Los taxis
Manuel Vázquez Portal, Grupo de trabajo Decoro
LA HABANA, junio - Uno de los más graves problemas con que se enfrenta el cubano hoy es el del transporte público. La falta de ómnibus, trenes, aviones, hace que el ciudadano vea como una tragedia la necesidad de viajar, y creo que a nadie, realmente, se le ocurra viajar por
placer, como puede ser costumbre en cualquier parte del mundo civilizado.
Quien haya viajado en un "camello" coincidirá conmigo en que las nuevas generaciones de cubanos tendrán unas manos tan largas que les llegarán a los tobillos. Ello debido a que se pasan el santo día colgados de un pasamanos para que el turbión de
pasajeros no los arrastre al pasar.
Otro detalle importante de esta teoría de metamorfosis del cubano producida por la manera de transportarse será que los glúteos se nos trasladarán para los costados, sobre todo a las mujeres. Nadie puede calcular los efectos que produce esa frotadera que por la parte
posterior del cuerpo se recibe cada vez que pasa una persona y, empujando a no dar más, dice "permiso" y aparta todo lo que se interponga.
Debido a esos peligros que corre el biotipo nacional, mucha gente ha decidido viajar en taxi, lo cual no deja, también, de ser una odisea. Primero, porque para ello se usan los más inusitados carricoches; segundo, porque lo mismo caben seis personas que diez, y tercero, porque los
precios son de ampanga.
Los tipos de taxis en que puede viajarse varían según la cantidad y tipo de moneda que se posea. Para la moneda dura existen taxis blandos y con aire acondicionado. Para la moneda blanda, quiero decir, la nacional, los taxis ya son más duros, sin contar la suerte (o la cola)
para abordarlos.
Estas dos grandes familias de taxis se dividen a su vez en varios tipos. Los de moneda dura, léase dólares, están, además de prohibidos para la población, divididos en más de ocho firmas: Fénix, Panataxis, O.K., etc. Los de moneda nacional se
dividen en: boteros, arrendatarios, bicitaxis y clandestinos.
Veamos los de la segunda familia, que es la que en definitiva nos importa, porque es el tipo de moneda que tenemos.
Los boteros. Automóviles fabricados entre las décadas del 40 y el 50, que con innumerables adaptaciones mecánicas recorren la ciudad, llevando dentro entre nueve y seis pasajeros, bien apretujaditos, los que deben pagar diez pesos per cápita.
Los arrendatarios. Viejos Ladas rusos pertenecientes al Estado que les son arrendados a sus chóferes por la suma de 150 pesos diarios, quienes deben pagar, además, las reparaciones y la gasolina. Trasladan cuatro pasajeros a diez pesos por persona, cuando no son contratados por un
solo viajero que paga sumas desesperadas.
Los bicitaxis. Triciclos adornados con calcomanías y banderitas cuya fuerza motriz es un hombre pedaleando, y que pueden trasladar a dos pasajeros. También a diez pesos cada uno.
Los clandestinos. Coches privados, preferentemente de profesionales a quienes no les alcanza el salario para solventar las necesidades de su familia, y que en altas horas de la noche, burlando la vigilancia de inspectores y policías, se dedican a transportar personas descarriadas por la
ciudad.
Y es así que en la coyuntura actual se mueve el pueblo cubano de un lugar a otro, hasta que otro sea el destino y otros los taxis.
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