La transición en Cuba. Entrevista: el líder cubano Fidel Castro reporteado por un ex director de la Unesco
Clarín digital. Viernes 23 de junio de 2000
Castro sostuvo que eso sería cooperar con la estrategia de Washington. Descartó que pueda haber caos tras su muerte y dijo que no es un rey para designar sucesor. Afirmó que EE.UU. lo convirtió en un mito
La economía cubana seguirá abriéndose al capital extranjero, pero en determinadas áreas. Y no habrá apertura política en Cuba, porque ello sería "cooperar con la estrategia de EE.UU.". Fidel Castro se mostró determinante en esos
dos puntos, parte de una extensa entrevista que le hizo el ex director de la UNESCO (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura), Federico Mayor Zaragoza y que fue publicada ayer por Granma, el diario del gobierno comunista.
El presidente Castro habló del embargo de EE.UU., de la disidencia interna y del exilio cubano en Miami. Y aprovechó para bromear tanto con la extensión legendaria de sus discursos como de la fama de conspirador que le construyeron sus adversarios. La base de la entrevista
fue realizada en enero y tuvo posteriores refuerzos por escrito de Castro. Será publicada en un libro.
—¿Diez años después de la caída del Muro de Berlín, la palabra "socialismo" tiene sentido todavía?
—Estoy más convencido que nunca. Lo que ocurrió hace diez años fue la destrucción ingenua e inconsciente de un gran proceso social e histórico que debió ser perfeccionado, pero nunca destruido. El mundo quedó bajo la égida de una única
superpotencia que, en la lucha contra el fascismo, no aportó ni siquiera el 5% de los sacrificios que hicieron los soviéticos (...) En Cuba tenemos un país unido y un partido (el PC) que guía pero no postula ni elige. En EE.UU., que habla tanto de pluripartidismo, existen
dos partidos tan exactamente iguales en métodos, objetivos y propósitos, que en la práctica han llegado a crear el más completo sistema monopartidista que existe en el mundo.
—Dada la existencia de disidentes en la isla, ¿no es hora de que el régimen se abra al pluralismo político?
—No habrá apertura alguna en ese sentido. No vemos por qué cooperar con la estrategia de EE.UU. (...) El jefe de esa colosal actividad contrarrevolucionaria y de lo que vino después, la guerra económica, política e ideológica, fue y sigue siendo
hasta hoy el gobierno de EE.UU. Lo demás es pura ficción artificialmente creada y siempre financiada por la superpotencia, sus aliados y lacayos.
—¿No sería conveniente abrir más la economía cubana al mundo?
—Hemos abierto la economía en la medida de lo posible y lo necesario. No hemos cometido las locuras e insensateces de otras partes que recibían, cual si fuesen profetas bíblicos, los consejos de expertos europeos y norteamericanos.
—¿Hasta dónde puede llegar el proceso de privatización?
—Nada que pueda ser explotado con eficiencia y elevado rendimiento para nuestra sociedad pasará a manos de nacionales o extranjeros.(...) Los posibles yacimientos petrolíferos de Cuba en el Golfo de México no podrían ser explorados por nuestro país sin las
tecnologías y capitales procedentes del exterior. Por otra parte, en cultivos como el tabaco especial, no hay máquinas ni grandes empresas que puedan sustituir el trabajo del hombre individual (...) Sería absurdo, en cambio, hacer esto con grandes plantaciones de caña de
azúcar altamente mecanizadas.
—Al mantener el embargo contra Cuba pese al fin de la confrontación Este-Oeste, ¿cuál era el cálculo estadounidense?
—No intentaban influir en la Revolución sino destruirla.
—Europa también ha tratado de introducir una "cláusula democrática" en las relaciones comerciales con la isla.
—Es significativo que se muestre mucho menos "preocupada" con otros países, sin duda porque representan un interés económico mayor que el que podemos significar nosotros (...) La forma de organización política de una nación soberana no
puede ser sometida a condiciones. Cuba no negocia ni vende su revolución, que ha costado la sangre y el sacrificio de muchos de sus hijos.
—Desde el triunfo de la Revolución, la décima parte de la población de la isla se fue. ¿Cómo explica ese éxodo?
—(...) No fuimos nosotros, sino ellos (EE.UU.) los que más de una vez cerraron las puertas y establecieron cuotas de visas legales. Su peor crimen fue el estímulo a las salidas ilegales mediante una monstruosa y asesina ley llamada de Ajuste Cubano, en virtud de la cual
cualquier persona, sean cuales fueren sus antecedentes y conducta, si sale de Cuba a Estados Unidos recibe, sin una sola excepción, derecho de residencia en ese país (...) Si a México y el resto de América latina y el Caribe se hubiesen concedido durante casi 35 años
tales privilegios, la mitad de la población de EE.UU. sería latinoamericana. Ofrezcan ustedes ese privilegio en Europa a los habitantes al norte y al sur del Sahara y veríamos cuántos emigrarían. Nunca hemos prohibido la emigración de Cuba hacia EE.UU. y el
90% de los que lo han hecho ha sido por motivos económicos.
—¿Qué opina del exilio cubano en Miami?
—No comprendo la diferencia que puede haber entre lo que tú llamas disidencia externa y la interna. Son exactamente la misma cosa. Ambas tienen el mismo origen y la misma dirección. Son instrumento de la política de EE.UU. contra Cuba, son proimperialistas,
antisocialistas y anexionistas. Los que fueron promovidos como jefes de la llamada Fundación Cubano Americana (...), eran casi sin excepción antiguos miembros de la CIA, o hijos de connotados criminales de guerra que escaparon hacia EE.UU. al triunfo de la revolución. Recibieron
contratos y concesiones económicas privilegiadas, traficaron con todo, incluso drogas y amasaron abundantes riquezas. La creación de un lobby para promover y ahijar en el Congreso aliados a la extrema derecha y a los congresistas más reaccionarios de cualquiera de los dos
partidos en su política agresiva contra Cuba fue una de las más importantes misiones que les encomendaron.
—Usted tiene el privilegio de ser un mito en vida ¿Lo seguirá siendo después de muerto?
—Son los gobiernos de Estados Unidos los que me han convertido en mito, y si lo he sido en vida es también gracias a su fracaso en los incontables intentos de privarme de ella. Claro que lo seguiré siendo después de muerto. ¿Puede acaso subestimarse el mérito
de haber luchado tantos años contra tan poderoso imperio?
—Fidel Castro, el conspirador permanente. ¿Pertenece esta imagen a un pasado obsoleto?
—Por el contrario, se ha convertido en un hábito tan importante en mí que ni siquiera hablo conmigo los secretos estratégicos más importantes en mi lucha revolucionaria. Prefiero contarlos por televisión.
—¿Por qué vive de noche? ¿Cuándo prepara sus discursos?
—Vivo y casi siempre trabajo a todas horas, de día y de noche. ¿Acaso después de los 70 se puede perder tiempo? En cuanto a mis discursos he llegado a la conclusión, un poco tarde quizá, de que los discursos tienen que ser cortos.
—¿No piensa que sería sabio preparar su sucesión, aunque sea para evitar el trauma de una transición caótica?
—No heredé cargo alguno ni soy rey, no necesito por tanto preparar sucesor, y en todo caso, nunca sería para evitar el trauma de una transición caótica. No habrá trauma ni será necesaria transición alguna. Numerosas personas jóvenes,
ya experimentadas, junto a un grupo menos numeroso de revolucionarios veteranos son los que hacen funcionar el país. Y no olvidar, existe un partido con gran prestigio y autoridad moral. ¿De qué preocuparse?
—¿Pero al poner en funcionamiento desde ahora hombres capaces de asumir el relevo, ¿no cree que aumenta el riesgo de que se cuestionen los logros sociales?
—El relevo al que te refieres no sólo ya está preparado, sino que viene funcionando hace bastante tiempo.
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