Gabriel Bertot. Publicado el viernes, 16 de junio de 2000 en El Nuevo Herald
Una simple palabra dice cómo piensa una persona. Detengámonos en los términos ``embargo'' y ``bloqueo'', cuya elección incorpora al hablante en una u otra corriente política. Hasta aquí el idioma es consecuente y lógico.
Otras palabras, por el contrario, sufren una suerte distinta. Por ejemplo, ``desertar''. Desertor suena a cuartel, a ejército, a soldado, a juramento. Pero no, no sólo deserta el desertor; resulta que hay desertores entre los deportistas, los médicos, los artistas, los
maestros, los pilotos, los marinos, los vendedores de dulce de coco y todos los que ejercen cualquier oficio.
Habría que pensar en batallones enteros de estomatólogos empuñando sus pavorosos instrumentos, de barrenderos con el escobillón al hombro, o de pintores con sus brochas o pinceles apuntados hacia el enemigo.
Si la imagen parece ridícula --y lo es--, ¿por qué decimos que un pelotero desertó en Canadá y que un médico desertó en Zimbabwe? ¿No implica menosprecio llamarle desertor a quien elige un futuro o una manera de vivir?
Por esa vía, el soldado de la pelota estaría comprometido con su equipo hasta la última de las victorias o derrotas; el soldado de la medicina se vería obligado a curar hasta el último enfermo de diarrea o catarro.
Esas son las bromas del idioma: terminamos diciendo lo que no pensamos y aceptamos subconscientemente lo que el hábito (el malo, no el bueno) nos impone.
Personalmente prefiero una palabra muy usada en Cuba, que en su aparente neutralidad también delata la acera en que está el hablante: ``quedarse''. Porque en nuestro país no hay otro significado para ese verbo: no regresar, elegir, decidir por uno mismo. Cuando oímos
decir que alguien ``se va'', nadie pregunta: ``¿Para dónde?'' El propio verbo lo dice: ``Se va''. Curioso malabar de las palabras ``irse'' y ``quedarse''; no sólo no son antónimos, son sinónimos idénticos.
Recuerdo ahora que de buenas palabras están llenas las señales que conducen al infierno.
Escritor y profesor cubano, reside en Miami.
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