Mundos diferentes
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, noviembre - Comienza el mes de noviembre, y nuevamente en los
barrios las bodegas se colman con la actividad que no han tenido en muchos días:
la venta de la canasta familiar, racionada por el Estado socialista.
Amas de casa, ancianos, pueblo en general se dirige hacia esos comercios con
sus jabas desechables, que han tenido que comprar a vendedores particulares a
razón de tres por un peso, y que en Cuba no son tan desechables porque
casi todos las limpian y las guardan para la cuota del mes próximo, ya
que en esos establecimientos no disponen de bolsas para envasar los pocos
productos asignados.
Así es como seis libras de arroz, seis de azúcar, unas onzas
de frijoles y tres cuartos de libra de sal, componen la dieta de cada consumidor
durante los diez primeros días de cada mes, porque los restantes -vox
populi- "se come de milagro".
Mientras esta escena sucede a todo lo largo del país, hombres de
negocios tanto cubanos (por supuesto del gobierno) como extranjeros se reúnen
en Expo-Cuba, una feria comercial situada en las afueras de la capital, para
vitalizar esa actividad mediante la exhibición de las innovaciones de sus
firmas comerciales.
Allí, la Cadena Palmares, una firma que representa al gobierno de
Fidel Castro, promociona los nuevos restaurantes de comida italiana que próximamente
serán abiertos y que -según informes oficiales- cobraran nada
menos que cinco dólares por degustar varios platos de esa cocina europea.
Cinco dólares es casi el salario promedio mensual del trabajador cubano.
Entre las propuestas de esta XVIII Feria Internacional de Hombres de Negocio
en Cuba, nuestro país presentó como una novedad un televisor que
funciona dentro de una gran pecera. Según el informe oficial, que no
aclara si el recipiente puede contener peces, el invento también funciona
en el interior de una piscina.
Mientras este espectáculo acontece en el mundo de los negocios con el
gobierno comunista, otros hombres que han querido incursionar en ese campo pagándole
una licencia al régimen de la Isla para trabajar por cuenta propia,
zozobran en ese intento por los altos impuestos, las multas de miles de pesos
por cualquier pequeño incumplimiento de lo establecido como legal y por
el acoso de los inspectores estatales.
Por ese motivo, más del 50 por ciento de los permisos de trabajo
concedidos en Ciudad de La Habana han sido devueltos. Los cuentapropistas han
quedado frustrados.
Mundos diferentes. Mundos diferentes contenidos en esta isla del Caribe a la
que los extranjeros alaban por su clima y por el trato jovial de sus habitantes.
Ellos, los de afuera, no pueden darse cuenta -como es natural- que estos
mundos pugnan entre sí. Lucha que, quizás, dejará un saldo
irreversible para las futuras generaciones.
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