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Junio 19, 2000



Filósofos norteamericanos en La Habana

Emilio Ichikawa Morin. Publicado el martes, 20 de junio de 2000 en El Nuevo Herald

El gran filósofo Gyorgy Lukács, premiado y perseguido sucesivamente por el Partido Comunista Húngaro, difícilmente imaginó que su maldición podía alcanzar hasta a sus discípulos.

Agnes Heller y Ferenc Feher, analista aguda de los tiempos postmodernos la primera, pensador brillante y exégeta original del socialismo el segundo (muerto sin que se haya mencionado en Cuba), tuvieron que escapar de un país pervertido que no los necesitaba.

Cuando llegaron a Estados Unidos fueron recibidos por Martin Jay, cuyo estudio La imaginación dialéctica llegué a saber casi de memoria. Al presentarlos en un foro universitario, Jay aseguró: ``Han llegado unos viajeros con malas noticias para la izquierda norteamericana''.

Pertenezco a esa especie de viajeros que, por fidelidad a la verdad y a su propia vida, están impedidos para complacer a sus colegas de izquierda. Traigo del totalitarismo castrista noticias y pensamientos muy malos. No me los voy a callar. Me han advertido que me olvide entonces de las universidades norteamericanas, que a los liberales no les interesan ideas como las mías. Está bien. Pagaré ese precio. Es una pérdida que va más allá de lo profesional porque incluye amigos queridos.

Por estos días tiene lugar un nuevo encuentro de filósofos cubanos y norteamericanos en la Universidad de La Habana. Se asegura que esta vez se discutirá sobre la pena de muerte. Otro inesperado intento por sintonizar poniéndose ``en onda'' con un tema norteamericano de actualidad. Pronostico que se ratificarán episodios de oficio. Una declaración final de condena al bloqueo, que en ese contexto implica un apoyo al régimen del filósofo en jefe.

Como sucedió con los asistentes al congreso de Latin American Studies Association (LASA) en Miami, no faltarán reuniones previas para fijar la estrategia política. Los ideólogos aclararán que, aunque por momentos los visitantes parezcan más guevaristas y fidelistas que sus colegas cubanos, el referido encuentro es básicamente una confrontación; que esa izquierda liberal es un lobo disfrazado de oveja, un ``compañero de viaje''.

Esa confrontación verbal con EU es un capital político que sirve para chantajear al espíritu cubano, que puede ser acusado de anexionista y traidor. Tengo ante mí el primero de una serie de certificados de participación en este tipo de evento. Corresponde al número II, celebrado en el Hotel Machurrucutu, La Habana, entre los días 14 y 18 de mayo de 1990.

Entre quienes conocí una vez, recuerdo con gratitud al estudioso y librero Peter Sakura, de Chicago, con quien comparto algún ancestro nipón; a la profesora Joy Gordon, de Yale University y al profesor Erwing Marquit, de Minessota University, quien publicó mi ensayo ``Truth versus received wisdom'' (Nature, Society, and Thought, Minessota University, año 6, no.2, nov. 1993). Reconozco que al menos para mí, estos contactos fueron muy aleccionadores.

Los integrantes de la Sociedad de Filósofos Radicales, con sede en Baltimore, Maryland, eran mayoría entre los visitantes. Para decir verdad, eran otros los filósofos norteamericanos que más nos interesaban. Los ``filósofos radicales'', eso sí, mostraban nobleza; a veces mal interpretada por comisarios del castrismo. No sé qué podrán estar conversando ahora sobre la pena de muerte en una universidad donde no se estudia filosofía del derecho. Si van a abogar contra ella, como corresponde a un auténtico liberal, me parece prudente, si tenemos en cuenta los excesos cubanos. Pero este tipo de ``liberalismo'', que alcanza a justificar el totalitarismo castrista, me resulta a veces paradójico. Los ideólogos del castrismo legitimaron la pena de muerte a propósito del juicio contra el general Arnaldo Ochoa, en 1989; no se consideraron las reservas que sobre la pena capital expuso Martí en sus Cuadernos de apuntes. ¿Hablarán de esos reparos? Un gobierno que acabó copiando la constitución búlgara, una universidad que aprueba textos de teoría del estado y el derecho donde se suscribe que la revolución, y por ende Fidel Castro, es fuente del derecho, difícilmente alcance la piedad jurídica.

Enseñar derecho y no sólo legislación ha de formar parte del diseño de la nueva universidad cubana. ¿Les interesará acaso a los ``filósofos radicales'' participar en una reforma liberal de este tipo?

Profesor y ensayista cubano. Autor de El pensamiento agónico.

© El Nuevo Herald

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