CUBANET ...INDEPENDIENTE

12 de junio, 2000



Luz en las tinieblas

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, junio - Una mañana de sorbos de café a la altura de la calle Zanja, mi colega y amigo Ramón Díaz-Marzo, orgulloso de estar más loco que una cabra, afirmó que la mayor derrota para Fidel Castro, en el caso del niño balsero Elián González -Brotons, no se olvide- sería una imagen de portada de Times: Juan Miguel y Lázaro, abrazados, aún cuando Elián retorne a Cuba.

Por mi parte, discrepé: más que derrota de Fidel Castro, imagen como ésa sería, además de victoria para todos los cubanos, lección perdurable de que la familia está primero. La saga nacional precisa recordarlo, muchas veces recordarlo. La Patria no es entelequia; su himno, su bandera, todos sus símbolos, no son más que maneras de hacer saber algo tan elemental como esta frase feliz de un filme argentino: "Mirá, boludo, la Patria es el barrio, los amigos, las memorias de aquella primera pelea por una novia". Basta ya de tomar al mandatario como referente obligado de nuestros actos, como sempiterno causante de nuestras alegrías y tristezas, olvidados cada minuto de si perdemos por adhesión u oposición, o si por no presentación.

Las locuras de Díaz-Marzo parecen tomar sendas muy cuerdas. Últimos reportes informan de la posibilidad de un encuentro entre Juan Miguel y Lázaro. Aún se percibe la sangre en las heridas y el color de las pinturas de guerra. Pero la sangre llama, la sangre dice que no pueden continuar así, desgarrados, haciendo de la familia asunto digno de culebrón brasileño.

Juan Miguel exige desistir de una apelación; Lázaro pide un encuentro familiar, sin testigos, para decirse a gritos, o en voz baja, lo que nadie en el mundo tiene derecho de oír. A infinita menor escala pasé por experiencia similar con la madre de mi hijo. Y yo les puedo decir que si es bueno saber perder, mejor es saber ganar. Pregunten a quien, por los días de una conversación decisiva entre mi ex esposa y yo, tenía la misma edad de Elián González Brotons.

Supóngase que ni el padre ni el tío cedan; supóngase que la riña llegue hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos, y que en Cuba se produzca un paro general, de tanto agotamiento por marchas combatientes y tribunas abiertas. Guste a quien guste, pese a quien pese, todo parece indicar que Juan Miguel retornará a Cuba, mano sobre la mano de su primogénito. Supongamos, incluso, que no suceda: Elián ya está con su padre, con su hermanito, con su madrastra. Está con quien debe estar, exactamente el punto a nadie importa. Y ojo atento con aquél a quien le importa, resida en La Habana o en Miami. Por mis días de dolor por la separación de mi hijo, tras haber estado tantos meses sin verlo como Juan Miguel y Elián no pudieron verse, una explosión de llanto frente a la tumba de mi padre me hizo jurar que bajo ningún concepto habría motivos para que veinte, treinta años más tarde tuviera mi pequeño Miguel David motivos para no perdonar. Hice la guerra, y gané la paz. Fui a tribunales y enfrenté a magistrados dignos del fusilamiento. Pero gané la paz en apenas media hora; bastó conversar.

Por supuesto, tengo el derecho de pensar que Juan Miguel es un peón de Fidel Castro y tengo el derecho de sospechar de Lázaro las peores intenciones. Pero estoy obligado a admitirlo: por algún lado de cada una de sus células, Juan Miguel y Lázaro poseen un genoma casi idéntico, casi idéntico al de Elián. Y en los tres se adivina no sé si un defecto o virtud de familia: todos estos González, tercos a matarse.

Escribo de prisa; aporreo mi Remington modelo de 1939 con un ruido vespertino por la banda de estribor, algo así como un chirriar de armaduras en la Mesa Redonda del rey Arturo. Imagino qué clase de histeria se produciría si a los caballeros de Su Majestad les llega la noticia de que Juan Miguel y Lázaro se estrecharon las manos. Casi diría que lo insinuaron, casi diría que no sólo en ese castillo andan diciendo: ¡macho, cuidadito con echar pa' trás!

No pido a Lázaro dejar de apelar, no exijo de Juan Miguel más que ser sí mismo, incluido su derecho a profesar el castrismo. Pero encuentren, en algún recodo del laberinto, un momento para hablar. No pierdan la oportunidad de arrojar un torrente de luz a las tinieblas; hagan el milagro de reconstruir a la familia. Por Elián, por ustedes los González, por todos sus compatriotas. ¡Dios los ayude!

Nota: Estimados lectores de CubaNet: les ruego hagan llegar este artículo a Juan Miguel y a Lázaro.



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