No habrá más misas en
favor de los presos políticos
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, marzo - La misa terminó de forma acostumbrada. Sin
embargo, el miércoles 22 de marzo, al concluir la homilía, el
Padre Oscar Pérez pidió a los feligreses que se mantuvieran
sentados pues deseaba decir algo.
Acto seguido el sacerdote expresó que emisoras de radio
latinoamericanas y fundamentalmente de Estados Unidos estaban diciendo de forma
continua que la iglesia de Santa Bárbara era la iglesia de la disidencia
cubana, que eso no era cierto, que la iglesia era para unir, no para dividir.
Agregó que las autoridades gubernamentales se habían quejado a
las autoridades eclesiásticas de la presencia todos los miércoles
en ese templo de miembros de la disidencia, y que las misas en favor de los
presos políticos ya no se iban a efectuar más.
Esa era la cuarta misa en favor de los presos políticos y de
conciencia que se realizaba durante este mes de marzo en la iglesia de Santa Bárbara.
En ese momento se encontraban en el sagrado recinto cerca de sesenta miembros
de la oposición pacífica al régimen de Fidel Castro, a la
vez que también era notoria la presencia de la policía política.
Tras la información del sacerdote ni siquiera se escuchó una
voz que manifestara una queja. Ni durante esa misa, ni en ningún otro
momento, los opositores que allí asisten -que son cristianos- han
cometido ningún acto de indisciplina contra la Iglesia. Sólo después
de lo narrado, escuché fuera del templo a alguien decir: "Me parece
que también la Iglesia es de Fidel Castro".
Nadie, me refiero a los opositores, esperaba ese proceder de la Iglesia.
Todo el mundo sabe que la Iglesia no es un partido político, pero la
Iglesia a su vez sabe perfectamente que los opositores políticos al régimen
de Fidel Castro son perseguidos y acosados constantemente, y es lógico
por lo tanto que se piense que en la casa de Dios todos somos iguales.
Porque esa Iglesia es la Iglesia de Pedro, que hablaba del Reino de Dios,
que predicaba el amor entre los hombres, la caridad en nombre de Cristo y de la
fortaleza en el dolor.
Echar, porque en la práctica fue así, a los disidentes de la
iglesia y no oficiar más misas en favor de los prisioneros políticos
y de conciencia está muy alejado -no cabe dudas- del sentir de aquellos
cristianos que dibujaban un pez sobre la arena, y que tenían que reunirse
secretamente en las afueras de la ciudad de Roma.
Sin querer comparar los sufrimientos de los cristianos de hace 2 mil años
con las penalidades de los opositores al régimen de los comunistas de
Cuba, se puede decir que éstos últimos tienen el derecho de pensar
que la Iglesia puede ser, si no un santuario al menos un lugar del cual no se
arroje a nadie a los leones.
Me parece que no está entre las enseñanzas de Cristo rehuir el
mal y abandonar al necesitado. La actitud de la Iglesia Católica en
Nicaragua, en El Salvador y Polonia, por sólo citar tres ejemplos, así
lo demuestran. Creo firmemente que la Iglesia, más que una institución,
es una gran fuerza moral. Y la moral, aunque en algún momento pueda
equivocarse, siempre encuentra su cauce. Recordemos que Pedro negó tres
veces a Cristo.
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