis
meses después del portazo que pegó el ex embajador Nicolás
Rodríguez, al abandonar la Argentina.
En abril, Cuba había ordenado el regreso anticipado de su embajador a
La Habana. Eso ocurrió días después del voto argentino en
la ONU a favor de una condena al gobierno de Fidel por violaciones a los
derechos humanos.
"Me voy ofendido, defraudado y engañado" por De la Rúa,
dijo Rodríguez casi en la escalerilla de su avión.
Seis meses después de ese despegue abrupto, las relaciones prometen
endulzarse. Por lo pronto, la designación del alfonsinista Oscar Torres
Avalos como embajador en Cuba aceleró el descongelamiento del enojo
caribeño.
El diplomático tiene planeado hacerse cargo de la representación
en la capital cubana a principios de diciembre. Pero ya está trabajando
intensamente por recomponer las cosas con el gobierno de Fidel desde Buenos
Aires.
Por lo pronto, mantuvo varias reuniones con el titular del BICE, Diego
Yofre, con quien tiene una añeja relación personal. El tema
principal de las conversaciones apuntó a activar cuanto antes la
renegociación de la deuda de 1.800 millones de dólares que Cuba
tiene con la Argentina.
La idea del dúo es que, dadas las sombrías perspectivas de
lograr el pago cubano en el mediano plazo, la Argentina consiga, a cambio, "privilegios
arancelarios" y facilidades extra para invertir en la isla, uno de los
pocos mercados no bien explo tados del planeta.
De hecho, Yofre ya tiene pasaje a La Habana y citas para esta semana con
funcionarios cubanos dispuestos a analizar estas alternativas.
El plan de Torres Avalos es intenso. Aún antes de desembarcar en la
isla caribeña, el diplomático inició las gestiones
oficiales para que a su llegada una plaza de La Habana lleve el nombre de la
Argentina. El nuevo espacio tendrá su propio monumento: un busto de
Domingo Faustino Sarmiento, que el embajador piensa transportar desde San Juan.
La distensión diplomática tiene su correlato en Buenos Aires.
Alejandro González, ex vocero de la cancillería castrista,
aterrizará entre hoy y mañana en Ezeiza y planea presentar sus
cartas credenciales ante el presidente Fernando de la Rúa esta misma
semana, confirmaron a Clarín fuentes de la embajada.
La apuesta de esta nueva etapa es la reconciliación después de
la condena en la ONU que enfureció a los cubanos.
Y las señales políticas de hoy apuntan a que la Argentina no
vuelva a levantar la mano condenatoria en abril próximo, cuando se vuelva
a votar en Ginebra.
Por lo pronto, Torres Avalos manifestó públicamente su rechazo
terminante a la decisión de la Cancillería como diplomático
y dirigente del radicalismo. Al igual que Raúl Alfonsín. Y no es
un secreto que aún sostiene esa misma posición.
Lo cierto es que recién un año después de que la
Alianza habite la Casa Rosada, alguien volverá a sentarse como
representante argentino ante el gobierno de Fidel.
Torres Avalos promete recuperar el tiempo perdido. "Fidel Castro y
Fernando de la Rúa son dos personas inteligentes que no pueden dejar de
encontrarse", le dijo ayer el embajador a este diario. Fue una manera de
apretar a fondo el acelerador de la reconciliación.
La relación con Menem
Carlos Menem le mandaba vinos de su bodega personal y Fidel Castro le
retribuía con aroma de habanos bien estacionados. Sin embargo, las
relaciones diplomáticas entre Cuba y la Argentina siempre contrastaron
con los gestos de amabilidad que se prodigaban ambos mandatarios.
La Argentina de Menem nunca se apartó del alineamiento automático
con Washington, y mucho menos cuando tuvo que ponunciarse con furia en contra
del gobierno de Castro en los foros internacionales, en donde condenó
sistemáticamente al mandatario caribeño por violaciones a los
derechos humanos.
Menem quiso caminar por las callecitas de La Habana. Pero no pudo. La presión
estadounidense fue lo suficientemente contundente como para que suspendiera el
viaje en más de una ocasión.
Pero si algo caracterizó a la relación bilateral durante la década
menemista fueron los duelos discursivos que protagonizaban Menem y Fidel en cada
uno de los encuentros de mandatarios internacionales. Una competencia
inexplicable por ocupar el centro de atención de esas reuniones.
Se suponía que la llegada de la Alianza cambiaría los vinos y
los habanos por un acercamiento político, similar al que sostuvo el
gobierno de Raúl Alfonsín al principio de los ''80. Hasta ahora no
hubo habanos ni copas. Pero sí un voto de condena a Cuba en las Naciones
Unidas.
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