La censura en las tiranías totalitarias
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, junio - La censura en Cuba abarca aspectos inimaginables de la vida ciudadana. Los cubanos no tenemos derecho a opinar, a ser escuchados o a tener conocimiento del acontecer mundial. Al menos así lo pretende la administración castrista.
La detracción oficialista se comporta de manera única y diversa. Unica, porque el fin perseguido siempre es el mismo: El control y sometimiento de todo un pueblo a doctrinas obsoletas. Diversa, por los infinitos métodos que emplea para lograr sus propósitos.
Los mecanismos utilizados van desde el control absoluto de los medios nacionales de comunicación masiva, pasan por la concesión de ciertos privilegios sociales para ganar voluntades, continúan por la represión policial y llegan hasta la implantación en nuestros
cerebros del terror a disentir frente a la conducta socio-política y económica impuesta por las autoridades cubanas.
El Estado cubano es dueño absoluto de todos los medios de divulgación colectivos de que dispone el país. Nada escapa a su influencia: periódicos, libros y revistas, programas de radio y TV, los actos públicos, los servicios limitados de Internet y el sistema
nacional de Educación.
La política educacional y la cultura en Cuba las define el Partido Comunista de Cuba (PCC) en el seno de sus congresos celebrados cada cinco años. Allí se evalúa lo realizado y se delinean los nuevos objetivos que deben alcanzar en esas esferas para el próximo
período.
La Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) tampoco escapan al largo brazo del PCC. Deben cumplir con lo que se les oriente desde las instancias partidistas que se encargan de ello. Ni un artículo, obra literaria, plástica
o teatral es publicada o permitida su exposición si no responde a los postulados político-ideológicos del castrismo.
Pero no sólo de pan vive el hombre. El gobierno cubano censura y escucha las opiniones ciudadanas por medio de su Sistema Unico de Vigilancia (SUV). Y qué decir de los varios métodos de control social que desde hace años utiliza, como por ejemplo, la vigilancia
masiva de todos contra todos; la destrucción de los valores ético-morales tradicionales de la sociedad cubana; el enfrentamiento ideológico entre los miembros de una misma familia, lo que implicó la destrucción, desde sus cimientos, de tan importante núcleo
en las sociedades humanas.
El otorgamiento de pequeños privilegios a los más serviles al régimen es otro de los métodos que emplea para ampliar su base de sustentación, como conceder oportunidades para obtener mejores trabajos, otorgamiento de viviendas gratuitas, acceso a determinadas
recreaciones a precios módicos y algunos estímulos materiales, entre otros activadores de la sumisión.
Por supuesto que los gobernantes criollos no desechan dentro de su arsenal la represión abierta (que incluye el encarcelamiento por largos períodos) cuando alguien emite opiniones ajenas a las permitidas y, en ocasiones, hasta a quienes les escuchan. Y qué decir del manejo
de algunos sectores sociales que, bien conducidos, son capaces de aplastar la menor expresión democrática en la diversidad de criterios. Las tribunas abiertas, que exacerban las ideas manidas, muy bien alimentadas por la dirección política del país y que van
dirigidas a impedir se piense en lo que realmente interesa y afecta a la sociedad en su conjunto. Las leyes, que son endurecidas en la medida en que aumenta la oposición al gobierno y que hacen más insostenible la supervivencia social en el país. El invento más reciente
es la conocida Ley para la Defensa de la Economía e Independencia Nacionales, rebautizada por la disidencia interna como "Ley Mordaza".
Es opinión de fuentes opositoras pacíficas que no obstante las medidas coercitivas de censura gubernamentales que sufrimos los cubanos, la prensa independiente nacional y la propia disidencia pacífica mantienen informado al mundo de nuestra realidad nacional.
Igualmente llegan a nosotros -señalan estas fuentes- noticias del exterior que demuestran lo justo de nuestras aspiraciones socio-políticas, ya que éstas marchan en plena armonía con el devenir histórico.
Ejemplo de ello lo constituye la entrevista concedida por Pablo Milanés, a su llegada a México, a la reportera Verónica Vega, del periódico mexicano "UNOMASUNO", publicada en su edición del sábado 10 de junio (sección cultural, pag. 31).
Según la publicación, al preguntarle la periodista acerca de las opiniones del canta-autor sobre el Dr. Fidel Castro, el entrevistado respondió: "(...) Hoy en día no estoy de acuerdo con todas sus ideas, no estoy de acuerdo con la opinión de desarrollo
social, sobre todo interna en mi país (...)". Y más adelante Milanés añadió: "(...) tengo algunas contradicciones sobre su forma de enfocar el desarrollo social, cultural y económico del país (...)".
Estas pálidas pero precisas declaraciones se multiplican a diario dentro y fuera del país. Declaraciones como las de Pablito, concluye el disidente, demuestran que en Cuba se va perdiendo el miedo a emitir opiniones, a escuchar y a ser oído. Así se fortalece y
conforma un criterio alternativo al gubernamental.
No importa cuánto se incremente la coerción oficial. Si de llegar a la verdad se trata, cualquier sacrificio es poco.
Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
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