CUBANET ...INDEPENDIENTE

9 de marzo, 2000



El extraño caso de los casos extraños

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, marzo - Degenerados humoristas del país, tan locos como para proclamarse en público amigos de este periodista independiente, acostumbran a decir cuando se pasan de tragos que esperan ver el advenimiento del año 2030 sentados frente a un equipo de televisión futurista. Su programa preferido -afirman- será verme entrevistado. Me pronostican un destino de cuentero viejo, relator de fabularios del tiempo del picadillo de soya.

Quién sabe qué pasará. Entretanto, no parece necesario esperar al 2030 para contar anécdotas tropelosas y desencajadas. En pleno 2000 me pregunto cómo es posible encontrar entre las angosturas del Cuchillo de Zanja a una jinetera de las de chuparse el dedo... sordomuda. El Buzo de la Cajita recorre los tanques recolectores de la basura de mi barrio y, a la altura de ciertos predios habaneros, una secreta cofradía de lesbianas juega al ajedrez... encueritas en pelota. La Habana, en su imagen de gran vedette sobreviviente al bombardeo, anida un infinito rosario de casos extraños. Algunos llegan a mi mesa, servidos al socaire de un café que entremezcla los avisos de peligro y el aroma del néctar negro de los dioses blancos.

El primero de esos casos extraños me sacó de la cama una mañana, aunque sus señales intrigantes ya habían llegado la noche anterior. Un hombre de unos treinta años, sucio, sin afeitar, de ojos locos, de esos ojos locos de cuando por sobre el hombro nos llama una palmada -al decir de César Vallejo- tocó a mi puerta para presentar la denuncia de una supuesta violación de derechos humanos. Decía ser un ex agente de la Seguridad del Estado que rompió sus lazos con ella y, que al ser perseguido por ésta, buscaba protección, conocimiento público de los abusos por los cuales pasaba. En su relato abundaban las violaciones contantes y sonantes de la legalidad cubana, por lo que le propuse redactar una denuncia formal a la Fiscalía General de la República, presentarla delante de mis ojos ante esa institución y, sólo entonces, divulgar los hechos abusivos. En principio accedió. Pero no retornó. Quince días después del tenebroso relato, mi esposa le vio ocultarse de ella. Viajaba el individuo en un auto de matrícula estatal; iba limpio, afeitado, pulcramente vestido. No había la menor huella de su antaña desesperación.

Cuatro casos similares pasaron por mi mesa de trabajo en meses sucesivos. Idénticas, casi idénticas narraciones de abusos y victimaciones; idéntica proposición y muy parecidos resultados. Hasta mi esposa acuñó una frase de su barrio de negros de La Ceguera para describir la tipología de los personas. Entonces, la mano oculta que me lleva al despacho los casos extraños subió la parada, nada menos que con un desalojo de escándalo y de ocurrencia real, pero cargado de documentos aparentemente probatorios de una injusticia cometida contra inocentes ciudadanos. Nada de juego: consta violencia, reclamación a las alturas del poder y corre-corre de letrados. Pero nadie, ni siquiera el abogado que en representación de las víctimas lleva el caso, acepta confirmar los papeles probatorios de la barbaridad. El promotor de la denuncia es hombre de sobrados recursos y buenas relaciones en la Isla, como cuadra a quien tiene dineros invertidos al amparo de la Ley de Inversiones Extranjeras. Por ello, recordé una tarde sabatina de vinos sabrosones del mercado negro, y a mi viejo maestro Néstor Baguer, las mejillas sonrosadas de los tragos, diciendo con aire sentencioso que los periodistas independientes somos la voz de quienes no tienen voz. ¿Por qué -en este extraño caso- un señor extranjero y de bolsillos llenos, bien afincado a la teta de nuestro inversionismo tropical y cumbanchero, iba a presentar sus quejas al ostracido periodista independiente Manuel David Orrio? ¿Por qué no a Reuters, CNN o AFP?

"La tapa del pomo", decimos en castellano de Cuba, llegó a finales de febrero. Después de un mes de reposo periodístico por razones de salud, mi artículo "Dios, Elián y la mala leche" avisó de mi retorno al fárrago cotidiano. En él, una breve referencia al Sahara Occidental, la única mención de esa zona del planeta en toda mi carrera. Pues bien, casi al mismo día de su difusión en CubaNet, un diz que estudiante sarahuí tocó a mi puerta para relatarme su extraño caso. Paciencia, Dios mío. ¡Cuánto echo de menos aquellas madrugadas de café y cigarrillos uno tras otro, junto a mi hermana la pedagoga independiente Miriam García Chávez, hoy en exilio! Hubiéramos interrogado a El Tarot, y la luz de "los muertos" de Miriam habría iluminado a estos extraños y oscuros casos. Por eso, inolvidable Lalo, la última de tus fotos en mis manos acompaña a una pintura de amantes suicidas, a la izquierda de mi mesa de trabajo.

Trato de comprender a este extraño caso de los casos extraños. Me resisto a creer que oficiales de la Seguridad del Estado como Arístides, Michel o Isidro -a quienes siempre he reconocido calidad de adversarios- jueguen cartas cuyas marcas se ven tan a simple vista. Quiero pensar que el peso de una cierta notoriedad atrae a personas como los protagonistas de los casos extraños, que en verdad no me molestan, porque ya me están jodiendo.



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