El comercio de la palabra
Tania Díaz Castro
LA HABANA, mayo - En las mesas redondas, que se ofrecen por la televisión cubana para convencer a todos que es en Cuba donde Elián González Brotons -el niño naúfrago- debe estar, los periodistas oficiales hacen gala de estar bien informados y mencionan a
cada momento distintos artículos de la prensa estadounidense: el New York Times, el Washington Post o el Miami Herald. Sin embargo, a los periodistas independientes -calificados por el régimen como lo peor en todo sentido- no se nos permite recibir la prensa extranjera, que es
decomisada antes de salir de la Aduana.
Mucho menos podemos escribir en los medios de prensa. Tampoco participar de talleres de periodismo investigativo auspiciados por la revista Bohemia, que entre otros temas de interés tratan de reunir criterios sobre el periodismo que se hace en este momento en Cuba.
Los miembros de ese taller han sido seleccionados rigurosamente. Sólo participarán los incondicionales que con más vehemencia defienden al régimen castrista, aqullos que son ejemplo de absoluta fidelidad.
Todos, unos y otros, ejercemos la profesión de la palabra escrita y aunque los independientes seamos catalogados de gozar de una buena salud económica, la ayuda que recibimos es bastante humilde en comparación con la política de precios fijada por el gobierno cubano
sobre los productos de primera necesidad. Poseemos, eso sí, valor para escribir; pues con ello ponemos en riesgo nuestra propia libertad.
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