CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 19, 2000



A 10 años de un reto

Oscar Peña. Publicado el lunes, 19 de junio de 2000 en El Nuevo Herald

En este verano del 2000 se cumplen 10 años de que el movimiento disidente cubano invitó al gobierno de Cuba a realizar un encuentro nacional franco, civilizado y respetuoso. ¿Sus resultados? Todavía hoy está pendiente su realización. La única respuesta indirecta que recibió en aquellos instantes la disidencia nacional, y se mantiene vigente hasta hoy, es de guerra sucia: agudización de los atropellos, hostigamiento, encarcelamiento y fuertes presiones familiares y sociales para sacarnos del país.

¿Hizo la disidencia cubana aquel llamamiento al gobierno de Estados Unidos, a la CIA, a los gobiernos occidentales europeos, a los perestroikos en aquellos momentos de la Europa oriental, o algún otro gobierno extranjero o institución internacional? No. Tratamos de buscar soluciones entre cubanos. Si la casa común de todos los cubanos tiene problemas, los primeros dispuestos a presentar buena voluntad y disposición para ayudar al país se espera sean sus nacionales. Hoy el expediente del acontecer cubano registra que fue la disidencia interna la primera en dar ese cubano y civilizado paso y que han sido sus autoridades las temerosas de un compromiso con el destino nacional.

Para patentizar que somos un solo pueblo, con las mismas virtudes y defectos, no sólo tuvimos que enfrentar los ataques, descalificaciones, bajezas y falta de originalidad de las autoridades en la isla, sino también de los que desde la otra acera, la parte de la oposición de Miami que son iguales a los del gobierno de Cuba y consideran que todo debate civilizado es una claudicación. Aquí es obligación fijar que en el asunto cubano claudican, faltan a sus deberes como cubanos, aquéllos que penosamente en Miami claman a Washington por leyes, ayuda, presiones y acciones que no les corresponden al pueblo ni al gobierno noteamericano; y claudican también los del gobierno cubano rindiendo pleitesía política y económica sólo a extranjeros por encima de los nacionales.

La realidad es que el régimen cubano no estaba preparado para aquel reto que le hacía la disidencia. Una de las grandes ventajas con que han contado durante más de cuatro décadas es la de tener al enemigo perfecto que con sus acciones y declaraciones se descalifica él mismo. En aquel primer emplazamiento cívico de la disidencia, sus autoridades sólo atinaron a balbucear que era una nueva estrategia y campaña que había orientado la CIA y los exiliados de Miami a la disidencia.

La historia verdadera es sencilla: la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, el Departamento de Estado, la CIA y todo el exilio cubano se enteraron de esa convocatoria por El Nuevo Herald. Los activistas de derechos humanos Ariel Hidalgo y Teté Machado habían grabado en Miami la lectura del documento que desde La Habana hacía Gustavo Arcos Bergnes. Ellos se lo entregaron caliente al periodista Pablo Alfonso, al mismo tiempo que la activista Ayda Valdés Santana y el que suscribe entregábamos el documento en las oficinas del Consejo de Estado en La Habana. No hicimos consulta, ni intercambio de la idea con extranjeros; no pedimos visto bueno de nadie.

Lo expreso con todo el derecho y la autoridad moral que me otorga el haber sido el autor del documento y el promotor del planteamiento. Ningún esfuerzo, ni tiempo, me costó sensibilizar con la idea a Gustavo, Sebastián Arcos Bergnes y su hijo Tansito, los primeros en hacerla suya. Ya habíamos intercambiando ideas con Roberto Luque Escalona, Gerardo Sánchez --que estaba representando a su hermano Elizardo, que estaba preso--, Samuel Martínez Lara, José Luis Pujol, Indamiro Restano, Oswaldo Payá Sardiñas, Jesús Yánez Pelletier y otros muchos.

Afortunadamente, en Miami también abundan muchos cubanos sensatos, inteligentes y valientes que desde el primer momento nos dieron todo su respaldo y apoyo al planteamiento de un encuentro nacional, destacándose entre ellos los compatriotas Carlos Alberto Montaner, Enrique Baloyra, José Ignacio Rasco, Miguel González Pando, Marcelino Miyares, Lino Fernández, Juan Suárez Rivas, Rafael A. Sánchez, Emilio Martínez y tantos otros que se unieron en una plataforma de respaldo al reclamo interno. Surgieron otros grupos de apoyo como el encabezado por los ex presos políticos Orlando Castro y Alfredo Sánchez. Y exiliados como Ramón Cernuda, Agustín Tamargo, Jorge Valls, Mario Rivadulla, María Juana Cazabón, Calixto Campos, Jesús Calzadilla, Eduardo Otero, Hiram González, los hermanos Orlando y Wilfredo Ventura y tantos otros que no vacilaron un segundo en hacer públicos su confianza y respaldo. Igual actitud asumieron disidentes que habían arribado a estas tierras como Ricardo Bofill, Raúl de Molina, José Solís y Pablo Llabre.

Más de cuarenta años de inestabilidad y tensiones nos hacen reconocer que no podrá haber tranquilidad y libertad en nuestro país hasta que seamos capaces de reconciliar nuestras diferencias y reducirlas al debate cívico. El diálogo nacional está pendiente. Todavía Cuba espera...

Licenciado en Ciencias Políticas e Historia.

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