La complejidad del ajo
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, marzo - Una señora anciana comentaba ayer mismo en la esquina sobre la distribución de venta del ajo.
Algo así de tan simple puede parecer un tema inocuo y falto de importancia, pero puede estar seguro de que ése es uno de los problemas más espinosos de la situación de la vida cubana en el presente.
Hace unos años los productos agrícolas se vendían en establecimientos destinados a la distribución por parte del Estado.
Hoy ya no resulta así: los vegetales y las viandas hay que comprarlos en los mercados agropecuarios, donde el precio está en concordancia más que con la demanda con el costo de producción y de comercialización.
Este cambio produjo un desajuste en la economía familiar cubana que hoy, y sus efectos siguen golpeando al cabo de más de cinco años.
Nadie escapa a ellos, ni siquiera a aquéllos que tienen FE -familia en el extranjero- y reciben remesas de dólares con cierta frecuencia, aunque la situación para este sector de la población que sólo cubre un 40% del total sea una vía socorrida.
Por eso, el comentario de la anciana, posiblemente no incluida en el 40% de los "happy few", era más punzante.
Oportunidades existen para hacer más llevadera la vida, si cuenta con la ayuda de los verdes -sin aludir precisamente a militantes de algún partido ecologista-, me refiero a los dólares.
Si una cabeza de ajo cuesta de 1.50 a dos pesos, un ají pimiento de uno a dos pesos, unas cebollas de cinco a doce, ¿qué dejar para el resto de las necesidades con un sueldo mensual promedio de 198 pesos?
Hay que comer, vestir, calzarse y pagar determinados servicios indispensables. Entonces, el dilema está en cómo cubrir las necesidades más apremiantes, un asunto que preocupa a todos y posiblemente sea la causa de muchos infartos del miocardio, la enfermedad que provoca más
fallecimientos en Cuba.
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