¿Reconciliación en Corea?
Oscar Espinosa Chepe, economista independiente
LA HABANA, junio - Los presidentes de la República de Corea y la República Popular Democrática de Corea se reunieron en Pyong Yang, capital de la última, del 13 al 15 de junio. Es la primera ocasión en que sus más altos dirigentes mantienen contactos
personales después de la división de la península en 1945, lo que la convirtió en dos naciones hostiles que entre 1950 y 1953 sostuvieron una sangrienta contienda militar con la participación directa de poderosas potencias extranjeras que respaldaban a cada una de
las partes.
Esta Cumbre ha despertado grandes esperanzas en una zona que durante tantos años representó uno de los principales focos de tensión de la Guerra Fría, e incluso actualmente conserva determinadas dosis de inestabilidad, básicamente debido a los candentes
problemas afrontados por Corea del Norte con una economía arruinada y una población inmersa en la precariedad, pero poseedora de una capacidad bélica considerable.
La parte septentrional de la península, regida desde 1945 por un régimen ultra estalinista, se caracteriza por su gran atraso tecnológico y un casi absoluto aislamiento internacional. Desde hace varios años, su población sufre una hambruna que se calcula ha
llevado a la muerte por inanición a millones de personas; así como ha obligado a la fuga masiva de ciudadanos hacia la vecina China en busca de alimentos.
En contraposición, Corea del Sur, uno de los tigres asiáticos, se ha desarrollado impetuosamente, y hoy constituye un modelo a imitar por los países del tercer mundo. Antes de la partición de la península, en los tiempos del dominio japonés, la parte
meridional era relativamente el territorio más atrasado, con una economía fundamentalmente agrícola, mientras en el Norte, los colonialistas nipones favorecieron el desarrollo industrial con vistas al procesamiento de las materias primas de la cercana Manchuria, ocupada por
ellos.
A pesar de esa herencia, como los coreanos del Sur optaron por la democracia y una economía de mercado donde el Estado ha desempeñado un papel decisivo en su calidad de promotor y coordinador, el país se convirtió en uno de los más avanzados del planeta. Al
tiempo que han edificado una poderosa industria pesada y de maquinarias, también han logrado notables progreso en el dominio de las tecnologías de punta en actividades tales como la automotriz, telecomunicaciones, electrónica e informática, y ocupan en la construcción
de navíos de gran porte y calado un lugar destacado a nivel internacional. Hoy las firmas Samsung, Hiunday, Daewoo, Old Start, entre otras, invaden con sus productos de alta calidad y precios competitivos todo el orbe.
En las propias tiendas de divisas en Cuba, donde no puede encontrarse un solo producto de factura norcoreana, se ofertan computadoras, equipos de televisión y electrodomésticos de todo tipo elaborados al Sur del paralelo 38. Asimismo, en las avenidas y carreteras cubanas cada día
transitan con mayor frecuencia los vehículos de procedencia surcoreana.
Debe agregarse que este desarrollo económico ha estado acompañado por significativos progresos sociales y en el nivel de vida de la población, en muchos casos con índices comparables a los países más avanzados, lo cual es notable teniendo en cuenta que
esta zona del mundo tenía un serio atraso a comienzo de los años sesenta.
El proceso recién iniciado con la reunión de los presidentes Kim Tae Jung, del Sur, y Kim Jong Il, del Norte, no será fácil. Las fuerzas conservadoras, que por más de medio siglo han impuesto la división de la nación coreana mediante el
mantenimiento del odio y la promoción de luchas fraticidas, tratarán de poner todos los obstáculos posibles. Sin embargo, los tiempos cambian y las dificultades serán vencidas. La reunificación de la península coreana ya no está tan distante. La
desastrosa situación actual de Corea del Norte, debido en lo esencial a la pérdida de sus antiguos mentores y al mantenimiento de un inoperante sistema político, económico y social, no deja otra opción.
Para los cubanos, este tránsito a la reconciliación nacional que se vislumbra en Corea debe ser un acicate para proseguir la lucha por transformaciones que permitan un progreso para todos, sin discriminaciones de ningún tipo, y faciliten la erradicación de los
rencores que durante un período tan prolongado han emponzoñado el alma de nuestra patria.
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