Machismo y totalitarismo
Tania Díaz Castro, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, marzo - No hay nada más semejante al machismo que el totalitarismo. Hasta me atrevería a asegurar que ambos términos son sinónimos.
En el periódico Granma del 22 de febrero pasado apareció un breve artículo que hace referencia a la violencia doméstica en la Cuba de hoy. Señala el artículo cómo por primera vez en cuarenta años se reunieron sociólogos, psicólogos
y artistas, convocados por la Asociación de Radio, Cine y Televisión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba para ventilar -así dice la nota- la incidencia de la violencia doméstica.
Este trabajo periodístico plantea además la necesidad de que medios audiovisuales y otras manifestaciones artísticas y literarias traten este fenómeno social que se ha agudizado ciertamente en nuestro país a lo largo de estas últimas décadas.
Para ir al fondo y analizar sus causas, no debemos dejar de mencionar el hábito del alcohol, algo que también se ha incrementado. Pero más que el alcohol, pienso yo, habría que analizar el machismo que se prolifera como la verdolaga en el seno de nuestra sociedad.
Al comienzo del gobierno de Castro yo tenía veinte años. Mi primera juventud la viví en La Habana, y no recuerdo por aquella época haber visto tantas manifestaciones machistas entre los jóvenes; mucho menos en los adultos. No digo con esto que no haya existido.
Esta es una enfermedad casi mundial y bastante vieja por cierto. Se remonta a las prehistóricas cavernas, cuando el hombre arrastraba a la mujer por los cabellos.
Pero es indiscutible que nuestro machismo de hoy, tan evidente, tiene una razón, además de compleja, reveladora. El artículo de Granma dice, por ejemplo: "No hay diálogo entre ellos, pero a él la tradición machista le ha investido de poderes
absolutos: exige sumisión, obediencia ciega, que no se le contradiga".
En pocas palabras, tal vez sin que el autor se lo propusiera, explica en el artículo las características principales del Gobierno cubano.
¿Podríamos pensar entonces que un régimen totalitario que no dialoga con los disidentes y opositores, que goza de un poder absoluto, que exige rendimiento y servidumbre ciega, que nadie le lleve la contraria en nada, engendra en la sociedad igualdad de derechos entre los
sexos?
¿Acaso los sociólogos, psicólogos y artistas que participaron del evento tuvieron la valentía de cuestionarse este aspecto del problema? Es posible que no. Se refirieron, por ejemplo, a que en otros lugares del mundo la violencia doméstica es tratada en
organizaciones feministas, añadiendo que así es como "se limita y banaliza su apreciación".
Ni siquiera entraron a analizar que precisamente la única organización feminista que existe en Cuba, la Federación de Mujeres Cubanas, responde a un Partido que por cierto es machista y totalitario.
¿Podría ser ésta la clave del aumento de la violencia doméstica en el país, algo que se busca en debates a puertas cerradas y luego de cuarenta años de totalitarismo?
¿Pudiéramos aceptar como valiosas las conclusiones a que llegó el debate, referentes a la gran necesidad que hay de que los creadores cubanos logren sensibilizarse aún más acerca de la educación familiar?
Jamás llegarían a la raíz de estos lamentables hechos que apenas reciben divulgación. No recuerdo que el programa de la televisión "Día y Noche", que destaca los actos delictivos, haya proyectado alguna vez un guión basado en la
violencia doméstica como algo que caracteriza bastante a muchos de nuestros hombres, los que precisamente preconizan que todos deben ser como el Che.
Pensemos por último en nuestro discurso único, saturado de ofensas según convengan, de injurias, de palabrotas agresivas, de expresiones soeces, todo lo que se escucha en familia o entre amigos de calle.
Nada, que la violencia doméstica es un pálido reflejo de lo que ocurre más arriba: entre el cielo y la tierra.
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