CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 2, 2000



La guerra radial contra el Exilio

Publicado el viernes, 2 de junio de 2000 en El Nuevo Herald

A finales de los años 40, sus enemigos controlaban los grupos gangsteriles en la Universidad de La Habana, y entonces Fidel Castro se hizo pistolero. En 1953, cuando Fulgencio Batista controlaba el ejército, Castro atacó el Cuartel Moncada y posteriormente se autonombró comandante guerrillero. En los años 60 sus opositores se alzaron en el Escambray, y Castro se convirtió en ``cazador de bandidos''.

En 1991 colapsó la Unión Soviética. Castro quedó en una posición precaria ante sus adversarios. Las armas más efectivas de la oposición para mantener viva la presión de Washington contra La Habana eran el cabildeo y las emisoras de radio cubanas de Miami... y Castro lanzó ese mismo año su guerra radial contra el Exilio.

El razonamiento es muy viejo: ``Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él''. Después de todo, para que los americanos hagan lo que tú quieras, solamente hay que manipularles la opinión pública (¿recuerdan la entrevista del periodista Herbert Mathews, de The New York Times, en la Sierra Maestra?). De modo que si el obstáculo para burlar a los imperialistas yanquis y hacerle unas ``tablas'' decorosas al final de lapartida es la comunidad cubana exiliada en Estados Unidos, lo que hay que hacer es eliminarla de la ecuación.

Desde luego, aquí la eliminación no puede ser física, como en los paredones de fusilamiento, o en las aguas del Estrecho de la Florida, o en el espacio aéreo internacional. Aquí el método es incruento, pero más efectivo: sólo hace falta destruir la imagen de los exiliados... con la ayuda de los propios exiliados.

Lo primero, por supuesto, es ``deshumanizar al enemigo''. Según Hitler, los judíos eran una ``peste'', ``ratas inmundas'' causantes de todos los males del pueblo alemán. Según Castro, sus opositores son ``esbirros'', ``criminales de guerra'', ``gusanos'', ``escoria'', ``ratas que abandonan el barco'', ``agentes y cipayos del imperialismo'' y, ahora, una ``mafia secuestradora de niños''.

Consecuentemente, según los ejecutores de su guerra radial, las radioemisoras cubanas de Miami son ``barberías'' que les toman el pelo a los oyentes; parte de una ``industria del mal'' que se dedica a fomentar la corrupción en Miami; a sacar beneficio económico del diferendo entre Cuba y Estados Unidos; a explotar los sentimientos anticastristas de los exiliados sencillos para mantener su poder local.

¿Quiénes conforman la industria del mal? Cualquiera que sea un obstáculo a los planes de La Habana: las emisoras de radio, las organizaciones de exiliados y sus dirigentes, los congresistas federales y políticos locales cubanoamericanos, los intelectuales cubanos y de otras nacionalidades que se oponen a la dictadura cubana, los periodistas deThe Miami Herald, El Nuevo Herald (El ``Nuevo M''), y de cualquier otro medio, que respalden las posiciones del exilio o que sencillamente expongan los desmanes de Castro.

Las premisas de los combatientes radiales castristas son burdas, pero el método es simple y efectivo: ``Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad''. ``Calumnia, calumnia, que algo queda''. ``Divide y vencerás''. El método es más efectivo todavía cuando se utiliza a diario, en inglés y español, para explotar ``las contradicciones internas'' de un enemigo que hasta ahora mayormente se ha dedicado a reaccionar a los acontecimientos históricos y políticos de manera emocional.

El objetivo confeso de los combatientes de la guerra radial contra el Exilio es ``crear una alianza de los estadounidenses blancos, los afroamericanos y los latinoamericanos que no son de origen cubano, para quitarle poder a ese tipo de cubanos que conforman la industria del mal''.

El propósito de la campaña es claro: neutralizar al exilio ``exacerbando su imagen negativa y explotando sus errores y contradicciones internas reales o fabricadas'' para lograr el levantamiento parcial o total del embargo económico, derogar la Ley de Ajuste Cubano de 1966, y facilitar la realización de la agenda política de Castro con respecto a Estados Unidos. ``Muerto el perro, se acabó la rabia''.

Traductor, editor y periodista cubanoamericano, reside en Miami.

© El Nuevo Herald

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