Merolicos bajo el terror
Tania Díaz Castro
LA HABANA, mayo - Aunque la cafetería del hospital habanero Calixto García apenas funcione, ha aumentado la represión policiaca contra vendedores ambulantes que resuelven el problema de la ausencia de vituallas para todo aquel que visita dicho centro.
No importa que los acompañantes de los enfermos ingresados se quejen y anden como locos buscando algo de comer. Un capitán de la Policía Nacional, de piel blanca, rubio, de mediana estatura y con un defecto visual, se ha destacado últimamente por el terror que infunde
a los que venden cucuruchos de maní, turrones caseros, pasteles de guayaba o café de manera oculta, pues no gozan de licencias según la ley de comercio privado.
A cualquiera sorprende el oficial, y después de decomisarle la escasa mercancía que poseen los "merolicos" (vendedores ambulantes) les impone multa desproporcionadas de hasta mil 500 pesos por vender estos productos, que tienen una gran demanda popular y no los oferta el
Estado en sus instalaciones de moneda nacional.
A un anciano vendedor de maní el policía le gritó que lo mandaría al Combinado, prisión del Este habanero, si lo volvía a ver en la puerta del hospital.
Los comentarios aumentan alrededor del capitán, quien se ha empeñado en que ni los enfermos ni sus acompañantes disfruten de alguna golosina o de una tacita de café caliente durante las largas horas de espera en las consultas o en las salas de ingreso.
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