Réquiem para los Diez
Rodolfo Damián, Cuba Press
MATANZAS, junio - Para comenzar, ruego que este aniversario no sea olvidado. Por eso estimo que un Réquiem en nuestro recuerdo será el mejor homenaje para aquéllos que con una honestidad en sus conciencias fueron capaces, a expensas de lo que les pudiera ocurrir -como ocurrió-
de escribirle al gobierno de Fidel Castro una carta que comprendía cinco puntos en pos de la apertura y adopción de vías democráticas nunca vistas.
Lo planteado por la Carta de los Diez, aparecida el 4 de junio de 1991, llamada así y firmada por diez intelectuales cubanos inconformes con el status imperante en Cuba, conserva su vigencia.
Nadie puede soslayar la repercusión internacional que tuvo este hecho y el famoso contrataque sufrido por estas personas que sólo expresaron un justo anhelo frente a leyes impuestas que continúan asfixiando la realidad cubana.
Los epítetos condenatorios por parte del régimen abarcaron desde el más soez hasta el más ofensivo, sin contar los clásicos mítines de repudio y las agresiones físicas sufridas hasta por las mujeres de este grupo.
La violencia de que fue objeto en esos momentos una poetisa nos pudo hacer imaginar, sin temor a equivocación, que estábamos en la época del fascismo de los años 40 o en alguna de las dictaduras militares que asolaron a los países del Cono Sur americano. Pero
este triste hecho ocurrió en la Cuba socialista de 1991.
Por no pensar igual -derecho de cualquier ciudadano de este mundo-, a estos diez profesionales les tocó padecer la amarga experiencia de ser expulsados de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
Independientemente de que sus nombres ya no aparecen en ninguna publicación cubana, ni aún en la más mínima reseña cultural. Sencillamente no existen, nunca existieron, y por supuesto, ni siquiera nacieron en esta Isla. El implacable borrador intentó
hacer desaparecer sus huellas. Por suerte, no han podido. Continúan escribiendo y a veces sus obras llegan a nosotros.
De los diez firmantes de la Carta nueve tuvieron que exilarse, y ya nunca serían los mismos. La cicatriz del exilio los marcaría para siempre. Para el que quedó aquí el acoso continúa, porque no ha bajado sus banderas.
Para todos ellos, a quienes hicieron beber el cádiz de la amargura en medio de gritos enardecidos, entre consignas vacías de aquéllos controlados por las fuerzas represivas de acción rápida, van estas líneas recordatorias.
Para María Elena Cruz Varela, Nancy Estrada, Raúl Rivero, Manuel Díaz Martínez, José Pomares, Bernardo Marqués, Roberto Luque, Víctor Serpa, Fernando Velásquez y Manuel Granados -fallecido en París- que se les diga un RÉQUIEM.
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