El estipendio trapito
Manuel Vázquez Portal, Grupo de trabajo Decoro
LA HABANA, junio - Ha sido siempre costumbre de los pobres tener una ropita de ocasión. Fiestas, domingos, funeraria. A nadie le gusta que le halen las tiras del pellejo por aparecerse en ciertos momentos y ciertos lugares sin una apariencia más o menos aceptable.
En Cuba somos algo más que pobres y, muchas veces, hay que echar mano de la ropita de ocasión para todas las ocasiones, y cuando llega la ocasión andamos con la ropita de todas las ocasiones.
Sin embargo, el uniforme ha venido a resolver muchos problemas de la vestimenta nacional. Tienen uniformes los escolares, los militares, los médicos, los porteros, los empleados de seguridad, los astronómicos, los dependientes de las tiendas de divisa, los guías de museos,
los chóferes de taxis, los barrenderos públicos. Es una epidemia de uniformes lo que se ha desatado en el país.
Pero aquéllos a los que el virus del uniforme no los ha infectado, deben volverse magos para no aparecer como auténticos pordioseros. Los periodistas oficiales, por ejemplo, que tanto tienen que ver con el público, se las ven grises para cada mañana elegir en su flaco
ropero algo que echarse sobre la osamenta.
Algunos de ellos me han contado -en lugares donde no los vean hablando conmigo- que la aparición de la prensa independiente hace ya varios años, vino a ayudarlos un poco a paliar sus penurias. Resulta que después de la desastrosa y universalmente rechazada ley Mordaza, los órganos
de gobierno cubanos se han dado a la tarea de hacer más llevadera la vida de sus oficiantes del periodismo. Se dotó de medios técnicos más modernos y eficientes a los medios de comunicación, se remozó y mejoró el centro internacional José Martí,
se brindó ventajas financieras y técnicas a la escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana, y hasta se decretó un pequeño aumento salarial a los periodistas.
Y entre las dádivas otorgadas a los periodistas oficiales cubanos, la que más llamó la atención es aquélla a la que ellos mismos llaman -sotto voce- "el estipendio trapito". De más está decir que a ningún empleado cubano le
alcanza el salario para solventar sus necesidades. Y los precios de las prendas de vestir están fuera del alcance de las más altas mensualidades cubanas. Y que la libreta de productos industriales, aquélla por la cual se podía comprar un pañuelo o un calzoncillo al
año, desapareció. Así que el gobierno, para que sus periodistas aparecieran algo más presentables, estableció este mecanismo.
El estipendio trapito" consiste en que ciertos periodistas de los llamados órganos nacionales reciben la posibilidad, certificados de por medio, de comprar en tiendas preparadas para esos menesteres ropas hasta la cifra de 35 ó 50 dólares, según el medio y
jerarquía de su empleo. A algunos les alcanza para un jean y dos camisas, a otros para unas sandalias y un bolso de mano, a los que tienen hijos, para casi nada.
Claro que el método no es nuevo. Los tickets, bonos, certificados son de viejo uso en el socialismo cubano. Recuerdo yo aquellos tickets entregados a los periodistas cubanos para que, anualmente, nos compráramos en Peerles, una olvidada tiendecita de la destruida Manzana de Gómez,
una "mudita de ropa".
Hoy, con los nuevos viejos periodistas oficiales, no han más que revitalizado el viejo método de repartir la pobreza. Así que cuando oiga a un periodista oficial decir, entre compungido y sarcástico, que va a la "trapishoping", sepa que ha recibido "el
estipendio trapito", y que la semana próxima se estrenará un pantaloncito reciclado con el monograma de Paco Río, y hasta inflará el pecho para que lo ven pasar, flamante, en su nuevo atuendo.
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