Los albergues, un caos social
Claudia Márquez Linares, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, marzo - Uno de los aspectos más críticos de la situación social en Cuba es la vivienda. Es en este sentido donde categóricamente se podría afirmar que el socialismo no ha podido mostrar ningún logro. En realidad, resulta todo lo contrario.
Claro está que en un debate sobre este tema con un partidario del régimen, éste diría que se han levantado muchos poblados y que campesinos que antes vivían en miserables bohíos con piso de tierra hoy habitan en casas de mampostería. Esto es
cierto, pero no refleja toda la realidad.
La política del gobierno, en su discurso oficial, ha dicho que se ha priorizado la industrialización, y que la situación habitacional podía esperar. Casi se concebía como un lujo destinar los cuantiosos recursos necesarios para construir viviendas.
Durante todas estas décadas, unido al muy insuficiente ritmo de construcción de inmuebles, ha venido ocurriendo un progresivo deterioro de las edificaciones existentes. Agréguese el hecho de que la población ha ido creciendo. Esto trae como consecuencia que sea cada
vez mayor el número de familias que viven en condiciones de hacinamiento.
Es conocida la difícil situación que presenta la ciudad de La Habana en cuanto al estado de sus viviendas. En general, más del 60% están en mal estado. Hay municipios en que la situación es aún más deplorable. Es frecuente la ocurrencia de
derrumbes parciales o totales que han implicado la pérdida de vidas.
La llegada del período especial y el empeoramiento sustancial de la economía cubana agravó este fenómeno. Si siempre fue insuficiente el número de viviendas construidas cada año, ahora éste es menor. Las prioridades del gobierno siguen siendo
otras.
Mientras este problema se agudiza, los cubanos ven edificarse con rapidez y de manera creciente lujosos hoteles a todo lo largo y ancho de la Isla.
Para ofrecer una solución a este asunto, las autoridades han recurrido a los llamados albergues, cuyo número ha aumentado en los últimos años, aunque todavía no son suficientes. Estos albergues han sido construidos para que cada núcleo familiar tenga una
habitación. Los servicios sanitarios son colectivos al igual que las cocinas. No es difícil comprender la incomodidad y la falta de privacidad que esto representa para las familias que se ven obligadas a vivir en semejante situación. En Ciudad Habana, por ejemplo, se encuentran
albergadas miles de personas. En el municipio Habana Vieja existen cuatro albergues, cinco en Centro Habana y tres en el Cerro.
Durante el mes de enero en Habana Vieja sólo fue entregada una vivienda a una familia albergada. Este municipio es el que posee la situación más crítica, pues gran parte de sus moradores continúan viviendo en edificios declarados inhabitables, o sea, en peligro
de derrumbe. Es fácil predecir que ante esta lentitud de entrega de apartamentos o casas aún pueden perder la vida decenas de personas.
Años atrás existían en La Habana las famosas "posadas", que servían como lugar de cita para las parejas que deseaban algunas horas de privacidad. Actualmente casi todas han pasado a ser albergues para damnificados.
Como ejemplo de las condiciones en que se vive en estos lugares podría citarse el Casino Deportivo, perteneciente al municipio Cerro, situado en calle 9na. 1717. Esta es una casa moderna de dos plantas, con dos baños y dos locales para elaborar los alimentos. Está habitada
por seis familias, y su capacidad es mucho menor. Aún así es considerado como uno de los de mejores condiciones.
Ser un albergado no significa que se esté próximo a recibir una vivienda. En el albergue antes mencionado existen familias que llevan ocho años esperando por su casa.
Sería necesario hacer un estudio sociológico para ilustrar todo lo que implica para estas familias tener que albergarse. Por eso, muchos prefieren que sus casas le caigan encima y hasta se resisten a abandonarlas aún próximas a derrumbarse. Tan terrible es la vida en
los albergues, un verdadero caos social. Es obvio que un gobierno que no es capaz de proteger a la familia no puede ser considerado como eficiente.
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