Ezequiel Muhtar. Publicado el martes, 13 de junio de 2000 en El Nuevo Herald
Desde que se produjera el milagroso rescate del pequeño náufrago, los exiliados cubanos han experimentado probablemente la etapa más tormentosa en su doloroso alejamiento de la patria. Toda la capacidad emocional de su carácter se ha manifestado con acciones que no sólo
patentizan su radical repudio contra Castro, sino también su frustración ante las actuaciones de las más altas autoridades de Washington.
Pero las personas, como las sociedades, tienen que periódicamente hacer un alto, sobre todo después de atravesar un período difícil, recapitular lo sucedido y sacar las enseñanzas pertinentes.
El potencial creativo demostrado por los cubanos ha sido sencillamente asombroso. Hace más de cien años los inmigrantes judíos, irlandeses e italianos tuvieron que afrontar prejuicios de todas clases para integrarse a la sociedad estadounidense y compartir los beneficios de
un sistema libre. Los cubanos han logrado eso en un lapso mucho más breve. Su dinamismo, cohesión familiar y el no mirarse como inferiores con respecto a nadie, les ha permitido alcanzar las más encumbradas posiciones en las esferas económica, académica y política.
En realidad, su éxito atestigua el maravilloso capital humano que perdió Castro cuando decidió encasillar a Cuba en un sistema que nunca podría satisfacer las mejores aspiraciones colectivas, porque es contrario a la naturaleza humana.
El asombroso éxito de los cubanos en el exilio atestigua el maravilloso capital humano que perdió Castro cuando decidió encasillar a Cuba en un sistema contrario a la naturaleza humana
En este mundo ``globalizado'', sin embargo, se hace más evidente lo que dijera un renombrado sociólogo: más importante que el hecho, es su imagen. Y las percepciones del pueblo estadounidense se las suministra lo que aquí se llama ``la gran prensa''. Por eso no
importa cuánta razón tengamos si no logramos hacerla llegar al ciudadano que recibe su diaria cuota de información a través de la TV y los rotativos más importantes. Esto no implica por supuesto que renunciemos a nuestros derechos o condicionemos su reclamo a la
opinión que otros tengan de nosotros. Claro que no. Quiero decir que si la opinión pública constituye un factor que debemos conquistar para que la victoria sea nuestra, nuestras acciones deben ser realizadas de tal manera que nos permita ser percibidos positivamente por esa
opinión.
Como escribiera un pensador chino antes de Cristo: ``El arte supremo de la guerra es ganarla sin tener que pelear''.
Admiro y quiero mucho a los cubanos. Los he visto sufrir, trabajar y soñar con un regreso a su encantadora isla. El caso del niño Elián lo he vivido con la intensidad de cualquiera de ellos. Es por eso que me alarma que un negativo sentimiento de frustración enerve su
fuerza espiritual y perdamos los frutos que su presencia ha proporcionado al desarrollo del sur de la Florida.
Las diferencias culturales en las relaciones de Estados Unidos con otros pueblos a veces ocasionan desencuentros en que termina por preponderar el peso específico de la única superpotencia de hoy. No debemos colegir que lo único que resta es someternos. Eso sería lo
peor, porque a la desventaja frente al grande añadiríamos el perder el respeto a nosotros mismos. Pongo a Israel como ejemplo por ser la tierra de mis antepasados y conocer su accidentada historia. Israel ha sobrevivido porque sólo ha confiado en sí misma. No es puro egoísmo,
ni chauvinismo... No. Pero sólo sabiendo usar con inteligencia todo el potencial que llevamos dentro podremos prescindir de la engañosa creencia de que los demás nos brindarán ipso facto su generosa comprensión y simpatía.
Escritor y periodista panameño-colombiano radicado en Miami.
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