CUBANET ...INDEPENDIENTE

17 de mayo, 2000



Ciento cincuenta aniversario de un estandarte anexionista

Mario J. Viera González, Cuba Voz

LA HABANA, mayo - Todavía las sombras de la noche oscurecían aquella madrugada. Levantado junto al mar el poblado, sus moradores no habían salido aún del sueño. Tal vez en alguna choza de pescadores la débil luz de una chismosa de aceite alumbraba parpadeante los movimientos de una familia preparando sus instrumentos de trabajo, mientras sobre un fogón hervía a borbotones una lata de café. A través de la ventanuca se divisaba el mar aún negro en la oscuridad de la noche. Todo parecía igual que otros días. Sin embargo, muy cerca de la playa un barco de vapor arrojaba anclas. Sobre la popa se habría podido leer su nombre escrito en letras doradas: "Creole".

Si el pescador hubiera puesto mayor atención observando la recién llegada embarcación habría visto, descendiendo por sus costados, varios botes cargados de hombres uniformados y armados. Eran hombres jóvenes y en su mayoría de piel muy blanca, cabellos rubios y ojos claros. Hablaban en susurro pero no en español, el idioma de los pueblerinos del lugar. Un hombre, en la edad madura, parecía ser el jefe. Su aspecto era severo, decidido y con el porte característico de un militar acostumbrado a mandar. Un grueso bigote sobre el que brillaban algunas canas casi cubría su labio superior.

A una orden, los hombres se desplegaron en formación de combate. Al ruido de fusilería, el pueblo de Cárdenas despertó aquella madrugada del 19 de mayo de 1850. Más de 600 hombres, la mayor parte norteamericanos, cinco cubanos y un venezolano como comandante, Narciso López, ponían sitio al Ayuntamiento donde se acuartelaban los efectivos españoles de la pequeña ciudad portuaria. El fuego hizo que los defensores se rindieran, y López hizo flotar sobre las humeantes ruinas un hermoso estandarte tricolor que poseía una estrella solitaria dentro de un triángulo de color rojo.

Pocas horas ondeó libremente, sobre una plaza conquistada a los españoles, la bandera enarbolada por Narciso López en su empeño de separar a Cuba de España para unirla, como un Estado más, a la Federación Norteamericana. Sin apoyo por parte de la población, cortada la vía férrea por la cual pensaba el caudillo venezolano alcanzar a la ciudad de Matanzas y conociendo que se aproximaban fuerzas españolas bien pertrechadas, ordena reembarcar su tropa y regresar a Estados Unidos.

A lo largo de sus cuatro décadas el gobierno de Fidel Castro silenció la conmemoración de la fecha del 19 de mayo asociada con la expedición de Narciso López, a quien se le consideró oficialmente por sus proyectos anexionistas como un vulgar filibustero tal y como lo catalogaron los españoles en su momento. Ahora, sorpresivamente, se recuerda con alabanzas el ciento cincuenta aniversario de aquel estandarte anexionista que luego más tarde llegaría a ser la insignia de combate de los independentistas, y el pabellón oficial de la nueva República nacida cincuenta y dos años y un día después de aquel 19 de mayo.

La aspiración del hombre había sido agregarle a la bandera de las barras una nueva estrella. Cuba en sus planes sería esa nueva estrella. Por ello es que la bandera de su movimiento se inspiraba en la de los Estados Unidos, sólo que invirtiendo los colores y sustituyendo el rectángulo por el triángulo de la masonería. La toma de Cárdenas alentaría a nuevos movimientos insurreccionales que, en el fondo, tenían la misma inspiración anexionista. Un año después, el hacendado camagüeyano Joaquín de Agüero se alza en armas en la zona de Nuevitas escogiendo para ello una fecha de gran significado: el 4 de julio, aniversario de la proclamación de independencia de las Trece Colonias de la América Inglesa. En ese mismo mes otro hacendado cubano, pero esta vez en la jurisdicción de Trinidad, muy estrechamente ligado a Narciso López, Isidoro Armenteros, inició un levantamiento en armas. Agüero y Armenteros fracasaron, y fueron fusilados en Puerto Príncipe (Camagüey) en agosto de 1851.

López con su estandarte de la estrella solitaria había encendido la chispa de la insurrección. Pasados 17 años se produce un nuevo estallido armado en contra de la dominación hispánica. Carlos Manuel de Céspedes proclama la independencia el 10 de octubre de 1868. El estandarte del nuevo pronunciamiento era, como el de López, uno con una estrella solitaria. El pabellón del 10 de octubre, que presidió las primeras acciones insurreccionales y el incendio de Bayamo, tenía una muy sospechosa semejanza con la bandera de la estrella solitaria de Texas, salvo en la distribución de sus colores. Sin embargo, aquel estandarte no predominó y en 1869, en la Convención de Guáimaro, los representantes del Camagüey, entre los que destacaba Ignacio Agramonte, y donde predominaban sentimientos anexionistas, lograron que se proclamara como enseña nacional la bandera alzada por López en la conquista de Cárdenas. La falta de apoyo de Estados Unidos hizo perder fuerzas al anexionismo, y la guerra iniciada en 1868 asumió un carácter nacionalista que sería determinante en 1895 bajo la inspiración de José Martí.

La timidez nacionalista de los historiadores de la República y el chovinismo de la era socialista han pretendido ocultar, como una mancha familiar que no debe ser expuesta públicamente, los orígenes ideológicos de la nacionalidad cubana. El independentismo cubano ha sido la radicalización y abandono del anexionismo, y esta palabra ha devenido en el equivalente de un insulto cívico. Pero esa idea estuvo siempre presente en muchos cubanos desde la temprana fecha de 1820, con la Conspiración los Rayos y Soles de Bolívar que pretendía colocar a Cuba bajo el gobierno de Colombia; la Conspiración de la Gran Legión del Aguila Negra, cuyas raíces estaban en las pretensiones de México; ideas a las cuales se opuso el poeta nacional José María Heredia. La fuerte corriente de unir la isla a los Estados Unidos desconocía la advertencia en contra de José Antonio Saco, quien había apuntado: "La anexión en último resultado no sería anexión, sino absorción de Cuba por los Estados Unidos". Y agregaba: "Yo desearía que Cuba no sólo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no angloamericana".

La bandera de la estrella solitaria dentro del triángulo rojo, nacida anexionista, se ha convertido en el estandarte de aquella esperanza de hacer de Cuba independiente, libre en sus instituciones, rica, ilustrada y moral. El estandarte de un país donde se respeten y protejan los derechos humanos, donde no haya lugar ni para dictadores ni para caudillos mesiánicos salvadores supremos de la Patria. Hoy sigue siendo un sueño aquel contenido en los versos de Bonifacio Byrne, de verla ondear siempre sola sin que la acompañe un trapo multicolor como el del septembrismo de Fulgencio Batista, el rojinegro de Fidel Castro o el pabellón rojo de la hoz y el martillo de los comunistas: "Que no deben ondear dos banderas / donde basta con una: la mía".



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