La división de la familia cubana es un absurdo cotidiano
Rev. Pedro Crespo Jiménez, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, junio - Cuando las esperanzas de progreso y prosperidad se alejan cada vez más del futuro cercano de muchas familias cubanas, éstas, en número considerable, han echado a suerte su destino en el famoso "bombo", con el fin de disfrutar del sueño
americano, que fabricado o no, piensan alcanzar si se hacen acreedoras de semejante premio.
Como es tema común, las personas entablan conversaciones sobre el sorteo, parecidas a ésta que escuché, sin querer, mientras esperaba un "camello" en una parada habanera.
Una señora mayor le dice a una vecina: "¿Sabes tú quién se sacó el bombo?"
La amiga le contesta despreocupada: "No, ¿quién?"
"¡Yeyita!"
La otra responde: "¡No chica, no. La Yeyita se fue la semana pasada!", aclara, y continúa: "Lalita, la del quinto piso":
La amiga se sorprende, y con interés, dice: "¡No me digas! Y ella que..."
Pero la otra le interrumpe: "Tiempo pasado".
La que recibió la noticia pregunta: "Bueno, ¿y cuándo parten?"
La otra señora le contesta: "Ya lo tienen todo preparado, porque aquel hermano, con quien ella no se escribía, le puso el dinero de los trámites y el pasaje de todos".
Un momento de silencio dio pie a esta frase: "¡¿Aquél que se fue por el Mariel?!"
La señora continúa: "Ese mismo. Le ha ido muy bien. Y las veces que ha venido los ha surtido, pero ahora creen todos que es mejor reunirse con la familia de allí, que les asegura trabajo".
La conversación pasa a un tono menos festivo cuando le dice: "Lástima que no se va la mamá de ella. Dice que se muere aquí, en su tierra, con lo que le queda de familia. La abuela, que tiene más de 70 años. La felicidad no es completa. Es lo de
nunca acabar. Si nos vamos, sufrimos. Sufrimos por los que dejamos atrás. Si nos quedamos, lloramos por los que se nos van. Y si les quitamos la idea a los más jóvenes de que se vayan, no hay muchas oportunidades aquí".
Situados en esta encrucijada, que corre como vox populi, muchos se sienten desanimados, y les resulta muy difícil transmitirle esperanza a sus familias, cuando es la cruz y el desierto el camino que debemos transitar. No se ve la tierra prometida. No podemos adorar ídolos
prefabricados, y sabemos que el Señor nos está alimentando con el maná, pero nos falta fe firme en el Dios transformador de la historia de los pueblos.
A la luz de esta verdad que tocamos con la mano, el huir de tantas familias que desean sentir y vivir un resquicio de gozo y alegría, no nos puede hacer indiferentes y con oídos sordos cuando se pretende perpetuar la división de la familia cubana, que reclama espacios y
libertad para ejercer sus soberanos derechos como célula de la sociedad.
Hay que propiciar con urgencia los lazos de unión de sangre nacional, por encima de particularismos estrechos que alientan el paliativo de la reunificación solamente, y no la verdadera comunión de la familia cubana, reconocida como tal en un solo pueblo en alma y corazón,
que destierre por siempre el desaliento.
Vivimos hoy en un absurdo cotidiano, que compromete nuestros valores, no ya patrios sino humanos, y los primeros sin los segundos son un cascarón vacío y quebradizo.
¿Qué sucede cuando el absurdo se hace tan cotidiano que se vuelve lógico?
Sólo se sale del absurdo con el pensar. Por eso propongo una pausa para pensar...
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