María Márquez. Publicado el miércoles, 10 de mayo de 2000 en El Nuevo Herald
Solía llamarme ``mi querida niña'' cada vez que hablábamos por teléfono. Ella en Columbus y yo en Miami. A lo que le respondía: ``Mi querida jovencita''. Y de ahí en adelante, esta excepcional e inolvidable amiga que se llamó Elena Díaz-Versón
Amos compartía conmigo del mismo modo futuros proyectos de la organización Mujeres Luchadoras por la Democracia (Women Fighters for Democracy), de la cual era presidenta honoraria, que actividades, inquietudes y dolores de la sufrida Cuba. Todo un signo de vitalidad que viajaba a España
o a Chile, al punto más remoto de la geografía nacional o mundial, con una amplia sonrisa, una voz tremendamente tierna, un espíritu indomable y una inteligencia fuera de serie.
Segura de sí misma y de sus ideas y convicciones, Elena se convertía en el torbellino que igual sufragaba el entorno patriótico que el educativo, el cultural o el humanitario.
Pero lo trascendental de ella no era su dinero, siempre al frente de las mejores causas, sino su estilo. Ese estilo refinado, grande entre los grandes, que gustaba de hacer y dar sin recabar a cambio exhibicionismos. Ese modo de escuchar planteamientos ajenos con una óptica de especial
sabiduría y esa dulzura con que sus palabras cicatrizaban heridas y abrían puertas llenas de luz. Poseía un sentido agudo del humor e hizo de la palabra ``amor'' su propia filosofía. Cada una de las hermosas plantas que me obsequió, de los bombones que me hizo
llegar, de sus bufandas y gargantillas con las que deseaba que hiciera hincapié para aumentar mi ``elegancia natural'', como indicaba, iban impregnadas de la palabra amor, seguida por su nombre.
Su tradicional ``mucho love'', ``mucho amor'', estará presente en mi hogar hasta el último de mis días. Ella dio sentido a los reclamos de la organización que fundé hace años e hizo posible congresos, reuniones, ayudas, programas, becas, que de otro modo
no habrían encontrado sus metas finales.
Hace menos de un mes hablamos. Gladys, su inseparable prima, nos dejaba en nuestras charlas con su paciencia tradicional. Elena se mostraba feliz con los programas de nuestras luchadoras este año y hacía planes para estar aquí en Miami y degustar el sabroso bacalao a la
vizcaína, que tanto le gustaba, en nuestra compañía.
Esperaba por ella, cuando la voz de Gladys desde Columbus me arrebató, dramática y tristemente, la ilusión de volver a verla a causa de su gravedad.
Las fotos que con tanto amor me dedicó con sus hijos, sus nietos y su biznieta, estarán siempre en mi memoria, mi hogar y mi corazón.
A escaso tiempo del Día de las Madres, esta mujer un poco mamá de todos, esta mambisa de tiempos tecnológicos, la amiga del amor, nos ha hecho su última broma, dejándonos físicamente. Esta noche, posiblemente, hablemos en Columbus sobre el tiempo y el
espacio, allí en la galaxia divina que Dios le ha reservado, y me diga de nuevo: ``Mi querida niña''; a lo que yo le responderé: ``Mi querida jovencita''.
Periodista cubana, es presidenta y directora ejecutiva de la organización cívico-patriótica, Women Fighters for Democracy (Mujeres Luchadoras por la Democracia).
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