¡Ni Chávez ni Fidel!:
Mujica Laínez
Miguel A. Ponce de León, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, noviembre - Ese escarabajo de lapizlázuli de Afghanistán,
exquisitamente tallado en los talleres de Ramsés para que formara parte
de un brazalete de su amada Nefertari, posiblemente descanse, aún
engarzado en un tardío trabajo realizado por Gallé, en uno de los
cajones del escritorio que bajo su influjo narrara sus peripecias desde el
Egipto de los Faraones hasta nuestros días Manuel Mujica Laínez.
Las palabras del niño mago Khaumas, hermano del faraón, le
infundieron alma y capacidad de amar, sobre todo a su reina Nefertari. Gracias,
Mujica Laínez, por dejar correr tu pluma guiada por el encantamiento de
la joya divina. ¿Cómo decirte que la magia que te poseyó
penetró en mí y en mi vida? ¿Cómo explicarte que
recorriendo las páginas de tu libro recorría páginas de mi
pasado, de mis recuerdos, de mis sueños?
Cuando Febo di Poggio y Vincenzo Perini, atisbando por la cerradura del
armario en el que se encontraban los horrores de la brujería que la
prostituta usaba en sus filtros amorosos y, exacerbado por la belleza de
Pantasilea desnuda, recostada entre cojines en su diván preferido, se le
ofrecía a un impotente Vicino, Duque de Bomarzo, jorobado de inteligencia
sutil y amante de la inmortalidad, comenzaron a amarse con la desesperación
y frenesí propios de sus respectivas adolescencias, Zoé Valdés
brotó en mi memoria. En uno de sus retornos al Caribe desde el París
donde trabajaba, una noche bajó silenciosa y me ofreció un libro:
Bomarzo, de Manuel Mujica Laínez. Hace casi quince años y aún
recuerdo hasta el más pequeño detalle de nuestra conversación.
Bomarzo, su jardín, quedó en mi vida, en mi memoria, al igual que
el Duque que lo construyó y en el que encontró la muerte buscando
la inmortalidad. ¿O la obtuvo realmente?
Su alma movió la mano de aquél que describiera la vida del
Duquesito jorobado, constructor de ese jardín de monstruos de piedra
cerca de Roma. El escarabajo de lapizlázuli, Vicino, Zoé y mis
noches.
El escarabajo con alma y capacidad de amar me trasladó a lugares
conocidos como París o Roma, Madrid o Florencia, lugares vívidos,
obtenidos en mis lecturas, que no en mis viajes. Sobre todo hízome vivir
una vida pletórica, rica, que existe sólo en la imaginación.
El escarabajo de lapizlázuli con un ágata de luces bermejas en
sus patas delanteras me acompañó en mi deambular por la Habana
Vieja, estuvo siempre a mi lado cuando en los escalones de mármol blanco
de un edificio cuyos portales dan a la Plaza del Convento de San Francisco de Asís
vi pasar las nubes bajo un cielo de un azul clarísimo donde volaban
decenas de palomas. Entonces huía. Aún huyo de la delincuencia
increíblemente mantenida desde hace diez años en Mercaderes #2.
¿En qué encantamiento nos sume la literatura, que en mis largas
caminatas por la zona vieja de mi ciudad, a pesar de las serias dificultades
económicas, aún para obtener el alimento que te permita
sobrevivir, pueda disfrutar de la hermosura de los viejos palacios restaurados
aunque siempre pendiente del retorno a casa, de la vuelta al mundo que,
recreado, existe en la mente, tomado del libro que se está leyendo?
No hubo Chávez ni Castros, Hassanes ni otros similares. Ilusiones.
Puro Maya. Pero sí encuentros en la memoria con seres amados que dejaron
huellas indelebles dentro de mí y que ya no están. El escarabajo
tallado en los talleres de Tebas por Nehnefer para Nefertari, como Khaumas, el
niño mago hermano de Ramsés, hizo con él, me infundió
su memoria, algo de su alma y también de su capacidad de amar. Pergolese
sale de mi radio como si de la cámara de los músicos del palacio
de la Princesa Bisignano, en Nápoles, surgiera. Zoé me ofrece un
libro: Bomarzo, Loló termina un cuadro, Jorge realiza dos grandes tapices
a la vez, mientras juego con Celeste y Cof-Cof. No pienso en las agresiones
-inducidas- que he recibido de los delincuentes que viven en mi edificio,
antiguo solar de artistas. Aunque Madame Lily grazne en su tono más alto
p... y c... dirigidos a sus dos hijos mientras oferta enchilados de camarones a
los "giles", yo puedo pasear por Neucratis, la egipcia, observando cómo
del trueque del escarabajo sagrado, Amait el fellah pretende que la prostituta
cincuentona le devuelva su perdida virilidad. ¿Es esto locura? Sí lo
es.
Pero, ¿no lo es decir que en Cuba no hay corrupción?
Pero, ¿no lo es decir que somos una potencia médica?
Pero, ¿no lo es decir que nosotros sí somos verdaderamente
democráticos?
¿Por qué seguir tan trillado camino? Prefiero, inmerso en mi
mundo de magias -y horrores- dejarme influir por el escarabajo de lapizlázuli
que Ramsés regaló a su amada Nefertari y que irradia su
encantamiento desde la gaveta de un mueble escritorio que perteneció a
Manuel Mujica Laínez, no sólo a mí, sino a miles de otros
seres que se acercaron con amor a su obra. Recorreré en mi imaginación
nuevamente ciudades conocidas y nunca visitadas. Recuperaré contactos con
seres amados y que no están cerca. Escucharé músicas que
casi ya no se escuchan.
Espero de ti, escarabajo divino, que distraigas las mentes de los oficiales
de la seguridad cubana que se ocupan de "mi caso" y descubran que soy
también un ser humano que tiene derecho a comer. Sé que te parece
excesivo, pero aunque no hay aspirinas, ellos tienen excelentes condiciones para
"divertirse" destruyendo moral y físicamente a aquellos soñadores
que no participamos de su juego. ¿Es esto locura también?
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