No hay tierra mala, sino gobierno malo
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, mayo - En el IX Congreso Campesino efectuado este mes en La Habana, la sabiduría innata de nuestros guajiros hizo expresar a un delegado: "No hay tierra mala, sino hombres malos". La sentencia no requiere explicación, aunque hubiera sido más explícita
la expresión, corregida de este modo: "No hay tierra mala, lo que hay es gobierno malo".
Entre miles de experimentos fracasados en la agricultura cubana, está el de las llamadas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), en su gran mayoría irrentables, pues no logran bajar los costos de producción, no obstante el peso decisivo que el
gobierno le ha querido otorgar y la cantidad de recursos asignados a ellas, como remedio al fracaso mayor y más rotundo aún de las granjas estatales.
Las UBPC cuentan seis años de creadas. Tiempo suficiente para que ya se hubieran visto los tan añorados altos rendimientos.
Dos terceras partes del fondo de tierras han pasado a formas de propiedad colectivista, lo que no ha logrado salvar la deprimida agricultura cubana. Baste conocer que sólo las UBPC de cultivos varios y pecuarias arrojaron el pasado año un saldo de 200 millones de pesos de pérdidas.
El 70 por ciento de la producción cañera la realizan las UBPC. Sin embargo, esto no ha salvado a la industria azucarera de las pequeñas zafras, que ni siquiera alcanzan para el abasto interno de azúcar.
Sólo el 40,3 de las UBPC no cañeras, son modestamente rentables. Pero el mercado estatal agrícola, que es donde se realiza su mercancía, se caracteriza por estar desabastecido.
Esto, a pesar de la entrega de la tierra en condición de usufructo sin límite de tiempo y gratuita a decenas de miles de individuos y familias, y a pesar también de la aparente autonomía que el Estado totalitario les permite.
Entonces, sí existen tantas "ventajas" para el cooperativista ¿por qué todas, o al menos en su mayoría no son rentables las UBPC?
Los ubepecistas se quejan del alarmante "papeleo" (burocratismo) que todo lo pone más difícil.
Otro dolor de cabeza para ellos es la poca ganancia económica, porque el gobierno no permite la libre fluctuación del mercado: oferta-demanda.
También porque tienen que cultivar, o criar, lo que al Estado convenga, no lo que ellos consideran más rentable o más apto para la calidad de la tierra prestada. Pero sobre todo, esto: saben que es tierra prestada, no suya, que igual que se la dieron, se la pueden quitar en
cualquier momento.
Otro equívoco del Ministerio de la Agricultura es pretender más producción empleando mayor cantidad de obreros, lo que incide negativamente en la rentabilidad.
Por otro lado está la falta de recursos, o su mal empleo: insuficientes tractores, bueyes, camiones de acarreo y transportación, caretas, semillas (o semillas recibidas a destiempo), regadíos, fertilizantes y el sinfín de otros muchos insumos que requiere una empresa
agrícola moderna.
Estos y otros factores adversos no enumerados coarta toda iniciativa y entusiasmo de progreso individual y colectivo, lo que redunda en la población total, y crea en los cooperativistas agrícolas una mentalidad de imposibles, difícil de cambiar.
Mientras no se democratice la posesión de la tierra, su manejo y empleo y más aún: mientras no tengamos un gobierno democrático, la agricultura cubana continuará estancada y en los lindes de la ruina.
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