Belkis Cuza Male. Publicado el miércoles, 14 de junio de 2000 en El Nuevo Herald
Hace más de veintiún años --los que llevo en este país-- que no veo un episodio de Elpidio Valdés, el personajillo de los cartones animados que les contaba a los niños cubanos las luchas de independencia contra los españoles. Elpidio Valdés
era la imagen de un samurai cubano, pero con grandes bigotes. Cortaba cabezas con su machete, descubría espías, y entre col y col combatía el imperio (ya saben cuál). Hoy, dice la prensa, Elpidio Valdés ha aparecido en la televisión cubana exhortando a los
niños a participar en las concentraciones que piden el retorno de Elián.
Contemplando el panorama de absoluta locura que gobierna la isla, muchos se preguntan hasta cuándo imperará el reino del miedo. Los cubanos no son tontos, ni masoquistas, ni haraganes, ni tienen madera de cobardes, pues han demostrado que no sólo han sido capaces de pelear
contra el gobierno colonial por su independencia, sino también enfrentado a Castro en cuatro décadas de tiranía. Han muerto frente al paredón de fusilamiento, se han levantado en armas en el Escambray, se han organizado en la lucha clandestina, y ahora se agrupan como
pueden en la disidencia pacífica.
¿Y por qué no triunfamos --se preguntan algunos--, por qué continúa el tirano haciendo de las suyas, manipulando a un pueblo hambreado? ¿Es que Dios está contra nosotros? ¿Es que puede Dios apoyar a un gobierno canalla como el que rige la vida de todos
en Cuba? ¿No será Fidel Castro un arma del demonio?, se preguntan otros. ¿O será que el pueblo de Cuba se ha acostumbrado a vivir con una doble moral? ¿Será que el sol de la isla, la mala alimentación, la falta de nutrientes les han transtornado el cerebro
a todos allá?
Fidel Castro es un gran hechicero, que debe tener escondido en algún lugar ese gigantesco caldero en el que bate día a día sus maldades, como un mismo diablo lo hiciera con su pócima. Yo no sé si ustedes coinciden conmigo en el análisis de su
personalidad megalómana, pero me lo imagino siempre conduciendo una misa negra, rodeado de toda esa parafernalia que les es propia a los satánicos. La barba ya rala y cana, el cuerpo magro, donde la piel es un abrigo de pellejos colgantes, la cabeza de búho coronada por dos
invisibles cuernos y vestido con una larga capa negra hacen el resto.
Las metáforas no alcanzan para describir la tragedia del pueblo cubano. Lo único que puede darle este hombre al pueblo es puro circo. Porque ni pan. Los tiene ahora de un lado para otro, de una tribuna abierta a otra, de un envilecimiento a una nueva sandez. Son los carnavales
eternos, el aquelarre de las noches y los días en el que el pretexto es Elián, el niño convertido en jugosa presa.
Se acabaron las batallas por la zafra de los diez millones, la siembra de café o pangola, las supervacas. Ahora es Elián. Y que no imagine nadie que con el levantamiento del embargo norteamericano van a cambiar las cosas. No, si esto ocurriera, los cubanos van a continuar comiendo
mal, sin libertades, y seguirán siendo las marionetas de este hechicero. Porque Fidel Castro ha descubierto la clave de sojuzgar a unos y otros, de tirar de la cuerda. Aunque lo condenen mundialmente por la violación de los derechos humanos, aunque tenga en la cárcel a los
disidentes Vladimiro Roca, al doctor Biscet, a tantos y tantos que sufren su despotismo, Fidel Castro no va a ceder, no va a cambiar su política represiva. Y menos si cuenta con las nuevas inversiones extranjeras de aquéllos a quienes más odia, a quienes siente que ha doblegado.
Pero necesita agitar el caldero y poner a trabajar a sus peones del exilio. Aquí hay cubanos que defienden el levantamiento del embargo sin pedir libertad para el pueblo, sin exigir nada. Unos lo hacen por llevar la contraria, porque están resentidos contra el exilio, porque odian
a los cubanos; otros, porque ése es su negocio, son lobistas, agentes de Cuba o qué sé yo. En definitiva, si los cubanos del exilio no podemos lograr que nos oigan, si la prensa norteamericana nos tiene catalogados de histéricos, si los granjeros de Estados Unidos están
desesperados por hacer negocios con Castro, si nadie ve que esas comparsas estrafalarias, luciferinas, siempre ridículas, que orquesta el máximo líder son la forma más mezquina y repugnante de manipulación masiva, si nadie se inquieta porque este señor se
esté 41 años en el poder, ¿valdrá la pena seguir intentándolo?
Creo que sí, que vale la pena rescatar la dignidad cubana; que deseamos para la isla no la miseria ni el hambre, sino la verdadera libertad. El levantamiento del embargo es soga para nuestro pescuezo, es la pérdida de muchas otras cosas, es el reconocimiento de un gobierno que no
se ha cansado de matar, oprimir y condenar a la depauperación a todo un pueblo. Que no se ha cansado de mancillar la siquis cubana, que ha entronizado a satanás, y abierto la isla a los peores males: la prostitución, el sálvese quien pueda de un capitalismo primitivo y
feroz, el latrocinio, la doble moral y la degradación de la cubanía. Los cubanos del exilio luchamos por el restablecimiento de esa libertad sagrada con la que nace todo ser humano. Por la dignidad del espíritu cubano. Y no vamos a cambiar un mendrugo de pan por nuestra verdad.
Si la ansiedad porque desaparezca el tirano es mayor que nuestra paciencia, no veremos el momento en que salga el sol. Si por el contrario, nos unimos y peleamos en los foros de la inteligencia y la paciencia celestial, triunfaremos con el fortalecimiento de nuestra alma. Estaremos listos cuando
llegue el momento de reconstruir ese altar del que hablaba José Martí. Porque ``la patria es ara, no pedestal''.
BelkisBell@aol.com
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