CUBANET... INTERNACIONAL

Mayo 1, 2000



Vida y miserias de Elián

Mario Vargas Llosa. El País. Domingo 30 abril 2000 - Nº 1458

En la tristísima aventura que lleva viviendo el niño cubano Elián González, desde que quedó abandonado en medio del Caribe a merced de los tiburones y fue salvado en extraordinarias circunstancias por un pescador que lo llevó a Miami, el gran triunfador ha sido Fidel Castro. Incluso quienes lo tenemos por uno de los más sanguinarios y repugnantes dictadores que haya producido la fauna autoritaria latinoamericana, debemos quitarnos el sombrero: en su cuatrigésimo segundo año de dominio absoluto sobre la desdichada isla de Cuba, el tirano más longevo del hemisferio occidental se las ha arreglado, manipulando con fría lucidez y escalofriante cinismo el caso de Elián, para que, por un buen número de meses, nadie hable de la satrapía en que ha convertido a su país, ni de la catastrófica situación económica que padece el pueblo cubano, sino del niño mártir y de la controversia jurídica y política en torno a su destino; para desprestigiar al exilio cubano, presentándolo ante la opinión pública internacional como intolerante, extremista e insubordinado contra la legalidad; y para acorralar a la justicia y al gobierno de Estados Unidos de tal modo que parezcan dándole la razón y actuando según sus designios. A esos extremos grotescos hemos llegado: Fidel Castro, defensor de la patria potestad y valedor de un pobre padre al que los bandidos nazi-fascistas de Miami querían robarle su hijo, y el gobierno y la justicia estadounidenses dándole la razón.

Sin embargo, en vez de indignarse, conviene tratar de examinar lo ocurrido con serenidad. Parece inútil, a estas alturas, recordar que, quien está en el corazón de esta historia, es un niño de pocos años, de padres divorciados, que ha vivido una de las más terribles experiencias que cabe imaginar -la fuga de Cuba en condiciones más que precarias, el naufragio y la muerte de su madre y casi todos los otros fugitivos, y las largas horas a la deriva en alta mar encaramado en una llanta-, lo que debería haberle ganado un mínimo de consideración y de respeto, pues es obvio que quien ha pasado por semejante trance, es un ser desgarrado, con un profundo trauma como secuela por delante. Pero no ha sido así, y desde un primer momento, Fidel Castro primero, y, luego, el exilio de Miami, vieron en el niño un instrumento que podía ser utilizado en la lucha política para ganar puntos contra el adversario. Error fatal del exilio, que cayó ingenuamente en la trampa tendida por el dictador, fue aceptar una puja política sobre un asunto que debió confinarse en el estricto plano jurídico. Como cabía suponer que el principio de la patria potestad, universalmente aceptado, prevalecería a los ojos de la justicia, era imprudente y riesgoso convertir a la tesis del arraigo de Elián en Estados Unidos en una bandera de la lucha contra la dictadura, porque esa batalla era difícil, para no decir imposible, de ganar. Eso es lo que ha ocurrido hasta ahora, y probablemente se confirme cuando el tribunal de Atlanta dé su veredicto definitivo: que Elián vuelva con quien ejerce sobre él ese derecho incuestionado de la paternidad.

Que esta solución fuera previsible, y ajustada a ley, no quiere decir que sea justa. Yo creo que es injusta e inmoral, porque, dadas las particularísimas circunstancias del caso del niño cubano, a quien el tribunal de Estados Unidos va a entregar a Elián no es a su padre, sino a Fidel Castro, que es la única persona que ejerce de verdad la patria potestad sobre todos los cubanos de la isla de Cuba, como lo explicó, en un artículo admirable refutando el libelo propagandista que escribió García Márquez sobre este tema, el historiador Manuel Moreno Fraginals. Pero ésta es una verdad ética y política, y los tribunales de los países democráticos no juzgan en función de realidades políticas y morales, sino de leyes, aunque éstas contradigan y hagan escarnio de aquéllas, como ha sucedido en este caso. Con su buen olfato de animal político que nunca se ha apartado del designio central de su existencia -permanecer aferrado con uñas y dientes al poder absoluto del que disfruta hace más de cuatro décadas- Fidel Castro advirtió el excelente provecho que podía sacar de Elián y se puso en acción.

Para saber que su designio no era la defensa de la niñez desvalida, basta echar un vistazo a su prontuario. Hace apenas siete años, en 1993, el dictador cubano, sin que lo turbara el menor escrúpulo moral, mandó hundir el remolcador Trece de Marzo en el que trataba de huir de la isla un buen número de cubanos indefensos, y entre las víctimas perecieron cerca de una docena de niños, algunos de ellos de pocos meses. Y el escritor cubano César Leante acaba de dar testimonio, citando el ejemplo de sus propios hijos, sobre la suerte de niñez y adolescencia que depara el régimen castrista, con sus escuelas regimentadas, campos de trabajo obligatorio, servicio militar de tres años y aventuras militares internacionales para satisfacer la megalomanía del líder. Así que cabe poner en duda que la formidable movilización desatada por Fidel Castro hace meses en "defensa" de Elián González obedezca a sentimientos altruistas suyos en favor de la paternidad. En verdad, era una maniobra psicológica de distracción en el frente interno, y una astuta provocación al exilio de Miami para inducirlo a adoptar unas posturas y actitudes que dañaran su imagen y parecieran confirmar los rasgos de extremismo y cerrazón con que lo describe la propaganda castrista. En ambos objetivos, el dictador ha triunfado en toda la línea.

Desde el exterior, los mítines multitudinarios que se llevaban a cabo a diario, por toda la isla, reclamando el regreso de Elián, daban la misma lastimosa impresión que esas grandiosas manifestaciones populares estalinistas, hitlerianas, maoístas, o de Kim Il Sung, que pretendían mostrar la compacta unidad política de un pueblo uniformado detrás del líder máximo, y en verdad mostraban la absoluta servidumbre y regimentación de una sociedad, despojada de la más insignificante cuota de libertad, iniciativa y espontaneidad, convertida en un ejército de autómatas, y actuando ciegamente en función del miedo, la propaganda, el servilismo y las consignas del poder. Pero, es probable que, desde adentro, el espectáculo adoptara otro cariz y que, machacados por la información unilateral incesante y demagógica de todo un sistema mediático orientado a la manipulación psicológica del pueblo, muchos cubanos se tragaran los embustes oficiales y salieran a manifestarse de buena gana, en contra de los "secuestradores" de Elián y a favor del pobre padre despojado de su hijo. Si hasta destacados poetas, y un Premio Nobel, pusieron su pluma al servicio de semejante farsa ¿qué cabe esperar del desorientado cubano del común, sin otras fuentes de información que las que destila sobre él la propaganda del régimen? Durante varios meses, el hambre, las miserables condiciones de vida, la indigna condición de cautivos políticos, y la falta total de libertades y garantías ciudadanas, pasaron a segundo plano, para ese pueblo movilizado en zafarrancho de combate "por la liberación de Elián".

¿Por qué respondió el exilio a esta maquiavélica provocación pretendiendo retener al niño en Miami a como diera lugar, aun en contra de los tribunales y la administración de Estados Unidos? En muchos casos, sin duda, por un genuino sentimiento de solidaridad con la madre de Elián, que perdió la vida tratando de que su hijo viviera como un ser libre, y por cariño hacia el desventurado niño. Pero, en muchísimos otros, por desesperación y frustración, ante un régimen que, pese a haber arruinado el país y haberlo convertido en un campo de concentración, parece más inconmovible que nunca, con una comunidad internacional cada vez más indiferente a la suerte de los cubanos, y que, resignada a Fidel Castro como a una alimaña ya inofensiva para todos los demás (salvo el pueblo cubano), lo ayuda a sobrevivir, enviándole masas de turistas y dólares, o montando allí industrias que aprovechan el trabajo esclavo que el régimen les ofrece, y reclamando el fin del embargo estadounidense porque ¿por qué negarle a la dictadura cubana lo que se concede a la dictadura china o vietnamita? Yo entiendo muy bien la atroz sensación de impotencia y de rabia que debe a veces abatirse sobre esos cubanos que, en el exilio, sienten que se pasan los años y que sus esfuerzos para minar y acabar con la tiranía que asola a su país son inútiles, que el siniestro tiranuelo sigue allí, indemne e insolente, sin ceder un milímetro en lo que concierne a la represión y a las libertades públicas, o a los derechos humanos, y que son ellos quienes, más bien, envejecen, o mueren, con la horrible sensación de la derrota.

Pero la lucha política no debe ceder jamás a la irracionalidad y a la mera pasión, sin que se desnaturalicen los ideales y los principios. La superioridad del exilio sobre la dictadura es que ésta está erigida sobre la arbitrariedad y la fuerza y que aquél defiende un sistema de libertad y de legalidad, en el que los derechos humanos están protegidos y el interés general se define por un sistema jurídico que las autoridades libremente elegidas tienen la obligación de hacer respetar. Los exiliados de Miami que, en un insensato desplante, se negaron a acatar las decisiones judiciales y administrativas que ordenaban entregar a Elián a su padre, no sólo cometieron un error político; hicieron un daño a su causa, privándola de su mejor justificación, que es el respeto a la legalidad, base del sistema democrático. Este respeto no puede estar subordinado a la justicia de una causa, pues, si así fuera, lo que terminaría por imperar en la sociedad sería el caos, la anarquía y esa arbitrariedad que es el mejor caldo de cultivo para las dictaduras.

La conducta del gobierno norteamericano en este asunto ha sido bastante penosa, sobre todo la noche del 22 de abril, cuando, con el agravante de la nocturnidad, mandó asaltar la casa de los parientes de Elián en Miami a un comando encasquetado y armado como si fuera a tomar a sangre y fuego un cubil de terroristas. Lo ha dicho de manera inmejorable un columnista de The New York Times, William Safire: lo ocurrido allí "ha desprestigiado a Clinton, indignado a los moderados y degradado a Estados Unidos". Por eso, las encuestas muestran que, aunque una mayoría de norteamericanos estaba a favor de que Elián fuera entregado a su padre, una mayoría aún mayor condena por excesivo el despliegue de fuerza bruta empleada para capturar al niño y llevarlo a Washington. La fotografía del soldado robotizado apuntando un enorme fusil ametralladora a un Elián aterrado, que se encoge en los brazos del pescador que le salvó la vida, perseguirá a Clinton tanto como su propensión a bajarse los pantalones delante de las secretarias de la gobernación de Arkansas y de la Casa Blanca, seguramente contribuirá a la derrota del Partido Demócrata frente a los republicanos en las próximas elecciones, y acaso impida a Hillary Clinton ganarle al alcalde Giuliani la senaduría por New York que ambos disputan. No deja de ser paradójico que un Presidente bajo cuya administración Estados Unidos ha alcanzado la mayor prosperidad económica en su historia, sea recordado, en el futuro, sobre todo, por propasarse con las oficinistas a su servicio, y por mandar un truculento comando militar a capturar como si se tratara de un asesino de alta peligrosidad a un niñito de pantalón corto, en una casa donde el FBI no encontró una sola arma, a la que no protegía un solo guardaespaldas y donde nadie opuso la menor resistencia física a la incursión militar. Cuando, loco de contento por lo sucedido, Fidel Castro proclamó que aquella noche había sido la primera, en cuarenta años, en que Estados Unidos y Cuba habían vivido una tregua y un acercamiento, dijo una inquietante verdad.

Toda esta penosa historia ilustra, de una manera muy vívida, una antigua realidad: las dictaduras tienen unas ventajas indiscutibles sobre las democracias cuando se trata de dirimir diferencias sobre el terreno de la legalidad, una legalidad que impone unas reglas de juego que éstas se hallan obligadas a respetar y que limitan su accionar, pero que aquellas no respetan en absoluto salvo en los casos concretos en que favorecen sus tesis. En el caso de Elián se ha visto con meridiana claridad cómo la ley, dentro de una sociedad democrática, podía servir los intereses de un inescrupuloso sátrapa, que se ha servido de ella para infligir un revés a sus adversarios y darse, por un momento, un baño de legitimidad. La patria potestad es respetable, aún cuando en este caso sólo sirva para darle un poco de oxígeno al totalitarismo cubano y para debilitar la imagen política del exilio de Miami.

¿Cuál será el destino de Elián, si regresa a Cuba? No es difícil imaginarlo. Por un tiempo, mientras Fidel Castro pueda sacarle todavía algún provecho político, la mojiganga continuará. El niño pródigo será objeto del embeleso popular, el pajecito del régimen, y su fotografía, sonriendo en brazos del Comandante regalón -acaso mesándole cariñosamente las barbas con sus manitas- ante una multitud que brinca y aúlla de felicidad, dará la vuelta al mundo, y acaso un destacado escribidor con muchos lauros dedique un elaborado reportaje a mostrar el precioso trabajo de orfebrería psicológica en que un puñado de maestros, analistas y doctores de la Revolución, lleva a cabo para devolver al pionero Eliancito el equilibrio mental y emocional luego de las tormentosas pruebas a que lo sometió la gusanería instrumentada por el imperialismo. En su bellísima casa con piscina, Elián tendrá la impresión de que en Cuba se vive con más comodidades y opulencias que en Miami y disfrutará mucho cuando, en los desfiles, en la tribuna de honor, los manifestantes lo saluden y coreen su nombre. Hasta que, más tarde o más temprano, Elián, acaso niño todavía, acaso adolescente, dejará de servir al gran histrión y su vida experimentará otro de esos cambios radicales que la jalonan desde que nació: el regreso al anonimato, a la grisura y la escasez y la falta de horizontes que es el destino compartido de la inmensa mayoría de sus compatriotas, y a la abulia y la resignación que permiten sobrevivir dentro de las sociedades estupradas por un dictador. O, quién sabe, a la silenciosa y creciente rebeldía que lleva a muchos de sus compatriotas a actos tan temerarios como militar en un grupo de derechos humanos, o de información, lo que puede conducirlo a la cárcel, o, incluso, a treparse a una balsa de fortuna y lanzarse una vez más al mar, como hizo su madre con él en brazos años atrás, dispuesto a todo -a morir ahogado o devorado por los tiburones- con tal de escapar de esta patria avasallada a la que lo devolvieron, en estricta aplicación de la ley, jueces, gobernantes y soldados de la más poderosa democracia del mundo.

© Mario Vargas Llosa, 2000.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SA, 2000.

[ TITULARES ] [ CENTRO ]

SECCIONES

NOTICIAS
...Prensa Independiente
...Prensa Internacional
...Prensa Gubernamental

OTROS IDIOMAS
...Inglés
...Alemán
...Francés

INDEPENDIENTES
...Cooperativas Agrícolas
...Movimiento Sindical
...Bibliotecas
...MCL
...Ayuno

DEL LECTOR
...Cartas
...Debate
...Opinión

BUSQUEDAS
...Archivos
...Búsquedas
...Documentos
...Enlaces

CULTURA
...Artes Plásticas
...Fotos de Cuba
...Anillas de Tabaco

CUBANET
...Semanario
...Quiénes Somos
...Informe 1998
...Correo Electrónico


CubaNet News, Inc.
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887