CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 16, 2000



La perniciosa utilidad

Jesús Sanoja Hernández. El Nacional, Venezuela. Junio 16, 2000

Nuevamente Vargas Llosa arremete contra el régimen de Fujimori, colocando esta vez en el blanco a la OEA, organización interamericana (antes "panamericana") en la que, por ironía, los admiradores del autor de La casa verde han puesto sus esperanzas a los largo de nuestro inacabable período megaelectoral. Dice él, no sé si con loable razón, que la última vez que la OEA sirvió para algo fue hace medio siglo, a fines de los años cincuenta, luego del intento de asesinato por el Generalísimo Trujillo del presidente venezolano Rómulo Betancourt, cuando acordó que los países miembros rompieran relaciones diplomáticas y comerciales con la dictadura dominicana, medida que significó el principio del fin para la satrapía trujillista.

Salvo lo de "la última vez" y "a fines de los años cincuenta", su valoración del acuerdo de la OEA en relación al fin de la tiranía chapitera me parece correcta, muy bien respaldada además por la investigación que sobre aquella realidad caribeña realizó el novelista para escribir La fiesta del chivo. Porque

ciertamente, "la última vez" pudo o debió ser para el Vargas Llosa actual (aunque no seguramente para el de 1964) la acogida que en la IX Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores tuvo la denuncia de Venezuela contra Cuba ante la OEA. El 22 de julio de aquel año, en Washington, nuestro canciller Iribarren Borges invocó el artículo 8 del Tiar (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) que respaldaba las sanciones entonces solicitadas contra Cuba o, más bien, contra su Gobierno: retiro de los jefes de relaciones diplomáticas; ruptura de relaciones consulares; interrupción parcial o total de las relaciones económicas, de las comunicaciones y hasta "el empleo de la fuerza armada".

Como consecuencia, el 23 de agosto Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Cuba y el 8 de septiembre lo hizo Uruguay, añadiéndose así a países que ya las habían interrumpido, como Venezuela misma (11 de noviembre de 1961). México, desde luego, resultó la excepción, "dictadura perpetua" que, sin embargo, en el terreno internacional manejaba (y sigue manejando) una política atípica en el hemisferio. Fue el país que acogió a los republicanos españoles, convertidos de desterrados en trasterrados, y que ofreció asilo a los perseguidos por las dictaduras latinoamericanas, incluidos los venezolanos antigomecistas y antilopecistas y a los que en los años cincuenta combatieron a Pérez Jiménez, como combatían los peruanos a Odria, su antiguo profesor en Lima.

No fue a finales de aquellos terribles años cincuenta cuando la OEA condenó al trujillismo, sino en agosto de 1960. La medida, acordada el 21 de agosto, tomaba en cuenta el informe de la Comisión Investigadora y su relación fiel del atentado contra Betancourt el 24 de junio de aquel año, pero quiso ser complementada ocho días más tarde con la llamada Declaración de San José, con evidente propósito de disparar un segundo tiro, esta vez contra Cuba. Ese documento condenaba la intervención o amenaza de intervención de "una potencia extracontinental en los asuntos de las Repúblicas americanas" y aludía con nombre y apellido (socialista) a la Unión Soviética y China.

Si la posición venezolana había sido correcta al respaldar (más bien promover) la condena al régimen de Trujillo y si fue sensata la decisión de URD y Arcaya (partido de gobierno uno, canciller el otro) de rechazar la Declaración de San José, porque metía a Cuba en el mismo saco que a República Dominicana, en un tramo en que Cuba ni siquiera se había declarado socialista, la conclusión está a la vista: EE.UU. aprovechó una misma reunión para mezclar el rechazo a Trujillo, quien venía gobernando tiránicamente desde muchos años atrás, con el rechazo a Cuba, donde Castro iniciaba la reacción contra Batista y aún no había establecido alianza militar ni estratégica con el binomio chino-soviético. En "los nuevos tiempos", como fueron conocidos los años sesenta, EE.UU. seguía aplicando la misma diplomacia que le había surtido efecto (X Conferencia Interamericana, Caracas, marzo de 1954) para apoyar la invasión a la Guatemala de Arbenz.

Acaecida, por cierto, un 18 de junio, y que contrariamente a lo que se predicó entonces (impedir con una democracia el establecimiento de "una cabeza de playa" de la URSS), lo que generó fue una cadena de dictaduras, con Castillo Arnas, Ydígoras Fuentes y juntas militares.

La OEA, pues, santificó, en nuestra Ciudad Universitaria, aquella invasión y, en cambio, mantuvo una posición decente cuando la crisis de Las Malvinas, en 1982. Se pensó entonces que EE.UU. la respaldaría, oponiéndose a la intervención de una "potencia extracontinental"... Pero EE.UU. le dio un abrazo a la OTAN y una patada a la OEA.

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