El peso sin ningún peso
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, mayo - Hace unos decenios, por allá por los años 30, cuando en Cuba alguien tenía una necesidad inmediata y necesitaba dinero se decía: "Tengo que resolver una peseta (moneda de 20 centavos de peso)". Más adelante la misma necesidad podía
enfrentarse con dos pesetas.
No era extraño en esa época escuchar decir: "Tengo que vender aunque sea viandas en una carretilla, para ver si me gano un par de pesetas".
Más tarde, hace unos años, las situaciones pecunarias se encaraban con par de pesos. Luego, esos mismos problemas se afrontaban con cuatro pesos, pero ya en la década del 60 se hablaba de "tener en el bolsillo veinte pesos" porque de lo contrario no se tenía
dinero para nada.
Después, y durante más de veinte años, si no se tenían cientos de pesos era muy difícil enfrentar los retos cotidianos.
Ahora, y hace más de un lustro, la frase es: "Tengo que empatarme con unos dólares sino no puedo hacer ni...", ahí la frase termina de manera sonora.
Todo eso quizás esté encerrado en las conocidas terminologías "inflación", "aumento de la carestía de la vida", y "descenso de la calidad de vida", pero parece que refleja más un abandono del deseo social de ir hacia
adelante, un abandono intrínseco de valores nacionales.
Aunque algunos billetes cubanos siguen manteniendo el cartelito de "convertible en oro y todos los demás activos del Banco Nacional de Cuba", todo el mundo sabe que no sirven prácticamente para nada y que los Padres de la Patria, los que están grabados en esos
billetes -esto no es chovinismo- no tienen fuerza ni poder y ni siquiera pueden ayudar tímidamente a resolver, trabajando honradamente, las cosas primarias de la vida y otras muchas que en los actuales tiempos de la humanidad constituyen complementos fundamentales para la existencia de
cualquier persona.
No es difícil imaginar qué sucedería si, de pronto, los cubanos que residen en el exterior declararan una especie de moratoria y durante unos tres meses dejaran de enviar remesas a sus familiares dentro de la Isla. Creo que la vida de millones de personas se deprimiría,
y se vería presa de una seria contracción.
En las dádivas, por muy bien intencionadas y generosas que sean, se sabe que no puede sustentarse -no importa en qué medida- la existencia de muchas personas, porque eso es una especie de cáncer que va haciendo metástasis dentro del orgullo de una nación.
Elemento éste muy importante para creer en uno mismo, pero para eso lógicamente las personas tienen que tener derechos y oportunidades.
Guardo dos tomos de un libro editado por el gobierno de cuando éste decía que la llamada "Opción Cero" era inevitable. Ahí, entre otras muchas cosas plasmadas para "orientar" a las personas a sobrevivir de forma primitiva, se explica cómo
preparar perros y gatos para el consumo humano. Es como la antesala de las cavernas.
No es eso, por suerte, lo que nos amenaza actualmente. Pero el presente sí es económicamente muy agresivo, y política y socialmente demasiado truculento como para no percibir que en las actuales circunstancias no hay posibilidades de mejoría a nivel de pueblo. Sólo
cambiando las reglas del juego será posible darle "peso" a una participación general que posibilite el bienestar de la nación.
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