Andres Hernandez Alende. Publicado el martes, 13 de junio de 2000 en El Nuevo Herald
Al pelotero cubano Andy Morales, que trataba de llegar a Estados Unidos en una embarcación con varios fugitivos más, el Servicio de Inmigración lo devolvió a la isla. El padre de Andy dice que su hijo ya no volverá al terreno de béisbol. Su destino en
Cuba es el de ser barrendero, afirmó. Pero el Servicio de Inmigración asegura que el gobierno cubano ya no castiga a los repatriados, gracias a los acuerdos entre La Habana y Washington. Y es cierto que ya casi ninguno de los emigrantes frustrados va a parar a la cárcel, como
sucedía hace unos años. Los convierten en parias en su propia sociedad, los vigilan y muchas veces los hostigan, pero ya rara vez van al calabozo. El gobierno ha tenido que aceptar que gran parte de la población desea escapar de la miseria y de la angustia. Es más:
mantiene ese deseo de fuga como una amenaza perenne para chantajear a Estados Unidos. Por otra parte, las cárceles están hacinadas. El nivel de delincuencia en Cuba es elevado.
Dentro de poco el niño Elián González, inocente eje de una controversia política entre el exilio cubano de Miami, el gobierno federal y el régimen de Fidel Castro, también volverá a Cuba. Lo espera un pueblo convocado por el máximo líder
y conducido por los comisarios del partido y los chivatos a los rediles de las manifestaciones (im)populares. El poderoso aparato propagandístico de la tiranía, que encuentra insólito eco en las capitales occidentales, anuncia constantemente el orgullo de ese pueblo por los
logros de la revolución, entre ellos el sistema de educación gratis. Ese magnífico sistema de enseñanza, en efecto, produce genios como el alumno de cuarto grado que en una reciente manifestación por el regreso de Elián, recitó un ardiente poema
dedicado a Castro. Veamos las palabras del pequeño revolucionario, que por irónica coincidencia también se apellida Castro, pronunciadas en la tribuna habanera con inusitado fervor en una persona de tan corta edad:
``Ahora quisiera hacer realidad el sueño de todos los pioneros, decirle una poesía y darle un beso y un abrazo a nuestro invicto, imborrable e intachable comandante en jefe Fidel Castro Ruz''.
Y viene (hay que llamarlo de alguna manera) el poema:
Gracias por ser de verdad; / gracias por tu rifle fiel, / por tu pluma y tu papel, / por tu ingle de varón; / gracias por tu corazón; / gracias por todo, Fidel. / ¡Socialismo o muerte!
Que en pleno año 2000 después de Cristo se ponga a un niño a recitar semejante cursilería, ante la cual se habrían ruborizado hasta los bufones de las cortes medievales, debería ser argumento suficiente para revocar las decisiones judiciales y dejar a
Elián en Estados Unidos. Uno no puede dejar de preguntarse a qué mente enfebrecida se le habrá ocurrido la metáfora de la ``ingle de varón'', posiblemente producto de una grave inclinación hacia la conducta impropia que en otros tiempos del castrismo se habría
castigado con el internamiento en un campo de concentración.
En el caso de Elián, la mayoría de los norteamericanos --y del mundo, excepto el exilio de Miami-- se ha pronunciado por la patria potestad, por el derecho de Juan Miguel González a reclamar a su hijo. Pero es Castro, repentinamente transformado en tierno abuelo, quien
reclama a Elián, y Ricardo Alarcón, el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ése sí es poder, decían en Cuba), quien habla por Juan Miguel. Castro ha vuelto a hacer una magistral jugada en el partido de ajedrez político en el que lleva empeñado
cuatro décadas. Desde el principio sabía que iba a triunfar: salvo los exiliados cubanos y algún que otro simpatizante, todo el mundo iba a claudicar ante el argumento de la reunificación de un padre con su hijo. Era una batalla ganada de antemano.
Las cosas han cambiado. Cuba ya no es una amenaza militar para Estados Unidos, ha dicho el Pentágono. El propio Castro, el último comunista, ya ni siquiera lo es tanto. El capitalismo salvaje que ha impuesto en ciertos sectores de la economía, mientras en otros mantiene un rígido
control estatal, da frutos. El turismo extranjero crece y se hace más sofisticado. Decir que es un turismo barato, que no da dinero, que es un fracaso, etc., es no entender la dinámica de los procesos inversionistas. Esas afirmaciones se hacen para los oídos de un público
miamense desesperado por la imprevista y larguísima duración de la tiranía castrista. En realidad, lo que estamos viendo no es sólo un deshielo político entre Washington y La Habana, sino la fase inicial de la entrada de los capitales norteamericanos en la isla. La
devolución de Elián, del pelotero Morales y de tantos cubanos se inscribe en el marco de un arreglo con el régimen de Castro. O como diríamos los cubanos, de un cuadre.
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