CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 23, 2000



Leyes absurdas

Pedro M. González. Publicado el viernes, 23 de junio de 2000 en El Nuevo Herald

No sé si antes sería así, pero lo cierto es que a los que nacimos después del 59 siempre nos dieron a entender que Cuba era el ombligo del mundo.

De alguna manera nos hicieron creer que en Estados Unidos, y por ende en el resto del mundo, se hablaba constantemente de la isla y de lo que en ella pasaba. Fue por ello que al llegar a este país, por supuesto a California, no a Miami, me asombré de cómo los estadounidenses, e incluso muchos latinoamericanos, desconocían la realidad cubana e incluso se negaban a creer una serie de leyes que no por absurdas dejan de ser una realidad en la Cuba de Castro.

Por ejemplo, cuando mi esposa e hijos estaban por salir de Cuba y contento le comenté a unos colegas que ``ya le habían hecho el inventario'', con asombro me preguntaron qué era eso.

La pregunta me tomó por sorpresa, pues prácticamente desde que tengo orejas estoy escuchando que a alguien le hicieron el inventario, por lo que al principio no pude creer que mis amigos no supieran de qué se trata.

Cuando les expliqué que a los cubanos que se deciden a abandonar el paraíso socialista el gobierno les confisca absolutamente todo, me pidieron más explicaciones. Así que entré en algunos detalles. No sólo te hacen un inventario de todo lo que tienes en la casa, la cual sellan uno o dos días antes de la partida (donde vives esos días es asunto del que se va), sino que además averiguan si alguna vez tuviste dinero en el banco y si fuiste propietario de algún auto. De ser así, tienes que buscar el dinero, que quizás ya gastaste porque te sacan del trabajo, y tienes que devolver el auto, que quizás vendiste; de lo contrario, ya lo sabes, el señor todopoderoso no te deja salir del paraíso.

Después de escuchar semejante absurdo, mis colegas me preguntaron que si había alguna otra ley tan rara. Al principio me tomó cierto tiempo darme cuenta de que todo lo que a mí me parecía normal, a ellos les sonaba a invento.

Entonces decidí hacer un compendio de leyes absurdas.

Durante algún tiempo, el gobierno dio a algunos trabajadores la posibilidad de comprar motos. Todo el que tuvo la oportunidad la compró, pero sucede que al cabo de algunos años los motoristas se casaron y tuvieron hijos, por lo que nada más normal en cualquier sociedad que la persona en cuestión venda la moto y se compre un auto. No en Cuba. Si compraste una moto muérete con ella, o véndesela de nuevo al gobierno por una minucia.

Una situación parecida sucede con cualquier vacuno. No importa que usted sea el dueño legal de una vaca y la críe desde que nació. Si usted la ordeña y le sobra leche, no la puede vender a otro pobre que no tenga su suerte: si le sobra leche la bota o se la vende al gobierno al precio que éste quiera. Pero si un día tiene hambre y no tiene otra cosa que comer, olvídese de la vaca. El gustazo le puede costar 15 años de prisión.

Las casas son otra historia. Suponga que usted es hijo único y nieto único. Tiene la mala suerte de que fallecen sus padres, que tienen una casa, y fallecen sus abuelos, que tienen otra. De pronto usted tiene dos casas, le sobra una. ¿Qué haría? Nada.

Según la ley de reforma urbana usted no puede vender una casa ni puede rentarla, salvo que sea en área de playa. A partir del 94, agobiado por el alto desempleo, el gobierno ha autorizado la renta de propiedades, pero con unos impuestos tan altos que su rentabilidad es casi nula.

Pero pasemos a algo más delicado: la segregación.

Uno de los supuestos éxitos más cacareados por la propaganda castrista es el desarrollo alcanzado en el área de salud pública. Lo que no cuenta esa propaganda es que existen varios sistemas de salud que funcionan de forma paralela.

Si usted es ministro o general, con toda seguridad tendrá acceso al CIMEQ (Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas). Si usted es extranjero, entonces podrá recibir tratamiento médico de calidad en el Cira García. Ah, pero si toca la casualidad de que usted es cubano y vive en la isla, entonces se tiene que conformar con la Covadonga u otro centro hospitalario similar, donde las condiciones higiénicas dejan mucho que desear.

Pero la segregación no se limita a los hospitales, sino al acceso a las medicinas. No importa que tenga los dólares con que comprar el medicamento; si usted es cubano no podrá entrar a las farmacias para extranjeros.

Otro lugar donde se segrega es en los hoteles. Suponga que alguien aquí se saca la lotería y quiere que sus familiares en Cuba se pasen una semana en un hotel; tendrá que invitarlos aquí, porque lo que es allá, no importa que tengan el dinero. Si no tienen pasaporte de otro país, no les permitirán entrar en ningún hotel de calidad, pues todos están reservados para extranjeros.

Nada, que aunque somos parte del mundo, seguramente no somos el ombligo.

© El Nuevo Herald

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