La familia con restaurantes
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, noviembre - Hace más de un año, el Ministerio de
Comercio Interior de Cuba a través de la Dirección de Gastronomía
puso a funcionar la "Cadena de Restaurantes Familia".
El nombre es, a todas luces, sonoro, rimbombante, pomposo y hasta
grandilocuente pero, en definitiva, eso no tiene importancia vital. Cuba es un
país en el cual durante decenios se han oído nombres, frases y
consignas que de momento impactan y hasta han deslumbrado a más de un crédulo
que ha confundido lo que es "socialismo real".
En la Habana Vieja hay varios de esos "restaurantes"; el martes último
(31 de octubre) visité uno de ellos. Ese componente de la Cadena Familia
se le conoce como "Comedor 105", y está situado en la
intersección de las calles Amargura -esto debe ser simbólico- y
Cuba.
Ese día el menú era el siguiente: Arroz blanco, que solamente
puede ser adquirido por ancianos previamente inscritos; potaje de chícharos,
aguado hasta donde ya no se podía más; croquetas, de las que se
pegan al cielo de la boca, quemadas porque según informaron no había
grasa para freírlas; pasta, que como condimento sólo tenía
sal, sin la más remota huella de una salsa, totalmente pálida, y
de postre, ¡créalo o no!, dulce de chícharos.
Los asiduos al lugar dicen que nunca han visto allí nada que tenga
contenido proteico. Pero, para dejar acentuado ese especial concepto de "familia",
en dicho "restaurante" la comida se sirve en bandejas de aluminio y no
hay ningún tipo de utensilios de mesa; las personas que acuden al lugar
tienen que llevar los de su propiedad o de lo contrario, como un caso que
presencié, utilizar como cuchara el carné de identidad -para algo
positivo tenía que servir.
La comida, aparentemente, tiene un precio módico. Una "completa"
-un poco de todo lo que haya, en la referida bandeja- cuesta, poquito más
o poquito menos, un peso. Pero hay que tener en cuenta que las personas que
acuden al "Comedor 105" son pensionados o trabajadores que reciben un
salario muy bajo. Además, tener que acudir a un lugar como ese a ingerir
ese tipo de comida, lastima la dignidad.
La familia es una institución que, aún bajo el comunismo, debe
tener mejor suerte que ser "propietaria" y al mismo tiempo cliente
obligada -la miseria obliga- de ese tipo de "restaurantes".
Los cubanos, incluso los más humildes, deben tener otra posibilidad
que pagar y llevar la cuchara para poder comer una croqueta quemada, que no se
sabe ni de qué está hecha, un poquito de pasta sin sal y un dulce
de chícharos.
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