El hombre querrá retornar a sus raíces
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, junio - Pronto la enseñanza no va a necesitar del capacete de la escuela. Tampoco los alumnos podrán ya por diversión cuchichear a espaldas de su preceptor aquella irreverente tonada: "Brilla la Luna, brilla el Sol, brilla la calva del profesor". Porque
se habrá extinguido el profesor, sustituido por una tecla de la computadora.
Los cambios están ocurriendo en el mundo con celeridad tal que nos deja estupefactos. ¿Adónde iremos a parar?
La enseñanza hasta un lustro atrás estaba considerada esencialmente pública. A cargo del Estado. Siempre con la demanda de más maestros y más financiamiento. Al Estado correspondía la administración. Incluso, por lo regular, las escuelas
privadas han tenido que guiarse por las normas de la enseñanza pública.
Gran importancia conceden los regímenes totalitarios a la enseñanza estatal, en el acondicionamiento de la conciencia de las nuevas generaciones. Tanto que incluso llegan a suspender por completo la enseñanza privada. Como ocurrió en nuestro país.
Con la inclusión en 1994 de la liberación de los servicios, por el Acuerdo General de Servicios (restringidos antes sólo al comercio de mercancías), que incluyó la educación, el panorama cambió radicalmente. Hoy es un sector de enorme expansión.
Sólo el potencial de estudiantes universitarios se estima en unos mil millones.
El mundo de violencia al que hemos llegado trasciende de manera alarmante a la escuela. Como el educando debe pasar muchas horas del día (y de su vida) en la escuela, muchos padres, en número creciente, fijan la atención en la enseñanza privada. Incluso en el
maestro a domicilio... ¡y en la computadora!, que siempre tiene abierta sus "aulas". Aulas muy cómodas. Tanto como lo sea la casa, alcoba u oficina en que esté instalada la máquina. A la orden las 24 horas, de los 365 días del año.
Vivimos un mundo cada vez más material y menos espiritual, en desaforada carrera por la tecnología de punta, en que cada "punta" es comienzo de otra carrera por la nueva "punta". Hasta el infinito.
La educación ya no es cósmica. El tiempo no alcanza. Sólo se prepara al educando para la labor técnica que desempeñará. Con esta primacía escasa de ética, de sólo Progreso, el hombre va quedando reducido a la condición de
inteligente tonto, al que no queda siquiera la oportunidad de hacer un alto en el camino para reflexionar: "¿Quién soy? ¿Adónde voy?". Lo peor: ya no ofrece resistencia a la avalancha tecnológica que lo envuelve y hace prisionero.
Este alud del comercio de la enseñanza tampoco nadie lo podrá detener. ¿Dónde quedarán relegados los sentimientos éticos, patrios, solidarios, humanos, inculcados en los primeros años escolares?
En el futuro (que ya es presente) ¿quién extenderá la mano que guíe al anciano y al minusválido a cruzar la calle? Acaso un robot construido por inteligentes tontos.
¿Se acabará la buena música y la buena pintura? ¿Habrá teatro? ¿Podremos leer un libro? ¿Desaparecerá el rebuscador de los hechos de la Historia? ¿A quién importará el decursar histórico? ¿Para qué servirá?
Todo será sustituido por ventas, vendedores y clientes. Cifras, códigos, ecuaciones. Geroglíficos que nunca encontrarán su piedra de Rosetta.
Es legítimo preguntar: ¿Adónde va la humanidad?
Llegará el momento en que el hombre, hastiado de tanta universidad virtual, querrá retornar a sus raíces. Sentir qué es el calor humano y la discusión viva frente a frente.
Cogidos de la mano volverán a su infantil escuelita de barrio, a su secundaria y al vetusto edificio de la universidad, llevando bajo el brazo, junto al manual de ecuaciones, un poemario.
Pero esto ocurrirá un milenio después, cuando el hombre vuelva a poblar la tierra.
Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se
le reconozca como fuente.
|