De la casa a las calles
Graciela Alfonso
LA HABANA, junio - Zuly tiene 32 años. Acuariana, mestiza, de buena figura y cara bonita con un lunar al estilo de Rita Montaner. Convive con su pequeña hija en un apartamento en la barriada del Cerro. A Rogelio -el padre de la niña- hace tres años que no lo ven. "Me
separé porque todo lo resolvía pegándome", dice la joven. "Un día me abofeteó en el Parque de la Fraternidad. A plena luz del sol. Además me ofendía sin razones". No obstante su aversión por los porrazos, reconoce que le pega
con cierta frecuencia a la pequeña.
El caso de Zuly no es de los menos. Al contrario. Los índices de violencia en Cuba aumentan de forma alarmante. El hecho de que esta manifestación sea un fenómeno mundial, no justifica. Si cada país traza una estrategia para erradicarla, desaparece el mito del orbe.
Con más razón, cuando las víctimas se enfrentan a la cadena de fuerza. Los esposos pegan o acosan a las mujeres y éstas a los hijos. También es frecuente que en los abusos conyugales estén presentes los menores. Un estudio realizado en 70 viviendas de un
barrio en desarrollo arrojó que en 38 se ejecuta la violencia doméstica. En coincidencia, hay hábitos de consumo de alcohol en 37 de esas casas. Es decir, el 52 por ciento de los hogares encuestados.
En el entorno familiar el trato agresivo es ya un hecho común por lo cotidiano. Jenny, de 30 años, madre de dos hijos, relata: "No es que él me pegue. Nosotros nos fajamos y el que pierda, perdió. Normal. Es lo que pasa en cualquier pareja".
No siempre abusan los varones. En el caso de Noel, a sus 26 años reconoce que "de vez en cuando he tenido que darle una bofetada a mi esposa". Pero recuerda que con la primera novia la escena fue distinta. "Adita me pasó el brazo"*, relata.
Este comportamiento trasciende a la sociedad. En ómnibus, calles y lugares públicos, muchos ciudadanos tratan groseramente a sus semejantes. Fiel reflejo de lo que ocurre en los hogares.
El consumo indiscriminado de alcohol y de sustancias alucinógenas, la insatisfacción de necesidades básicas, la insuficiencia de los salarios, inciden -entre otros factores- en el incremento de las manifestaciones violentas. A estos se une, a juicio de especialistas del
Centro de Estudios Independientes para la Formación y el Desarrollo Integral de la Mujer Cubana (CEIFDIMC), "que a un sistema ideológico único por muy buenas intenciones que posea, no le es posible resolver el problema general de la convivencia humana".
Lo cierto es que hay que hacer algo. Y hay que hacerlo pronto, como dijo el trovador.
(*) Expresión popular que en Cuba quiere decir propinar una golpiza.
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