CUBANET... INTERNACIONAL

Mayo 24, 2000



El plan

Daniel Fernandez. Publicado el miércoles, 24 de mayo de 2000 en El Nuevo Herald

La primera revelación sobre el plan la recibí durante una clase de literatura hispanoamericana en la Universidad de La Habana (es un plan tan viejo y complejo que casi sólo por revelación divina puede descubrirse).

El dramaturgo guatemalteco Manuel Galich nos instruía sobre las ``guerras floridas'' de los aztecas. Y yo me preguntaba, ¿pero eran bobos estos aztecas que se iban a la guerra para mantener bien provistas las pirámides del sacrificio? Entonces vino la iluminación: ``Es que ellos no sabían que ése era el verdadero objetivo de la guerra''. Como nosotros ahora, y durante siglos, ellos iban a defender la tierra del lado de acá, de la del lado de allá, movidos por patriotismo, valores, tradiciones, etc.

En la atmósfera surrealista de La Habana de los 70, la comparación con la guerra inventada contra el ``imperialismo yanqui'', y todas las aventuras africanas del jesuita en jefe, despertó en mí la curiosidad por ver cómo a través de la historia, por un motivo u otro, pero casi siempre sin lógica ni razón, como en el tango, ``al grito de guerra los hombres se matan''.

Los señores del plan (que he logrado seguir desde las cruzadas) medran gracias a una característica humana: el rechazo a pensar. Entre las religiones, los discursos y el ``tome Coca-Cola'' el hombre queda reducido a una máquina que obedece a lo que le diga la prensa, la tribuna o el púlpito.

En la Cuba de los 70, la mayoría no analizaba si los problemas eran realmente causados por ``el bloqueo'', igual que ahora siguen o fingen seguir el delirio del jesuita, aunque se buscan la vida en dólares.

Lo triste es que los exiliados más combativos han sido igualmente obtusos y de nada les sirvió la lección de Playa Girón, donde fueron a la pirámide los que iban a liberar su patria.

Los exiliados han caído en la trampa y siguen con el gastado discurso del ``castrocomunismo''' y de que el jesuita es ``enemigo de este gran país''. Creen más en las palabras que en los hechos, no ven la patraña. No hay nadie en la historia que haya beneficiado más a este país que el jesuita de La Habana. Y no se pierda de vista que éste tomó el poder gracias a una llamada del ``cuarto piso'' de la embajada americana, que le dijo a Batista que ya tenían su nuevo títere, el mismo agente de la CIA que diera el ``bogotazo'' años antes.

Ya va siendo hora de que los cubanos ``abran un poco los ojos y vean qué está pasando''. Tienen que llamar a las cosas por su nombre. Castro es un dictador de derecha, y un instrumento de este país; siempre lo ha sido. El ha perpetrado la destrucción de nuestra nacionalidad, tronchado nuestras raíces, amén de que desangró económicamente a la Unión Soviética, y desestabilizó a toda la América Latina y algunos países de Africa. Por eso no se cae, porque siempre ha hecho lo que ordenan sus amos norteamericanos y ha apoyado a los grandes capitales, los negocios de la mafia y el narcotráfico. Su ``izquierdismo'' es sólo palabras.

A los cubanos nos usaron como a borregos para la pirámide, y a nadie importan justicia, verdad ni derecho. El único valor de hoy es el dinero, y los exiliados poco tenemos contra el país más poderoso, la institución más vieja (ya hablaremos de la Iglesia Católica) y el hombre más rico.

Y usted puede preguntarse, ¿pero cuál sería el final del plan? ¿Volvería a cambiarse Castro la casaca, o entregaría el país a los americanos disfrazado de triunfo revolucionario, porque ``le levantaron el bloqueo''? Operación Constantino, se llamaba ese plan en el que el jesuita, que lleva 41 años fingiendo, se arrepentiría y se ``convertiría'' al catolicismo, y entonces habría que perdonarlo (``el Papa me absolverá''), y como ya la Iglesia se ha ido metiendo en el asunto (si es que no siempre estuvo, pero eso es otro plan para otra columna), pues nos llamarían ``a darnos las manos de hermanos'' y aceptar como un triunfo de la paz la esclavitud organizada y ``la libertad'' de comulgar con ruedas de molino y ganar cuatro quilos bajo el imperialismo yanqui.

Que abran los ojos los cubanos, porque ése es el plan, aunque no creo que puedan consumarlo. La monarquía de facto que se sostiene en La Habana a base de intriga, represión, narcotráfico, mafia y magia negra no podrá hacerse pública, no sólo por lo cerril y egocéntrico del jesuita --lo de su ``inteligencia para el mal'' no es más que otra falacia de su leyenda--, sino porque para establecer una monarquía, en Cuba o en cualquier parte, hay que contar con Dios, y Ese (o Esa) también tiene su plan con los cubanos. Ante su justicia, ni Estados Unidos, ni la Iglesia Católica, ni el jesuita de La Habana, ni los planes humanos podrán nada, porque ``el hombre propone, y Dios dispone''. Veremos.

© El Nuevo Herald

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