Ramón Ferreira. Publicado el lunes, 12 de junio de 2000 en El Nuevo Herald
El valor estratégico de Elián en la guerra fría entre Washington y La Habana ha culminado en una batalla verbal entre dos ideologías tan antagónicas como la democracia y el comunismo. Desde que Fidel decidió usar al niño como arma diplomática
para ganar puntos en el cuartel como defensor de su territorio, y en el exterior como protector de sus súbditos huérfanos de madre, Elián se convirtió en trofeo de una batalla final para la validez de un sistema político, a costa de un ser humano.
Elián debe ser separado de su padre en este caso para protegerlo de una ideología forzosa al servicio de Fidel Castro. Elián no regresaría a Cuba a vivir la vida normal de otro hijo comunista privilegiado sin pagar con su presencia y desfile abanderado como hijo
adoptivo del comunismo caribeño.
Elián sería exhibido como trofeo de guerra; como una victoria ideológica ante un mundo que rechaza este sistema y luchó para destruirlo de raíz al costo de millones de vidas. Cederle Elián a Fidel por mediación de su padre equivale a tolerar la
tiranía y renegar del derecho de asilo que se concede a quienes escapan del comunismo.
Si hay leyes que protegen el ambiente, la flora, la fauna y los derechos humanos en la democracia, no existe pretexto válido para excluir del exilio a un menor de edad por el mero hecho de que su madre, quien lo representaba, murió antes de poder comparecer ante las autoridades
--como su padre-- con visa de ida y vuelta a la tiranía de donde ellos habían escapado.
Las regulaciones de inmigración se alteran según demandan las circunstancias, unas veces humanas y otra políticas. Ya Fidel, con su cinismo de siempre, se adelantó a preparar el camino de regreso de Elián liberando a presos disidentes como prueba de solidaridad
con los derechos humanos, ante un mundo que condena su régimen y la conveniencia de no lucir tan intransigente como la democracia.
Pero si con la visita del Papa no cambiaron las restricciones de culto en Cuba, la libertad de estos presos disidentes en nada altera el despotismo del régimen. La Iglesia regresó a su pasividad tolerada, y los disidentes regresarán a la cárcel tan pronto dejen de ser
útiles en la vitrina de propaganda comunista.
Aunque la guerra entre democracia y comunismo existe en un terreno al parecer neutral, la democracia se ve impedida de agresiones armadas para defenderse de arengas revolucionarias, mientras que el comunismo ataca mediante el amparo de terroristas, la represión de disidentes en el país
y en el exterior.
Pero la democracia sí cuenta con armas pasivas como Elián para ofrecer amparo y protección a quienes logran escapar del pantano comunista; porque el caso de Elián es un arma mortal, precisamente debido a su indefensión e inocencia, algo que apela a instintos y
leyes que trascienden toda ideología política. Esa arma puede ser usada para darle un golpe mortal a la demencia de Fidel si resulta ser el primer menor de edad que se escapa del comunismo y es reconocido como ser humano, y no un menor a disposición de reclamos paternales o
dictadores con planes que le excluyen ese derecho.
Si el caso de Elián se resuelve a base del respaldo a los derechos humanos, Elián dejará de ser una excepción debido a su minoría de edad. Con el reconocimiento de sus derechos humanos a la hora de pedir asilo, dejará de existir diferencia alguna que
permita definir quién los tiene y quién tiene que esperar para merecerlos.
Pero si prevalecen consideraciones políticas que conviene resolver mediante apaciguamientos y concesiones, entonces Elián será simplemente otra víctima del comunismo inoperante, como todos los millones que murieron para erradicar un dogma que ya se pudre en el cesto
de desperdicios de la historia.
Los días de Fidel y su comunismo ya estan contados en el almanaque. Entregarle a Elián para prolongarle la agonía es un calmante político cínico que conlleva un sacrificio humano que repudiará el mundo civilizado.
Escritor cubano, reside en Puerto Rico.
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