CUBANET... INTERNACIONAL

Mayo 23, 2000



Los intereses creados

Ariel Hidalgo. Publicado el martes, 23 de mayo de 2000 en El Nuevo Herald

Si Estados Unidos quisiera instrumentar seriamente una política exterior inteligente hacia Cuba llevaría a cabo de inmediato una verdadera jugada maestra suspendiendo las restricciones económicas. Un paso así dejaría al gobierno cubano sin la excusa del ``bloqueo'' para justificar sus descalabros económicos y la ineficacia de la centralización estatal; despojaría a ese gobierno de su ventajosa posición de víctima, que le proporciona solidaridad internacional y ocasiona a Estados Unidos un sucesivo cúmulo de condenas en Naciones Unidas; derrumbaría el discurso sobre la soberanía nacional amenazada que le proporciona tantos adherentes internos; y desinflaría el pretexto para la represión interna contra todo el que disiente de las posiciones oficiales; todo esto sin descontar el efecto saludable a largo plazo en la isla para el desarrollo de la sociedad civil.

Una medida así crearía una coyuntura favorable para cambios de apertura en Cuba, al fortalecer la posición del sector moderado del gobierno y del partido frente a los de línea dura interesados en mantener una atmósfera de guerra fría (no olvidemos el derribo de las avionetas en febrero del 96 como factor decisivo en la aprobación de la Ley Helms-Burton).

¿Por qué a pesar de todas estas ventajas no se ha dado este paso? Porque a Estados Unidos lo gobiernan los políticos, y los políticos están más interesados en los votos y contribuciones de campaña de la comunidad cubana que en los efectos positivos de una política así en tierra extranjera. Esto es válido también, por tanto, para los dirigentes locales y congresistas cubanoamericanos: ganar el apoyo de su electorado, ya que las posiciones proembargo crean una imagen de postura beligerante frente al castrismo y a favor de una apertura democrática. Para los grupos y dirigentes anticastristas la defensa del embargo es igualmente beneficiosa, porque mantiene en pie, tras la evidente ausencia de incursiones armadas, la única coartada que les queda para un supuesto papel protagónico de oposición --a larga distancia-- contra el régimen de La Habana. A todos ellos se suman comentaristas y columnistas sabedores de que esa postura les gana audiencia en un sector cubanoamericano tradicionalmente mayoritario, así como artistas y académicos tras el aplauso del sector de línea dura, conscientes de que un discurso diferente puede cerrarles puertas. Estos son los intereses creados en ambas orillas del estrecho de la Florida, entrelazados en una singular madeja de tácita alianza.

Por debajo se encuentra una gran parte de la comunidad cubana emigrada convencida de buena fe de la necesidad del embargo por ese diluvio permanente de consignas beligerantes. Sin embargo, todo ese edificio comienza a presentar evidentes fallas en dos puntos:

La correlación de fuerzas del electorado comienza a cambiar por el arribo de nuevas olas migratorias, ya de una nueva generación de cubanos con otra mentalidad, como de latinoamericanos con una óptica diferente, además del número cada vez mayor de antiguos exiliados convencidos de los efectos contraproducentes de esa política más que probada en su ineficacia para lograr avances democráticos en Cuba.

Cada vez es mayor la presión de los intereses económicos de productores norteamericanos, principalmente granjeros, contra una política que bloquea el libre comercio para sus productos. En realidad el embargo hacia Cuba, en perjuicio incluso de los intereses del propio pueblo norteamericano, se mantenía por desconocimiento de la mayor parte de ese pueblo. Pero la opinión pública nacional, al centrar la atención en el tema de Cuba por el caso del niño náufrago Elián González, comienza a prestarles interés a otros aspectos de la política de Estados Unidos hacia Cuba. Según expresó recientemente el representante George Nethercutt, el proyecto para suprimir el embargo sobre medicinas y alimentos tiene fuerza porque hay una nueva reflexión sobre la validez de las sanciones como una efectiva arma política. Y hasta el propio senador Jesse Helms, tradicionalmente defensor de las sanciones, capituló ante los deseos de sus colegas republicanos protectores de los granjeros.

También son ya mayoritarios las agrupaciones y líderes disidentes al interior de Cuba opuestos a las sanciones económicas, como lo confirman 60 firmantes del documento Todos unidos. La marcha de los pueblos, la evolución social, el paso mismo de la historia no creen en agendas estrechas.

© El Nuevo Herald

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