CUBANET ...INDEPENDIENTE

14 de marzo, 2000



De la necesidad de los individuos grises en la Democracia

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, marzo - Los pueblos en algún momento de su personal historia han tenido la necesidad de estar representados por una personalidad carismática. Son momentos de crisis en que un líder es el símbolo inconsciente que todos necesitan; especialmente aquellos pueblos débiles que no saben soportar el sabio peso de la Unidad. Sin embargo, ningún caudillo o líder se ha convertido en "jefe" por sí mismo. Rodeado inicialmente por un selecto grupo de secuaces que cultivan su CARISMA, a su debido se convertirá en una necesidad para las masas, que por épocas y circunstancias específicas aceptan el rápido pero complejo proceso de la despersonalización. Y el quid de la cuestión pudiera radicar en que la mayoría de las gentes tienen expectativas que no se corresponden con su tiempo biológico (me refiero a una etapa de la conciencia más avanzada que nuestra presente humanidad). Y de esta pretensión surge un falso enfoque que nos impide racionalizar que nuestra presente civilización -biológicamente- aún transita por la barbarie. Y nos creemos unos hermosos seres humanos civilizados, cuando en realidad todavía somos una especie en proceso de formación. Y palabras como HUMANIDAD, CIVILIZACIÓN y CONCIENCIA (como acabo de utilizar), son eufemismos que ocultan el lado oscuro de nuestra naturaleza. De todos modos, bastante bien estamos. Podríamos estar mucho peor, por ejemplo: que ya nos hubiéramos exterminado los unos a los otros.

Volviendo al tema principal, les digo que son pocos los pueblos que en la Historia hayan podido prescindir de un personaje carismático que los avasalle. Son etapas sociales que han necesitado de un "guía". En tal sentido, han sido momentos en que a la sociedad se la podría comparar a esos animales que viven en manadas y necesitan del líder que los guía. En esos momentos, los pueblos son inmaduros y no tienen capacidad para valorar el imperio de la Ley. En su oscura ignorancia prefieren al Líder que los someta porque aún no están preparados para vivir en la VERDAD. Pero por suerte ya se sabe que por muy buenas que sean las intenciones políticas de un líder, cuando pasa demasiado tiempo encima de la Ley termina por cometer errores irreparables. A fin de cuentas, el líder no es el conjunto de las leyes que conforman a un Estado, sino un simple ser humano, limitado física e intelectualmente.

En este artículo por poco hubiera escrito que los anglosajones son un grupo humano superior a la media mundial. Pero no. Los ingleses, por ejemplo, continúan necesitando de una figura carismática: la Reina. En este sentido, los Estados Unidos del Norte sí han demostrado ser un país de individuos libres. Para confeccionar su sociedad no hizo falta que Washington y Lincoln se convirtieran en Dictadores. Por eso, el hombre gris es necesario, porque siempre se encontrará por debajo de la Ley. Mientras que la naturaleza esencial del personaje carismático radica en estar siempre por encima de la Ley. El es la Ley. "El Estado soy yo", declaraba en su momento el rey francés Luis XIV; para añadir, poco antes del fin de su reinado: "Después de mí, el DILUVIO".

Las actuales monarquías, que han sobrevivido a las grandes revoluciones, por ejemplo España e Inglaterra, tienen resuelto por ahora el problema de la necesidad de figuras carismáticas, y al mismo tiempo, gozan de los beneficios de una democracia parlamentaria.

Pero para continuar en nuestra idea, ahora imaginemos que cada vida humana es una película privada. Y si en el mayor por ciento de los casos no nos aburrimos de vivirla es porque cada uno de nosotros es el líder indiscutible de su mundo interior. Nuestro único peligro, comparándolo con un GOLPE DE ESTADO, sería la locura o el suicidio. Así que la dictadura de nuestra personalidad siempre estará menos amenazada que las dictaduras exteriores que constantemente tienen que probar la realidad de su liderazgo, especialmente si se trata de un liderazgo que no es el resultado de una TRADICIÓN, como ocurre con las monarquías y centros de poder religiosos.

¿Quién negará que una película que carezca de protagonista sería de lo más aburrida? Porque el protagonista es el líder indiscutible (para bien o para mal) en el marco de la película. Y de él esperamos cualquier cosa que determine su singularidad. Les digo que aún estamos en una etapa de nuestra propia historia en que no nos hemos liberado del mecanismo inconsciente de la manada. No disponemos de una verdadera individualidad, y por lo mismo, tenemos una necesidad -casi biológica- de polarizar en un personaje carismático nuestro amor o nuestro odio.

También es posible establecer una comparación biológica de la sociedad con las etapas vitales del cuerpo humano: nacimiento, infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Y me atrevería a situar el tiempo histórico de la Cuba actual en la zona final de la juventud.

Mientras tanto, y mientras nos preparamos para arribar a la madurez, seremos testigos de cómo, en los próximos meses, el presidente norteamericano William Clinton abandonará la Casa Blanca y no habrá necesidad de que suenen los disparos de bala del miedo a la libertad.



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