CUBANET ...INDEPENDIENTE

16 de junio, 2000



Citas sitiadas

Ricardo González Alfonso

LA HABANA, junio - Las semejanzas y diferencias muchas veces colindan sin fronteras. Por ejemplo, los vinos y los gobiernos son inversamente proporcionales. A los primeros el añejamiento los hace deliciosos; a los segundos, insoportables. Sin embargo, o con embargo, una sacudida fuerte a la izquierda o a la derecha torna en vinagre a ambos.

Desde que la memoria toca al fondo de mi infancia es lo que ocurre en Cuba. En 1952 se produjo el golpe de estado del general Fulgencio Batista, un político diestro en el sentido peyorativo del término y en su doble acepción, quien -aunque a finales de los años treinta se había aliado con los comunistas del patio- todos sabían, desde el traspatio a la fachada, que no era un hombre de izquierda, ni siquiera zurdo.

Para justificar aquel cuartelazo impuso una constitución -él la llamó así-, y que se conoce por los Estatutos. En una parte de su Declaración Preliminar este documento expresa: "...fue necesario retornar al punto de partida de la Revolución como fuente de derecho, para asegurar la pacífica y democrática convivencia nacional, salvaguardar los avances sociales, defender la moral y mantener el ritmo del progreso..."

Muy lindo, ¿verdad? Lo cierto es que por aquellos días la gente comparaba la situación cubana con la del gobierno de Arbenz con esta frase: "Salió de Guatemala para caer en Guata... peor".

El pretexto jurídico de marras afirmaba en otro de sus párrafos: "El más elemental derecho a la convivencia democrática y civilizada, el derecho a la vida, era reiteradamente violado, ante el estupor de la familia cubana..."

También muy bonito, pero después sobrevino una tiranía más sangrienta que la machadista. O sea, la peor hasta aquel momento. Pero como la idiosincrasia nacional estimula la sonrisa contra todas las tragedias, surgió el cuento siguiente:

Un chino llevaba una bomba de agua en una jaba de pajilla. Lo intercepta un policía del batistato y le dice amenazador: "Oye, ¿qué tú llevas ahí". El asiático responde: "Agua, mi capitán". El agente se indigna. "Chino, ¿crees que yo soy bobo? Si fuera agua se saliera". Y registra la jaba. "¡Ah!, lo que llevas es una bomba de agua". A lo que el hijo del Celeste Imperio contestó: "Sí, pelo si chinito dice bomba, uté me pega un tilo ante que diga agua".

Nada, que humor aparte, aquel régimen dio tal bandazo hacia la derecha que la democracia se avinagró.

Después, en 1959, y según canción de Carlos Puebla, "Llegó el Comandante y mandó a parar", aunque no falta quien asegure que fue más lejos y ordenó retroceder.

En 1960 la editorial Patria Libre publicó en La Habana el libro titulado "De José Martí a Fidel Castro", que reúne una selección de frases y fragmentos de discursos de estos dos cubanos. Para fundamentar mi tesis tomaré dos citas del entonces premier, y actual presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba.

En la primera defendía su doctrina, la cual calificaba de humanista: "El problema es que nos han puesto a escoger entre el capitalismo que mata de hambre a la gente y el comunismo que resuelve el problema económico, pero que suprime las libertades que son tan caras al hombre".

Por aquella época circulaba una adivinanza: "¿En qué se parece la revolución a un melón de agua?" Y un instante después, la respuesta fluía con gracia caribeña: "En que es verde por fuera, como el uniforme de Fidel, pero roja por dentro":

Aquella oratoria humano-castrista afirmaba: "La democracia es derecho para unos y para otros. Que se discutan todas las teorías; todas las prédicas que se escriban, que se discutan, porque el hombre es razón y no fuerza, el hombre es inteligencia y no imposición o capricho. Que se hable, que se discuta, que lo que nosotros estamos buscando es esa libertad donde todas las ideas se discuten, en que todos tengan derecho a pensar, libertad para escribir, libertad para reunirse, para todos los actos lícitos y legales. ¿No es ése el mundo ideal". Después hablaba del derecho a comer.

Claro que es un mundo ideal, o por lo menos magnífico. Pero, ¡qué lástima!, una sacudida a la izquierda transformó la revolución en vinagre, en un mal chiste.

Mas no hay que deprimirse. El célebre filósofo y matemático francés Joan Le Rond D'Alembert (1717-1783), cuando ya existían humoristas, vinagres y vinos, pero aún no se habían optado los términos de izquierda y de derecha, aseguró: "La razón terminará por tener razón".



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