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Junio 29, 2000



El embargo: antes y después

Maria Marquez . Publicado el jueves, 29 de junio de 2000 en El Nuevo Herald

Cuando Fidel Castro llegó al poder en Cuba, a nuestra islita se le conocía como la Suiza de América. Su economía era lo suficientemente saneada para ofrecerles a sus nativos un percápita superior a los de otras naciones centro y suramericanas. Aun, cuarenta y un años más tarde, casi en la destrucción absoluta, la Perla de las Antillas deja entrever vestigios de su adelanto económico, cultural y social de la época republicana, que no han logrado en la actualidad sus hermanas de América.

Aquellos recursos de toda índole de cincuenta y siete años de esfuerzo, tesón, capacidad y trabajo de la República, que parecían infinitos, fueron sustraídos hábilmente a las necesidades diarias y futuras del pueblo, para ser distribuidos entre grupos guerrilleros en decadencia o grupos incipientes, con la finalidad de subvertir la democracia en países de habla española y, una vez destruidas éstos, darle el ``jaque mate'' al ``odiado imperialismo yanqui'' --sueño dorado de Castro y sus discípulos.

Las formidables riquezas de Cuba no se emplearon en el desarrollo, el progreso ni el bienestar de su población, que iba en aumento, como era lógico. Porque ni entonces ni ahora al castrismo le ha preocupado el pueblo.

El término embargo apareció en el horizonte legal, político y gramatical entre Estados Unidos y la isla con los visos de cinismo que se han mantenido hasta hoy. Sólo los ingenuos o los pillos mencionan la palabra embargo, como si en realidad Cuba lo sufriera. Y como si también realmente fuera el causante de todos los males.

Para atizar fuegos, para los éxitos publicitarios, para ganar horas en tiempos malos, Castro hizo de la palabra una poderosa arma de guerra. Antes y ahora. En la práctica, Cuba compraba productos norteamericanos en España, Inglaterra, Canadá, Francia y México, pagando su comisión a los intermediarios, e igual enviaba armas a sus subversivos que utilizaba en Pinar del Río secadoras de arroz vendidas por España con estructura de esa nación, equipos eléctricos de la General Electric y partes mecánicas de Carter International.

La filosofía, la cuota de estima del sistema castrista hacia el pueblo, desde aquellos años iniciales, puede plasmarse en este hecho real: Cuba vendía toda su producción de famosas toronjas de Isla de Pinos a Canadá, para revertirlas después en el mercado norteamericano. Entre 1964 y 1967, Canadá tuvo un fallo en sus compras y las toronjas se dejaron pudrir antes que entregarlas a los enfermos, ancianos y niños que tanto las necesitaban. Un grupo de presos políticos a los que se les obligaba a estar en los frutales como parte de su condena de trabajo forzado, preguntó el porqué de esa actitud, a lo que el responsable del proyecto cítrico respondió: ``Si este año damos toronjas y el año que viene no podemos darlas, el pueblo protestará. La solución nuestra es que se pudran todas y se acabó''.

La URSS fue pródiga en sumas notables que tampoco se dirigieron al pueblo, sino al continente africano, donde murieron, sin importarle a Castro, miles de jóvenes cubanos. A la caída del bloque soviético, Cuba quedó desamparada. Sin dinero para comprar ni pagar comisiones. Ni inyectar terroristas y espías antidemocráticos.

Castro guardó su abrigo de oso y se vistió de oveja. Y volvió a la carga con el embargo porque necesitaba y necesita dinero para continuar su subversión. Y de seguir como van los desconocedores de la realidad que claman por la caída del embargo, éste va a convertir en un nuevo triunfo lo que es un fracaso. El pueblo no se va a beneficiar con la anulación del embargo. Castro utilizará su apertura económica para adquirir, directamente en Estados Unidos, productos y préstamos que hará llegar de nuevo a los terroristas colombianos y de otras marcas, allí donde aparezcan. Esa es la llana, simple y pura realidad. ¿Finalidad? La destrucción del ``imperialismo yanqui''. Siempre la misma.

En Cuba se puede comprar todo con dólares. Si el pueblo no los tiene, no compra y sigue en la miseria. Castro necesita todo el dinero del mundo para coronar sus sueños de amo antes de morir. El embargo no es culpable. Lo es Castro. Y esta gran nación --hasta el momento-- está volviendo la espalda a sus libertadores, a sus héroes, a sus muertos, en su subterráneo a ratos y visible a veces intento de levantar el embargo no a Cuba, sino a Castro, presionada por sus intereses económicos. Por vender productos. Por fabricar con mano de obra esclava y disminuir sus gastos de transporte de mercancías desde otros países esclavizados como China.

Estoy profundamente preocupada porque pueda ser cierta la filosofía de Lenin encerrada en este vulgar pensamiento: ``Con la soga que nos vendan los capitalistas los vamos a ahorcar a todos''.

Periodista cubana. Presidenta de Mujeres Luchadoras por la Democracia.

© El Nuevo Herald

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