CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 29, 2000



La Patria en el destierro

Enrique Cordoba. Publicado el jueves, 29 de junio de 2000 en El Nuevo Herald

Los amigos. Cuba. Los viejos de la Calle Ocho. Torquemada. Los valores de los hispanos. La colonización inglesa y española. Colombia. Temas que con él conversé en diversas ocasiones. Antes de conocerlo estudié en su Breve historia de Iberoamérica. De nuestro primer encuentro me quedó el orgullo de haberme ganado la simpatía de un maestro. Así debía ser Erasmo, pensé al despedirlo aquella tarde en el restaurante La Carreta. Lo asocié con el humanista holandés por su capacidad para improvisar pensamientos sobre la marcha. Recitaba la historia, pero era un filósofo. Hablaba con vehemencia de la libertad de Cuba, de la inquisición, de la zafra o de sus amigos. Daba gusto escucharlo.

``Hoy quiero que almorcemos'', me dijo la última vez, hace unos meses. Acababa de participar en mi programa radial de Caracol y entramos a Botín, donde le presenté a Emilio López.

Ese día en medio del caldo gallego soltó una afirmación que para mí fue una confesión. "Amigo Córdoba'', dijo. "Yo fui uno de los estrategas de Bahía de Cochinos''. Y me contó de su trabajo con la CIA y de su eterna mortificación por el desenlace de la invasión a Cuba.

Tocamos el tema de la amistad.

Expresó: ``Una cosa que debemos enseñar a nuestros estudiantes y a nuestros hijos es que amigos no hay muchos. Ni debe haber muchos, porque los días son muy cortos para cultivar amigos. Hay que tener círculos de diferentes amigos. Amigos sociales, a los que se ve cada dos o tres meses, en tu club, los de tu asociación. Pero esos amigos íntimos, ésos que te duran, que pasan la vida contigo, que son como el vino, mientras más días pasan mejores amigos son, de esos amigos no hay tiempo para cultivar más que 10 o 12''.

El profesor enfatizó: ``Mis amigos son amigos desde hace 50, 60 años, desde que yo era niño. Hemos venido al exilio por las mismas razones y nos vemos y discutimos casi diariamente. Son mi patria en el destierro; yo sé cómo nacieron ellos, sé de dónde vienen, sé cómo piensan, son mis hombros y yo soy el hombro de ellos''.

Debemos enseñar a cultivar diferentes clases de amigos, insistía. ``Los amigos del club son muy importantes, los amigos sociales, esos amigos de teléfono son muy importantes, pero no son los amigos que nos dan la felicidad de contar con ellos para todo y con todo''.

``Podemos decir que son unos buenos conocidos'', sugerí. Y le agregué: ``Los amigos son aquellas pocas personas con las que tenemos la confianza de contarles asuntos personales''.

``No sólo la confianza'', replicó. ``La necesidad de hacerlo, ésos son los amigos'', dijo.

``Hay más confianza ¿con un amigo o con un hermano?'', pregunté.

Ripostó: ``Mis hermanos son mis amigos también. Mis hermanas son mis amigas también. Yo soy amigo de mi familia en ese concepto, pero usted tiene razón, Córdoba, yo tengo amigos que son tan necesarios para mi vida, para mi espíritu como mis hermanos, y cuando me falten yo sé que los voy a sentir tanto como a mis hermanos. Son los que me comprenden, los que no tengo problemas de secreto. El secreto es muy importante para la vida humana, para la vida íntima. No hay secretos para las personas que te quieren profundamente. El español es muy rico y tiene una palabra que yo digo no se administra nunca: discreto. Significa distribuir bien el secreto. Hay personas que no cuentan lo suyo porque no cuentan el secreto. O sea, distribuimos el secreto a quien podemos para que nos ayude''.

El maestro Ricardo Rafael Sardiña ya no está con nosotros. Lo supe tarde. Se nos marchó y lo necesitábamos. Ahora tendrá tiempo para estudiar a Torquemada. Es el hombre --comentó cierto día-- que muere con sandalias, con una bata, y cuando está quemando a un ser humano no lo está quemando con el sentido que nosotros lo quemamos. Le está quemando su piel y sus huesos, pero le está salvando su espíritu y él lo cree. Eso es lo difícil de creer. Que este hombre que está cometiendo un crimen --para él-- está obteniendo una salvación. Esa es la filosofía del diente por diente y ojo por ojo. Es la filosofía, si se profundiza, del Viejo Testamento. Fue la que trajeron los españoles, que no se puede calificar de buena o mala, es profunda en el ser humano. El símbolo de esa colonización fue la Biblia y la espada. La Biblia no se puede desmentir, ni discutir; y, con la espada, si discutes te mato.

Los amigos extrañamos a este insigne cubano, tanto como su familia. Sardiña es otro cubano preclaro que deja su vida en el exilio.

ecordoba@herald.infi.net

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