CUBANET ...INDEPENDIENTE

26 de junio, 2000



Como los delfines en el acuario

José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad

LA HABANA, junio - En Miramar, en las calles 60 y 1ra., está el acuario habanero. Allí hay un grupo de delfines amaestrados, o semi amaestrados, que realizan un espectáculo agradable.

Esos mamíferos, en su estanque, tienen un instructor, atención médica cuando la necesitan y una alimentación adecuada. Pero, gran tristeza, esos delfines no tienen libertad. Esa situación, exceptuando el aspecto de la alimentación adecuada, se asemeja un poco a la de la población cubana.

De esos delfines me acordé cuando leí en El Nuevo Herald un artículo de la señora María Elena Toraño, donde ella defiende resueltamente el levantamiento del embargo estadounidense al régimen de Fidel Castro.

Yo no voy a dar mis puntos de vista sobre el embargo, porque en Cuba existe la conocida Ley 88 que, entre otras cosas, prohibe hablar sobre ese tema so pena de encarcelamiento por varios años. Pero sí voy a decir -algo tengo que decir- que levantar el embargo sin que medie ningún tipo de compromiso pro democracia sería un error del que habría que lamentarse durante muchos, muchos años.

Los gobernantes de ultraizquierda, sobre todo aquellos que son catalogados por sus seguidores de "máximos líderes" o de "jefes históricos", jamás son irrelevantes. Kim Il Sum, cuando ya casi no podía caminar, cuando toda su figura no tenía ningún atractivo porque incluso cargaba sobre su espalda una sobresaliente ojiva, mantuvo el control en sus manos y pudo hasta nombrar a su hijo heredero al "trono".

Que no me digan, por favor, que en Cuba el asunto es diferente porque está muy cerca de Estados Unidos. Cuba siempre ha estado cerca de Estados Unidos y eso no ha evitado nada de lo que ha ocurrido y de lo que está ocurriendo.

Los cubanos, los que se interesan por la situación política, social y económica de nuestro país, deberían preguntarse si lo que quieren son reformas o desean un cambio verdadero hacia la democracia, hacia la libertad.

Recordemos que durante la colonia existía libertad económica en Cuba. Muchos criollos tenían poder económico. Se dice, incluso, que Vicente Aguilera era el hombre más rico de Cuba. Pero España mantenía un férreo poder político. Hubo que ir a la guerra, hubo que derramar mucha sangre y hubo que hacer los más grandes sacrificios para lograr desprenderse de España.

He visto en el cine las bombas de los aliados cayendo sobre Berlín, he visto a Berlín destruida. Era la guerra, una guerra cruel, una guerra impuesta por Hitler. Pero Alemania, por disímiles razones, directa o indirectamente apoyaba a Hitler. Desdichadamente, esa también era una guerra del pueblo alemán y también, desdichadamente, las bombas tenían que caer sobre Berlín.

Mi hija hace cuatro años que vive en Miami y -aunque hablo con ella telefónicamente cada dos semanas- sufro enormemente por su ausencia. En más de una ocasión he derramado lágrimas por no tenerla a mí lado. También tengo un hermano que hace veinte años reside en New York. Nunca ha vuelto a Cuba. Mi madre, que ya tiene ochenta años, a cada rato llora por su ausencia.

Mi familia ha sufrido, y sufre penalidades económicas. A veces no ha habido nada para llevar a la mesa familiar. Yo he tenido serios reveses personales porque las privaciones, lo sabemos, crean situaciones que causan trastornos y rompen lazos. Todo eso duele, como me imagino que debe doler el exilio. José Martí dijo: "Las playas del exilio sólo son bellas cuando se le dice adiós".

Es probable que si no existiera el embargo todo eso sería más llevadero, menos lacerante quizás; pero los derechos políticos, la posibilidad de vivir en democracia y la de ser un ser humano en toda la extensión de la palabra, ¿cuándo llegarían?

El pasado día 19, Día de los Padres, el noticiero de la televisión nacional (en manos del régimen de Fidel Castro, como todo medio de prensa) pasó un reportaje de cerca de quince minutos en el que, evidentemente, se trataba de presentar a Castro como padre de la nación cubana.

En ese reportaje fueron entrevistados varios niños y adolescentes, para que dieran su opinión sobre la "paternidad del gobernante". Todos, como es de suponer, dijeron -si no no hubiera salido en la televisión- que era un "padre amantísimo y preocupado". Dos niñas lloraron mientras decían que deseaban que Fidel no se muriera nunca, y otras dos afirmaron que querían un poquito más a Fidel que a sus verdaderos padres.

Aberrante espectáculo. Cosas así atentan contra la especie humana.

Creo, firmemente, que si el embargo se levanta de modo unilateral, ese tipo de agresión al espíritu de la nación cubana se mantendrá indefinida e infinitamente.



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