El refrigerador del siglo
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, noviembre - Para un cubano tener un "frío" en su
casa es algo imprescindible. Además del calor, en la Isla se vive "sofocado".
Hildalina, mujer de empuje y habanera por los cuatro costados, se enteró
por la radio que en la Feria Internacional de La Habana exponían el último
modelo de refrigerador.
Aún en la cama, pensó en su viejo Kelvinator tan chapisteado
que ronroneaba -como un gato viejo- en la cocina a unos pasos de ella. Decidió
ir a la Feria. No podía perderse el último refrigerador del siglo.
A esa hora temprana telefoneó a Lucila, la hija de Panchita, la
costurera que trabaja en una corporación "joint-venture"
(palabra extraña -incomprensible para ella aún- pero le gusta,
suena a artista de Hollywood) y le habló de conseguir una entrada de la
Feria para ella. Todo se arregló por 5 dólares, cinco fulas en el
argot popular, o 100 pesos. Haló la cartera que oía el cuento
desde la butaca junto a la cama y contó... "Tengo 3 dólares,
cincuenta centavos y treinta pesos. ¡Hecho!"
Aseo. Desayuno de leche en polvo, café y pan (Toma 1) tostado. El
mejor vestido (dicen que a esa Feria la gente va de caché), y partió.
Todo en un mínimo de tiempo.
Como acordaron, en la puerta de la Feria la esperaba Lucila con la invitación
en la mano, un tanto sorprendida. Así que al ver a Hilda le preguntó:
"Hilda, mi vieja, ¿y a qué viene ese interés tuyo por la
Feria?"
"Niña -le contestó Hilda- ¿pero, tú no sabes
lo del refrigerador de nuevo modelo?"
"Ah no, eso debe estar en el pabellón 16".
"Gracias, voy allá".
Necesitada de esas pequeñas victorias cotidianas, a falta de otras
realmente esenciales, Hildalina, mujer de empuje, se lanzó a recorrer la
Feria hasta el pabellón 16, el de los electrodomésticos, donde se
sintió en el paraíso, aunque las sandalias de tiritas le apretaban
los callos (¡Ay, por no ir a la quiropedista, para no gastar 10 pesos!). Y
allí lo encontró.
Un refrigerador que se conecta a la Net (así dice el anuncio, y no sé
muy bien qué es eso. Debe ser la corriente. Esta manía de nombres
nuevos para cosas viejas. ¿Me cambiarán el nombre?). Y preguntó
a una joven en el stand. "Señora -le respondió- este
refrigerador es de última generación, marca Samsung. Se conecta a
Internet y realiza comercio electrónico; le dice los alimentos que
guarda, la comida que usted puede hacer, le programa el menú. También
ordena el pedido de alimentos a un almacén conectado a la Net".
"Venga acá señorita, ¿y ese comercio es legal? ¿Autorizado?
¡Porque eso de comprar por la libre...!" Confusa, cansada y sedienta,
así se encontró Hilda al final del viaje y de tanto azar. ¡Lo
que venden en la Feria de comer y de beber cuesta dólares!
"¿A las bodegas la conectarán a la Net? Entonces, si
Adolfina, mi hermana, me manda dinero y engancho ese frío en la cocina
conectado a la Net ésa, ¿me entero cuándo llegó la
carne?, ¿podré descansar porque el refrigerador me comprará
el pollo de dieta?, y ¿si Juanito, el carnicero care´palo ese, vende
el pollo antes, a 20 pesos?, ¿y si hay apagón y el frío se
para? Quizás sea como las grabadoras que se le pueden poner pilas. ¿A
lo mejor?", pensó la mujer.
Hildalina comenzó a sentir dolor de cabeza. Tanto pensar en el
flamante frío y, en definitiva, el viejo Kelvinator, tan bueno que le
salió, ronroneaba en la cocina.
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