CUBANET... INTERNACIONAL

Noviembre 1, 2000



Los 'candidatos aburridos' de Castro

Frank Calzón. Publicado el miércoles, 1 de noviembre de 2000 enEl Nuevo Herald

Hace unos días, dos cubanos, de visita en Estados Unidos, pudieron ver el último debate entre el gobernador George W. Bush y el vicepresidente Al Gore. Ninguno de los dos salía de su asombro. "¿Qué fue lo que más les impactó del debate?'', les preguntó un amigo. "Cuando Jim Lehrer le dijo al vicepresidente que se callara la boca, que se le había acabado el tiempo'', respondió el primero en el acto. "No, que va'', dijo el otro cubano. "¡Lo que más me sorprendió es que Lehrer saliera al aire al día siguiente, como si nada!'' Para ambos fue una revelación que un periodista, por conocido que fuera, pudiese quitarle el micrófono al vicepresidente del "gran imperio del norte''.

Para Castro, sin embargo, ambos candidatos son "aburridos e insípidos'', lo que comprueba que algunos cubanos sí pueden opinar sobre política. Esto ya lo había corroborado hace unos años su hermano y sucesor, Raúl Castro, en un programa de televisión. En aquella ocasión, en plena denuncia a un general cubano a punto de ser fusilado, el segundo Castro dijo: "Dicen que aquí la gente tiene miedo de hablar. Están equivocados. ¡Yo no tengo miedo!''

Fidel Castro se considera un experto en asuntos norteamericanos. Algunos afirman que su sabiduría es enciclopédica. En un libro publicado hace veinticinco años, los señores Frank Mankiewicz y Kirby Jones afirmaban que "Fidel está preparado para discutir con cualquiera la tasa anual de construcción de escuelas, viviendas, fábricas y hospitales. El sabe cuántos se están construyendo; la fecha en que se terminarán de fabricar; las construcciones planificadas para los próximos cinco o diez años; el número de estudiantes en cada nivel escolar, y el currículo. Sabe, además, cuántos alumnos se graduaron el año pasado; cuántos se graduarán este año, en 1980, y en 1985''.

Y eso no es todo: "Castro conoce el standard de promoción escolar; la temperatura mensual del agua en cada puerto pesquero, y la mejor temporada para pescar cualquier tipo de pescado. Sabe el cabillaje necesario para tantos y más cuántos pies de cemento, y la resistencia del mismo. Y conoce el azúcar, quizás mejor que nadie en el mundo''.

"Durante nuestra visita en 1975, Castro pasó una hora detallando su interpretación del programa de gobierno planteado por el entonces presidente Ford en su discurso Sobre el Estado de la Unión. Esa conversación nos demostró que Castro entendía el proyecto para combatir conjuntamente la creciente depresión y la crisis energética mejor que todos los expertos del presidente. Quizá hasta mejor que el propio Ford''.

"El conocimiento que Castro tiene de Cuba le da una tremenda ventaja. Su poder de síntesis le permite acortar cualquier discusión y tomar decisiones rápidamente'', añaden en su obra Jones y Mankiewicz.

Por desgracia para el pueblo de Cuba, el "conocimiento enciclopédico'' de Castro no ha sido suficiente para impedir que destruyera una sociedad próspera como lo era la Perla de las Antillas, a tal grado que con una población de cuatro millones de habitantes, atrajo a más de medio millón de inmmigrantes en la primera mitad del siglo XX. Bajo el gobierno de Castro, el proceso se ha invertido totalmente. Al llegar al poder en 1959, la población cubana era de unos siete millones de habitantes; desde entonces, más de un millón y medio de cubanos ha escapado de la isla, y sus pertenencias, incluyendo ahorros, electrodomésticos, utensilios de cocina y hasta la ropa de cama, ha sido confiscada por el régimen.

Nadie niega el genio de Castro para mantenerse en el poder. Pero en cuanto a su impacto en la economía cubana y en la nación, ése ha sido desastroso. Castro le apostó al caballo perdedor, y su soberbia le impidió ver la inminente caída de la Unión Soviética, el fin de los subsidios, y sus nefastas consecuencias para la isla.

Que digan lo que quieran sobre los males de la política en las democracias. No obstante, hubiese sido mucho mejor si en estos últimos cuarenta años alguien hubiese podido retar a Castro en unas elecciones "aburridas'', o discrepar libremente de él sin ir a parar a la cárcel o a la tumba, o tan siquiera haberse podido burlar de él en un debate nacional. Cuánto mejor si lo impensable hubiese sucedido: que un periodista cubano hubiera tenido la oportunidad de decirle en televisión nacional: "Lo siento, señor presidente, pero tenemos que continuar. Su tiempo se le ha acabado''.

Director ejecutivo del Centro para Cuba Libre, organización independiente dedicada a la defensa de los derechos humanos en Cuba.

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